Mi palabra

La desilusión de un opositor

"Hay necedades bien adobadas,

como hay necios bien vestidos"

Chamfort

En esta Venezuela con una lucha de clases propia del capitalismo, manejada y dirigida habilidosamente, desde la Casa Blanca por cuanto vetusto presidente seleccionan las grandes corporaciones del imperialismo, para tratar de no perder totalmente su presencia en nuestro país, producen de la noche a la mañana verdaderos pitiyanquis, como sacados de un sombrero por un mago, pero el último: Guaidó, fue tan inútil en la misión para el cual fue contratado, que al final destacó por su increíble habilidad para robar, acompañado de su tongoneo, como un torero, cuando se siente sobrado frente al engañado toro.

Este ridículo mortal nació en un barrio, para después caer en manos del imperialismo, hasta convertirlo en un maniquí y mire, que después se hizo incontrolable e insoportable, no quedándole otra a sus propios padres políticos, que jalarle la cabuya para sacarlo de escena y luego meterlo a buen resguardo, como han venido haciendo con todos sus títeres y así, como protegen terroristas y matones de la más vil calaña a nadie le puede asombrar, que el fracasado payaso de Guaidó, se encuentre en suelo estadounidense, como turista de embajada.

Pero el que si esta asombrado y desilusionado, es un amigo de años, con quien mantengo una amistad de gente civilizada a pesar de formar parte de trincheras totalmente opuestas; él no se quita un gorra de AD, para demostrar fidelidad a una organización responsable de muchos muertos y de una corrupción en el mínimo rincón, por mi parte me mantengo viendo hacia donde alumbra el socialismo y en medio de esa discrepancia política nos jugamos algunas chanzas y es tan así, que prácticamente le cambie el nombre, porque apenas lo veo lo saludo, con la expresión, que le llenaba la boca y no se la sacaba ni para cepillarse el santico de Antonio Ledezma ¡mi presidente Guaidó!

La última vez, que me encontré al amigo, apenas lo vi lo saludé, como de costumbre ¡cómo está mi presidente Guaidó! siempre respondía con una sonrisa, parecía haberse acostumbrado. En esta oportunidad la expresión fue de rabia, como imitando el rostro de Javier Milei con la sierra en la mano; no me dio tiempo de pronunciar una palabra más, porque se desparramó, como un católico en un confesionario: ¡No quiero que me sigas diciendo así, estoy tan desilusionado con ese maldito, que apenas lo vi vestido de jugador de tenis, me di cuenta que soy un pobre pendejo engañado!

En el sitio donde nos encontrábamos el sol calentaba de manera insoportable, por momentos sudábamos, como en un baño sauna. Aproveche para despedirnos, no sin antes hacerle una sugerencia en voz alta para que escuchara un transeúnte al pasar, nos conocía a los dos ¡Prueba con María Corina, aunque no pueda llamarte mi presidenta María Corina, primero no cuadra y segundo está ponchada! Soltó rápido una sonrisa y la respuesta muy jocosa con cierta picardía, lógica y suspicacia ¡Con esa ni de matrimonio; si me engaño un pendejo, qué puedo esperar de esa, que viene de donde hay y bastante, pero además no esconde sus malas intenciones!



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Narciso Torrealba


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