Cuento de navidad (y que nadie se sienta aludido)…

Atencio, Julián y Mariana se acomodaron, recién llegados, en el ancho sofá de la sala y el resto de los invitados, dispersos, como pudieron, sobre deshilachadas poltronas frente al balcón, armados todos con sus celulares. En verdad que los nombres de los organizadores del sarao es lo que menos importa en este relato, porque sobrepasan la cincuentena.

Comenzaban los primeros agites, y Mariana gritaba desde la cocina:

  • ¡Pongan una musiquita de navidad, por fa, que esto está muy apagado y apenas estamos comenzando!

  • ¡Música de navidad! – respondió Atencio- ¿Estás loca? Esa vaina es pavosa. Voy a poner unas que traje buenísimas: "Perreo anguinal", "Bate que bate el balón", "Cola colita y con sal", "La gatita intensa", "Qué buenas curvas y yo sin frenos"…

  • Cónchale, pongan primero una salsita de Óscar de León, por lo menos, un ratico nada más – insistía Mariana.

  • Para qué si aquí nadie quiere bailar, y mucho menos salsa. ¿En qué crees tú Mariana que estamos? ¿En una verbena de las Hermanas Marianas?

(se esperaba que corriera una furiosa carcajada, pero nadie chistó, sólo Julián se manifestó, sin dejar de mirar su celular, un hipopotámico bostezo)

  • Bueno, entonces pongan algo que sacuda el techo, que reviente ventanas y puertas, una gaita moderna que nos anime, aunque no se baile –repicó Mariana.

Inútil, reinaba la abulia generalizada como la precede a un gran suicidio. Ya comenzaba a oler a fiambre, y propiamente no emanaba de la cocina sino de la sala, del balcón. Julián decía tener dolor de estómago y pidió un té de manzanilla, pero el agite concentrado en la cocina preparando los palos, le impedían hacerse el bebedizo. En la barahúnda, explicaba a Mariana a su amiga Lady que este año se iba hacer madre maleta para propiciar la buena suerte:

  • Seguro que este año que viene me echo un viaje, hermana. Ya tengo mi maleta preparada para darle dos vueltas a la urbanización porque la cosa la veo sencillita: o corremos o nos encaramamos, o tiramos tierrita y no jugamos más.

  • Marica –le respondió Lady-: cuidado si sales premiada como Jennifer que anduvo paseando su maleta y la llevo hasta el Rectorado y después le salió paseo por el Darién.

Los que hablaban lo hacían sonambúlicamente, sin dejar de mirar sus aparatos, o embebidamente anulados en una nube de pajaritos preñados. Se presentó un turbión de nenas en minifaldas escabrosamente exultantes y nadie les paró, acaso si algunos le lanzaron miraditas de reojo para ver el tipo de celular que traían, pero más nada. Para hacerse sentir que estaban en el güiro, Atencio asomó:

  • Yo creo que nos sale pedir cacao.

  • ¿Por qué? – machacó Julián – descargando en el último video de Karol G, que le parecía brutalísimo.

  • Bueno, porque no la van a habilitar.

  • ¿De quién me hablas, marico?

  • Y es que si la habilitan, igualito, le tocará ir a llorar al valle.

  • Bueno entonces que se auto-habilite, sencillito, sin peo ninguno.

  • ¿Viste el video de Infraburro en pañitos menores bailando una gaita? Salvaje. ¿Te lo paso?

  • De esos hay muchos, no me la pases, que se me va a empavar esta vaina.

  • A mí sí, pásamela para viralizarla – gritó Mariana saltando como una cabra al centro de la sala.

  • No chamo, si escucharas lo que le están descubriendo a la Leticia. Yo sí creo que le montó los cachos al rey, pobrecito, pero llevo como tres horas buscando las cincuenta fotos que puso el fulano Burgo en Instagram y no las encuentro.

  • ¿Tú sabes lo que es llegar a reina para después venir a empatarse con ese cabeza de bola del Burgo? Verga, eso no es tener visión de clase ni de estilo. ¿Se va a perder esa brujita todo el billetal que le puede sacar a la monarquía? Burdo, vale, qué burdo.

Entró en escena uno de los primos de Julián que estudia en la Universidad de Los Andes, quien lanzó un terrorífico grito:

  • ¡Uyyy carajo, me han llegado más de cien mensajes que no he podido leer, y no se digan los videos que todos están del carajo, sobre Leonor, quien anda con una cara de ladilla. El peo se está poniendo bien hediondo.

  • Ay, hermanos, ustedes no se necesitan ir a Estambul para conocer el cuerno de oro. Está en todas partes. ¡Díganme! Dejémonos de pendejadas, beibis. A mí me encanta que las cosas se enmierden bastante porque así uno no se aburre, aunque, bueno, lo siento por mi primo El Cachaza que está en Madrid de asistente de un recogelatas y se empató con una tal Bárbara Rey, ¿ustedes me entienden?

