Orígenes de la violencia en Colombia, quién y cómo la impuso?, razones?,… llevará siglos erradicarla… ¡Ay Petro!

  1. Dice el extraordinario escritor norteamericano Waldo Frank, que Francisco de Paula Santander encarnaba el político frío, típico de los inescrupulosos y asesinos. Yo digo que la del perfecto sicópata. ¡Cuántos así siguieron su ejemplo desde el más alto poder de aquello que se llamó virreinato de la Nueva Granada y que todavía no ha podido dejar de serlo! Casi todos, a excepción de José Ignacio de Márquez, Pedro Alcántara Herrán, Tomás Cipriano Mosquera, Mariano Ospina Rodríguez, Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro, Laureano Gómez Castro, Guillermo León Valencia, Ernesto Samper Pizano y Gustavo Petro, todos los demás han sido unos abominables asesinos.

  2. Tirofijo (Manuel Marulanda Vélez) llegó a decir que la violencia, la guerra interna en la eterna Nueva Granada, comenzó con el asesinato de Sucre, y he decir que estaba equivocado. Yo voy a demostrar que comenzó mucho antes, comenzó cuando don Francisco de Paula Santander, viendo que no era aceptado por las fuerzas de Páez, en 1816, viéndose humillado ante la Junta aquella de Guasdualito (que lo desconoce como jefe militar), decide hacerle la más grande guerra jamás vista (peor que la de los realistas Boves, Morales o Calzada) a los venezolanos. El carácter de Santander era el de un hombre lleno de biliosos odios y resentimientos, idéntico a los Álvaro Uribe Vélez que nos hemos hartado de ver en esa eterna Nueva Granada.

  3. En 1818, Santander escribe al coronel a su paisano Pedro Fortoul, comunicándole que va a organizar un ejército en Casanare (conformado únicamente por neogranadinos). Le indica que se encuentra en Apure: "Es preciso que nos reunamos en Casanare todos los granadinos para liberar nuestra patria y para batir el orgullo de esos malandrines follones venezolanos".

  4. El 11 de julio de 1819, en plena batalla Boyacá, el Libertador va delante y alcanza a ver que Santander se apea del caballo. ¿Está herido? Una bala perdida le ha causado una contusión. Nada de eso, Francisco de Paula busca excusas para retirarse del combate. Pero allí están los llaneros venezolanos que le tienen el ojo puesto para ver cómo se defiende o como ataca. Saben que es un cobarde. La diversión entre llaneros era hacer corro para ver cómo Santander se escondía en los trances difíciles. Resulta que Boyacá no estaba herido, sino que había corrido a esconderse debajo del famoso puente donde se escenificaba parte del combate. Fue así, entonces, que el mulato y oficial venezolano Leonardo Infante va hasta el puente, sujeta por la solapa a Santander y le dice: "Venga a ganarse como nosotros las charreteras". Una horrible afrenta que Santander nunca perdonará, y que cuando sea vicepresidente de la república se cobrará, ordenando fusilar a Leonardo Infante. Es a partir de este fusilamiento, y no en ningún otro, cuando se iniciará la terrible fragmentación de Colombia la Grande.

  5. Así y todo, algunos granadinos quisieron meternos el cuento de que había sido Santander el genio del triunfo en Boyacá. Pues, vale la pena preguntarse: de haber sido así, ¿cómo queda que Santander nunca más quiso poner a prueba esa, su luminosa capacidad de mando en las batallas, por ejemplo, acompañando a Bolívar al sur, tal como lo hicieron Sucre, Bartolomé Salom, Juan José Flores, José Florencio Jiménez, Pedro León Torres, José María Córdova? Todo lo contrario, Santander le cogió gusto a los trajines de la burocracia, vivía aburguesado, llegando a volverse adiposo metido en una oficina del gobierno, eso sí, siempre conspirando contra el Libertador para hacerse con la presidencia.

