De lo dudoso de la doble nacionalidad ¿Por qué no revisamos?

Antes de reponer el trabajo que titulé unos años atrás, "Mi vecino y la doble nacionalidad", haré unos comentarios.

La discusión del tema de la doble nacionalidad está tomando espacio. Estoy consciente que abordo un tema escabroso que alude a venezolanos que han adquirido otra nacionalidad y extranjeros nacionalizados venezolanos y lo delicado que eso implica desde diversas perspectivas, empezando por lo político, dado los derechos que en este particular, en sus relaciones con el Estado, la nacionalización otorga.

Pudiera alguien pensar y con sobradas razones que es impolítico abordar el tema tal como lo hago. Pero eso no me importa. En política no sello cuadros ni compro billetes de lotería. No es mi interés engañar a nadie ni abordar los asuntos jugando a ganador. Mi interés está en decir como miro las cosas y advertir acerca de lo que pienso o percibo más beneficioso a mi pueblo y gente y sé que, en lo de la doble nacionalidad, que no es más que una manera de establecer una relación con el Estado, en favor del individuo, pocas veces se piensa en función de la multitud y por los afectos y hasta agradecimientos. Conste que dije "pocas veces", pues toda regla tiene su excepción,

He tomado la nota que sigue, correspondiente a un largo trabajo sobre el tema, elaborado por un abogado o jurista, como prefiera llamársele, el cual puede leerse completo siguiendo el enlace que coloco debajo de la misma.

"La nacionalidad implica un vínculo exclusivista, es decir, un vínculo único que tiene tal magnitud e intensidad que sólo es posible establecerlo entre un individuo y un solo Estado; por lo tanto, resultaría imposible pensar en tener dos o más nacionalidades y dos patrias, toda vez que sería inadmisible la coexistencia de dos vínculos de tal magnitud e intensidad, debido a que su trascendencia en la vida del individuo hace que dichos vínculos sean absolutamente excluyentes. Sin embargo, al restringirse el tema de la nacionalidad al ámbito legal y relacionarlo con sus efectos prácticos, se puede entender a la nacionalidad como un vínculo jurídico necesario entre un Estado y un individuo. En este sentido, se considera posible que un individuo establezca ese vínculo jurídico con más de un Estado, en el entendido de que se trata de un nexo jurídico y no sociológico…

http://servicio.bc.uc.edu.ve/derecho/revista/5-2009/5-6.pdf

Según quien eso escribió, el asunto envuelve dos cosas, visiones o maneras de concebir el asunto. Una es de carácter sociológico, lo que implica concebir la nacionalidad como el "vínculo exclusivista, es decir, un vínculo único que tiene tal magnitud e intensidad que sólo es posible establecerlo entre un individuo y un solo Estado". Aunque yo preferiría decir, porque va más allá de eso tan poco sensitivo, trascendente y humano, "que sólo es posible establecerlo entre el individuo, su comunidad, historia, afectos e íntimas relaciones familiares". Y lo digo de esta manera porque prefiero quitarme la vestimenta de los viejos guerreros y hablar "a calzón quitao", como que la nacionalidad no es un simple asunto de trámite, del pago de unas estampillas, sino algo más hondo, profundo, un vínculo intrínseco y amoroso que no "se compra ni se vende".

La nacionalidad, no obstante, cuando se asume como un asunto de relaciones con el Estado, pareciera ser demasiado pragmática, destinada a favorecer al individuo, evitarle trabas y el ejercicio de trámites derivados de la condición de extranjero. Y además, concederle derechos inherentes a los nacionales, pese en la intimidad, no haya emergido ese "vínculo exclusivista" que solemos llamar patriotismo; que no es el resultado de trámite burocrático, sino de la identificación con ese, su nuevo país, su historia, sus intereses y su gente. No es pues un asunto de oportunismo, ventajismo que debe operar en favor sólo del individuo, sino que el país debería estar seguro que este asume su nueva nacionalidad en los mismos términos. Pues no es sólo asunto de favorecer a quien recibe la nueva nacionalidad, sino que los individuos que componen, forman parte del país que la concede, deben estar seguro de contar con un compatriota que la asume con amor, solidaridad, deseosos de poseerla por amor y gratitud en todos los sentidos o, para decirlo como antes, "un vínculo único que tiene tal magnitud e intensidad que sólo es posible establecerlo entre un individuo y un solo" pueblo o sociedad. Y porque la doble nacionalidad, dado el caso en nuestra constitución, concede a los nacionalizados derecho a ocupar cualquier cargo, salvo el de presidente, podría darse la quizás fortuita o azarosa circunstancia que su doble nacionalidad plantee una circunstancia "excluyente", donde los mayores afectos, sentimientos internalizados del individuo, pudieran operar injustamente en favor de una de las partes.