  • De que Cristo es Dios, está por verse.

  • Marico, pásame lo de la tipa esa cuando está saliendo del TSJ con madre pinta. Burda de serena, estiradita, qué estilacho se gasta, que ni la Angelina. Yo te digo una vaina, la tipa ha aprendido mucho del Peluca, dice una vaina hoy y otra mañana, una estrategia del carajo. Así vamos de pinga, estirando la arruga. Verga esta guarapita está bien astral.

  • Pero espérense, miren lo que me acaba de llegar de Madrid, para que lo retuiteen, y las fotos están del carajo: "los venezolanos comerán hallacas de puros maduritos… métanse el suyo". Nojoda, pero éstos están buenísimos: "el niño Jesús vino hasta sin huevos/ pero Esequibo tenemos…".

  • Ay –volvió a gritar Mariana-, por fa, pásenmelo para mandárselo a mi prima Rosario en Miami. ¡Qué navidades tan buenas irán a pasar los mama-suevos del régimen!

  • ¿Viste a la jeva de Rubén en paños invisibles? No vale, eso no se le hace a un científico.

A la final nadie se ocupaba del equipo de sonido. Cada cual se entretenía con lo que les llegaban a sus móviles, no importaba lo que se hablara porque en verdad nadie escuchaba ni entendía lo que se decía, pero la vaina seguía poniéndose cada vez más confusa según del ángulo que se mirase. Poco a poco, la risa en solitario de cada cual fue llenando los menguados rincones del alma. Una niña lloraba en un cuarto y el lloro se disolvía como leves estallidos de fuegos de artificios que, repetimos, a nadie le importaba. Afuera sonaban trabucazos o morterazos que nada decían, porque daba igual que fuese navidad, Semana Santa o Carnavales. Se masticaba a solas los snacks que sonámbulamente cada cual se metía en la boca. Alguien de repente se fue sin despedirse. Llegaron unos vecinos o asomados, gorreros o advenedizos, pero nadie se enteró para qué vinieron y si trajeron algo o si saludaron, o qué era lo que querían o buscaban.

Risas a solas, mensajes de "amor" sin amor; mensajes en clave sobre deseos indeseables, hipnosis o fatiga, ausencia o vacuidad en cada luz bailoteante en las pantallitas. Allá afuera en el porche sonaba la canción "What do you mean?" Atencio le mostraba a Julián unas tías bien chulas de largas cabelleras, pero Julián estaba concentrado en un anuncio sobre Star War. Julián encontró una foto de una fenomenal chica brincando la cuerda y cuyas benevolentes formas saltaban por los aires, por lo que comentó para sí mismo: "-Yo creo que la tierra dejó de ser redonda y gira en reversa". Nadie le escuchaba. A nadie le interesaba lo que dijeran los demás, y a la vez nadie quería saber nada de lo que estaban viendo los otros. Más aún, Arturo produjo un cortocircuito con unos aparatos que manipulaba, provocando humareda y chispazos y nadie le paró. Si se jodieron esos aparatos, ya era hora, quién los manda a estar usando CD’s a estas alturas de la revolución tecnológica con Inteligencia Artificial. Cada cual en realidad no dejaba de sonreír en sus pequeños espejos narcisistas, siempre hablando solos o con sus alter egos. Atencio aseguraba que hoy en día a las chamas no les interesa la guerra sino el billete. "-Coño, miren esto, nojoda, la vaina esta de un cerdo de quinientos kilos, dos bichangos peludos de dos patas pero que parecen angelitos del cielo. Verga, no lo van a creer, lo que voy a bajar para mandárselos"; Mariana se desternillaba de risa por el chiste de un maracucho. Todos con sus aparatos a bajo volumen. Nadie ahora sabía por qué había llegado un cura, qué hacía allí. Y ahora se rezaba un Ave María. El cura preguntó ¿ustedes qué quieren? y ellos contestaron: Lo de siempre, anisito y limón y si puede nos lo puyan con callejonero. Musitó Julián al oído de Atencio: "-¿Será que esto es una misa de cuerpo presente?"

El pelotudo de la noche que se adueñó que se había atragantado con pan de jamón de hojaldre no supo a la final si hubo Noche Buena o Mala, ni si se acabó otro año, o si se pasó del viejo al de siempre.

  • Y esa mierda a quién le importa – chilló sorpresivamente Mariana, dándose un coñazo con la manilla de la puerta, cuando desde lejos le anunciaron que se habían ido todos, y que era hora de acostarse para hacer algo diferente, es decir lo mismo.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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