  6. Desde su palacio en Bogotá, fue Santander el artífice del alzamiento de Páez (La Cosiata), el alboroto de las Actas de Guayaquil, y cuando Bolívar se encontraba en Caracas sometiendo a Páez, para sabotearle la pacificación de Venezuela provocó el alzamiento de José Bustamante en Perú.

  7. El 17 de diciembre de 1819, el Congreso de Angostura satisfizo uno de los más grandes anhelos de Bolívar: "Artículo 1º: Las Repúblicas de Venezuela y la Nueva Granada quedan desde este día reunidas en una sola bajo el título glorioso de la República de Colombia". Esto no fue para nada del gusto de Santander, quien siempre había considerado a todo lo que no fuera la Nueva Granada como "casa ajena".

  8. También, en ese 1819, unánimemente los políticos venezolanos y neogranadinos, de los más disimiles bandos, proponen la creación de una nueva ciudad con el nombre "Libertador" que sería la capital de Colombia, y cuya sede quedaría determinada por el Congreso General de Colombia, la que se reuniría el 1º de enero de 1821 en la Villa del Rosario de Cúcuta. Santander se encargaría de echar por tierra esta propuesta…

  9. En 1820, Francisco de Paula Santander es ascendido a General de División, lo que, en lugar de alegrarlo, lo deprime. Su inmarcesible y portentosa figura no está para que la juzguen ciertos malandrines follones venezolanos, muchos de ellos convertidos en GENERALES EN JEFE; él no está para que lo manden, en realidad, malandrines venezolanos a los que considera muy por debajo de su preparación y dones jurisprudentes, de su condición intelectual, moral y humana.

  10. Habiendo sido derrotado el jefe realista José María Barreiro Manjón en Boyacá, poco después fue capturado y junto con 38 oficiales, llevado a Bogotá.

  11. El 11 de octubre de 1819, Santander da la orden de fusilar a Barreiro y sus 38 oficiales. Bolívar tenía pendiente hacer con estos prisioneros una negociación de canje que haría honor humanitario a la naciente República (aunque eso a Occidente sólo importaba para condenar y someter a sus enemigos). Dice O'Leary que el general Santander, "a caballo y rodeado de su estado mayor presenció la sangrienta escena desde la puerta del palacio. Después de la descarga dirigió algunas palabras impropias de la ocasión" a la gente allí reunida. Se cuenta que un anciano de apellido Malpica, indignado gritó: "No le hace falta, que atrás viene quien las endereza (refiriéndose a los realistas), y Santander ordenó al instante también pasarlo por las armas. Como se le observara que bastaba con que hubieran pagado con la vida treinta y nueve españoles, respondió soberbio y violento: "que sean cuarenta". "Corría la sangre mezclada con el agua del caño que bajaba por la calle de la iglesia de la Concepción, cuando el Vicepresidente montó a caballo, y seguido de una gran multitud, con una banda de músicos dio una vuelta a la plaza en vistoso alarde; arengando al pueblo, y cantando algunos del acompañamiento unos versos...".

  12. "La celebración concluyó con un baile en palacio. Muchas circunstancias concurren a hacer su conducta indigna de un caballero, de un militar, de un hombre. Nada podía justificar la degradación del elevado puesto que ocupaba, atormentando e insultando la desdichada suerte de aquellos, desgraciados, y sobre todo, ser el director y artífice de tan repugnante espectáculo, y después, tomar parte activa y degradante en su celebración".

  13. Al menos Bolívar tenía que eliminar a los españoles en la guerra, porque no veía o no encontraba otro medio para contenerlos; pero don Francisco de Paula Santander prefería que se los llevaran amarrado para luego él hacer justicia. Desde su pacífico salón de la Vicepresidencia parecía gozar al ver sacrificar o aniquilar realistas: "Yo – decía - encuentro interiormente un placer en hacer matar todos los godos".