Mi vecino y la doble nacionalidad

Eligio Damas

Hay un cuadro de Don Francisco Goya, llamado palabras más o menos, "Pelea a garrote", donde dos personajes, aparentemente campesinos, gente del pueblo, de esos que la pintura renovadora del artista comenzó a tomar en cuenta y como decimos ahora visibilizar, se traban en combate; cada uno de ellos, armado de su respectivo garrote, con la particularidad que ambos combatientes tienen las extremidades inferiores hundidas en la tierra, casi a la altura de las rodillas. Con aquella imagen, el pintor zaragozano, influido por la etapa del romanticismo, expresa de los tantos valores, hasta poco ignorados en su tiempo, de la gente común, la entrega, entereza, limpidez, valentía y consecuencia con los principios. La expresión hoy muy usual de "rodilla en tierra", pudo también haber tenido sus antecedentes en aquella imagen del gran artista español.

Pero nosotros, en nuestro lenguaje coloquial, no ajeno a la poesía, cuando hablamos de los pies hundidos en la tierra, nos referimos a la naturaleza, profundidad, afinidad y amor del vínculo que tenemos con nuestro espacio y la gente, sus valores y cultura, dentro de los cuales nacimos, crecimos y hemos luchado toda la vida. Por supuesto, cuando termine de cuadrar mi idea, alguien pudiera decir "este es un viejo pendejo que vive del pasado"; otro más generoso y comprensivo, "se trata de alguien aún atrapado en el viejo romanticismo, ese mismo de Goya, que no vive la realidad".

¿Y cuál es la realidad?

Para mucha gente inteligente y práctica – no diré pragmática para no ofender – eso de la doble nacionalidad es una "ventajota".

Soy de aquí o de allá, o mejor, para decirlo a lo Facundo Cabral, "no soy de aquí ni soy de allá". Pero para el excelente cantante y poeta argentino - era él un hombre del mundo - aquella condición no era para aprovecharse del pasaporte ni de ventajas, sino por amor a la humanidad y la creencia que ésta es una sola, mientras viajaba de aquí para allá en su diaria tarea de expandir la poesía y lo bello, con su pasaporte argentino y dejando regado por donde pasaba su amor a la pampa y el pampero, que en fin de cuentas tienen profundas raíces universales.

Pero dije lo de "ventajota" y lo asocié a lo "practico", por el ejercicio de la doble nacionalidad como quien tiene dos coches por si se le daña uno, y dos de cada cosa que deba necesitar habitualmente.

Todo lo anterior – debo apresurarme para no cansar al lector – viene al caso por una ya habitual conversación con mi vecino que se produce automáticamente cada vez que al vernos, desde la puerta de la casa de cada uno de nosotros, nos saludamos como corresponde a gente normal. Sólo que en este nuestro caso, mi vecino siempre intenta conducirla hacia la política; esta vez derivó hacia el asunto de la doble nacionalidad.

-"Buen día vecino. ¿Cómo está?". Le expresé en voz alta debido a la distancia.

-"¿Cómo voy a estar, vecino, con las cosas que estamos viviendo? Respondió como lo hace habitualmente, envolviendo su percepción política en una relación común que pretende y debería ser afectuosa.