  14. Treinta y dos páginas, utilizó el Vicepresidente para justificar aquel fusilamiento y defenderse de las acusaciones que al respecto le hizo don Leopoldo Zea (también granadino). Decía Zea, uno de los representantes en el Congreso de Angostura, que Colombia había perdido, por aquel acto, mucha reputación ante los países civilizados. Lo preocupaba a Zea que ante tales actos, países (muy asesinos y ladrones, por cierto) como Francia e Inglaterra se negaran a concederles empréstitos a Colombia. Pero estas acciones de Santander constituían un pretexto admirable para en el futuro presionar y seguir colonizándonos. En Venezuela, por ejemplo, este fusilamiento no se quiso registrar en los archivos de los actos públicos. "En las Antillas mereció la reprobación de todos y contribuyó, en general, a resfriar la alegría que había causado el triunfo memorable de la Batalla de Boyacá".

  15. Pues bien, Santander jamás se retractó de aquel acto cobarde, sino que, años más tarde, trató de convertirlo en algo loable y patriótico. Nadie se explica ese placer insensato en ir y mirar cadáveres tibios de enemigos que estaban a su merced. No sólo se quedaba contemplándolos, sino que al lado de ellos arengaba a la tropa, hablando en nombre de la justicia y de la salvación pública. Luego de aquel abominable hecho en el que se estaba gestando la horrible violencia que padecería por siglos Colombia, se bailó en palacio como si se hubiera ganado una batalla a campo abierto.

  16. Bolívar, teniendo siempre la desgracia de conocer tarde las determinaciones extrañas de su principal teniente, escribía el 9 de septiembre al virrey Sámano: "El ejército español que defendía al partido del Rey en la Nueva Granada está todo en nuestro poder... El derecho de la guerra nos autoriza para tomar justas represalias... pero ya lejos de competir en maleficencia con nuestros enemigos, quiero colmarlos de generosidad por la centésima vez. Propongo un canje de prisioneros para libertar al General Barreiro y a toda su oficialidad y soldados". Estas líneas las escribía el Libertador al tiempo que Francisco redactaba su defensa. En ella decía: "Fusilar 38 prisioneros tomados en una guerra regular y cual se usa entre pueblos cultos, hubiera sido un suceso, no inaudito, pero sí escandaloso. Mas fusilarlos en una guerra irregular, en donde los enemigos no observan derecho alguno, en que violan hasta las consideraciones debidas a la humanidad, en que no nos tratan como a hombres sino como a bestias, es un acto de justicia y aun de necesidad. Si ellos nos degüellan cuando caemos en sus garras, ¿por qué no los podemos degollar nosotros si caen en nuestras manos?".

  17. El máximo historiador de la Gran Colombia, José Manuel Restrepo, dice que la severa medida dio vida y aliento a los independientes, salvando acaso a la República de otras desgracias; que esto mostraba que no había otro árbitro entre los patriotas sino vencer o morir en manos de los españoles, etc. (Cómo se percibe aquí el estilo de Santander retocando los papeles del pobre Restrepo). Veamos estas palabras con cuidado, porque en manos del propio Restrepo estuvo la vida de Francisco el año de 1828 por crímenes de lesa patria. Entonces Restrepo no pensó que eliminando aquellos godos de nuevo cuño, Colombia se salvaría; sin embargo él, más tarde, -después de muerto Bolívar- dirá que las medidas extremas para asegurar la unión eran el único camino que quedaba al Libertador. Además, no era cierto que el fusilamiento de los prisioneros aumentara la fe y la fuerza de los patriotas; no, ya eso estaba decidido por el carácter de la guerra que hacía Bolívar y que entonces se extendía a Nueva Granada. Era la constancia del genio de Bolívar la que daba fe a los patriotas y terror a los realistas.

  18. Aquel fusilamiento de Barreiro y sus oficiales, creará una manera sangrienta de zanjar las cuestiones políticas en la Nueva Granada y afectará de manera determinante el carácter de Santander. El 22 de noviembre de 1819 escribe Santander al Libertador: "Aseguro a usted que el asiento de Piar lo piden de justicia otros compatriotas nuestros". Poco después, el 3 de diciembre, al mismo Libertador, en expresiones de honda satisfacción exclama: "Fue aprendido el gobernador del Chocó, don Juan Aguirre, y fusilado acto continuo". Y el 10 de diciembre del mismo año: "Me parece que el pueblo que presencia la ejecución de un godo hace sacrificios por su libertad".

  19. Así que Santander le cogió gusto por las matanzas, por las masacres, esas en las que hoy Colombia bate todos los récords en el planeta. Todavía faltan narrar otras aberraciones espantosas de Santander, cuando ya sea presidente de la Nueva Granada.

  20. Apenas salía de la matanza de Barreiro y sus oficiales, el 26 de marzo de 1820 expidió la siguiente circular: "Número 9. República de Colombia. Francisco de Paula Santander, del Orden de Libertadores, Condecorado con la Cruz de Boyacá, General de División de los Ejércitos de la República y Vicepresidente del Departamento de Cundinamarca. Bogotá... Estoy informado de que los presbíteros doctores Santiago y José Torres y Pedro Flores marchan con grandísima insolencia, haciendo alarde en público de ser empecinados enemigos de la independencia de América, por lo que pido a ustedes que si siguen de un modo igual haciendo burla del Gobierno y fijando en su tránsito opiniones subversivas, se les fusile en el momento, sin réplicas ni excusa, y sin otra formalidad que la de permitir se auxilien unos a otros. Y el que así no lo cumpliere por recelo o por temor fanático, será responsable de su inobediencia, no sólo con su empleo, sino con su propia vida... ".

  21. Veamos lo que dice don Francisco de Paula, poco antes de morir, sobre este asunto de Barreiro y sus oficiales: "Yo hice en Bogotá lo que otros jefes y Bolívar mismo habían ejecutado en la provincia de Caracas, lo que el general Páez ejecutó en Apure, el General Bermúdez en Cumaná, el General Piar en Guayana, el coronel Lara en Guararé, etc. "Es decir, yo también hice lo que hicieron otros, y por ello no hay culpa y por ello reincidí muchas veces en lo mismo. Añadió en sus Apuntamientos que ni una sola persona expulsó él de Colombia y a nadie condenó que no hubiera sido por orden de Bolívar.

  22. En lo de Barreiro y sus oficiales pone en práctica un subterfugio que luego usará a lo largo de su mandato: no comunicar sus órdenes al Libertador, sino cuando las ha tomado y son ya irreparables. La decisión del fusilamiento la informó al Libertador seis días después de ejecutada.

  23. Aún en la noche nefasta de su agonía, poco antes de morir, rodeado Santander del arzobispo Manuel José Mosquera, del presidente Ignacio Márquez y sus más queridos amigos, pedirá a gritos, aceite de ricino empapado en la imagen sagrada de la Chiquinquirá y dirá: "Encúbreme Señor, yo no lo hice por maldad, fueron las circunstancias...". Encúbreme, como cuando le pidió a Bolívar, en aquella carta del 17 de octubre de 1819: "Al fin fue preciso salir de Barreiro y sus treinta y ocho compañeros. Las chispas me tenían loco, el pueblo estaba resfriado, y yo no esperaba nada, nada favorable de mantenerlos arrestados. El expediente, está bien cubierto, pero como ni U. (por desgracia de la América) es eterno, ni yo puedo ser siempre gobernante, es menester que su contestación me cubra para todo tiempo, de ella protesto no hacer uso sino cuando este remoto e inesperado caso pueda llegar. Estas líneas revelan cómo Bolívar siempre fue débil a las exigencias de Santander; y lo fue por creencia de que estas confesiones eran del todo ingenuas, y producto de la más fervorosa identificación moral con sus luchas. De aquél que era capaz de hacer las más duras confesiones al amigo para que éste le protegiera del ardor ignorante de la casta militar, del juicio histórico malsano y del verbo relajante de la chusma y de los abogados.

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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