Pese todo, me hice el loco, como siempre e ignoré su intención y le pregunté por la familia y, al final:

-¿Cómo están los muchachos? Mi vecino es nacido y criado en el exterior pero nacionalizado venezolano y sus dos hijos pues, tienen doble nacionalidad.

-"Bueno", habló a su estilo, que quizás cree afectuoso y nada irónico, y dijo: "esos sí están bien".

Intenté seguir siendo cordial, como siempre y le dije:

-"¡Claro! Es lo natural. Son dos muchachos todavía, ya profesionales y tienen buenos trabajos".

-"No, no es por eso. Es porque ya tienen sus pasaportes listos por si acaso.

Entonces la ley del 99 creó una figura privilegiada, el tipo que por nacer aquí y ser hijo de quienes lo hicieron allá y aquí vinieron a vivir, sólo si les iba bien, tiene dos pasaportes.

Hay quienes aquí vienen o van y vienen, usan su pasaporte venezolano, pero al llegar a Europa, por ejemplo, lo esconden porque ese documento les hace balurdamente "sudacas" y hacen uso del de la UEE.

¿Uno, nacido en Cumaná, hijo de cumaneses, nieto de manicuareros y cumaneses, biznieto de arayeros o riocariberosa, de dónde saca, sin salir nunca de aquí, esa figura para aprovecharla de la doble nacionalidad?

El constitucionalista usó las figuras de la sangre y la territorialidad, expresadas por ellos de manera por cierto muy ridícula o mejor cursi en latín, para establecer por primera vez en Venezuela esa figura jurídica.

Es un derecho humano tener una nacionalidad y lógico también el de escoger la que desee o le convenga. En la historia nacional, hasta 1999, los extranjeros que se nacionalizaban lo hacían como una manera de agradecer o expresar su amor a una tierra y gente que le habían permitido vivir con dignidad. Se era nacional por amor no por conveniencia. De esa manera, el mismo venezolano que adoptaba la nacionalidad de otro país por las mismas razones mencionadas, perdía aquella condición. De esa manera el juego se hacía limpio y cristalino.

Porque la nacionalidad – esto lo dice un viejo pendejo y romántico que aún siendo joven, habiéndosele presentado la oportunidad de salir del país en condiciones ventajosas, porque la represión y el hambre casi obligaban, optó por quedarse- es un constructo lleno de amor, vivencias hermosas, compromiso y disposición a luchar por el país en toda circunstancia. No es asunto de tener dos pasaportes para irse y regresarse según le vaya en sus naciones. ¿Qué hubiese sido o pasado, si Bolívar hubiese asumido el problema de la doble nacionalidad como una prebenda para disfrutarla, según las circunstancias?

¿Cómo puede ser venezolano, al estilo del cuadro goyesco, alguien quien por aquella resolución del 1 x 1 en radio, en materia de música, dijese que eso era un disparate porque aquí no había música?

Quien lo dijo, eso cree. Por ignorante y porque pese haber nacido aquí y tener dos nacionalidades, nunca sus pies han tocado las entrañas de esta tierra.

Entonces termino por repreguntarme, porque ya me lo pregunté cuando ese asunto se discutía en la Asamblea Nacional Constituyente, ¿eso de la doble nacionalidad no creó un privilegio y hasta un arma de doble filo?

El asunto se torna serio, cuando según la Constitución nuestra, quienes tengan doble nacionalidad, nacidos, criados y hasta "socializados" en el exterior, pueden ejercer cualquier cargo, salvo la presidencia de la república. Podríamos tener una AN llena de personas bajo esa condición y hasta el gabinete ejecutivo y cargos como gobernadores, etc, pudieran ser ocupados por ellos. ¿Y eso no es un riesgo?

No hay en esto ni un dejo de xenofobia, porque al fin, uno alumno de los revolucionarios y amigo del internacionalismo, que también canta con Cabral "no soy de aquí, ni soy de allá", pero cree en la independencia y soberanía de cada pueblo, no puede concebir un pasaporte como un ticket para entrar a ver un buen partido de fútbol.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 2168 veces.



Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

Visite el perfil de Eligio Damas para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes: