Amigo Néstor Francia, más que ladrón, cobarde y traidor, Páez fue un MISERABLE!… Vea esto…

 

  1. Amigo, Néstor Francia: gran parte de mi vida la he dedicado a investigar nuestra historia. Te voy a pasar un dato profundamente esclarecedor de la conducta moral de Páez: SU ODIO PROFUNDO, INSÓLITO Y MISERABLE HACIA SUCRE, sin razón ninguna (o con toda la razón del mundo, según su caso). En 1830, mandó al general Santiago Mariño cerca de Cúcuta, para que le impidiera pasar a Venezuela. Cuando mataron a Sucre, Páez llegó a entenderse de la manera más cordial con sus asesinos intelectuales: Francisco de Paula Santander, José María Obando y José Hilario López. ¡INVESTÍGALO! Por otro lado, hasta su larga vejez, y se puede ver en todos los datos históricos, incluso en su biografía (que muchos dicen fue escrita por Rafael María Baralt), Páez nunca le hizo un homenaje a Sucre, nunca recordó su asesinato y NUNCA tampoco lo condenó: ¡MISERABLE! Por otro lado, se entendió a las mil maravillas con toda la banda de viles traidores que execraron a Bolívar y lo declararon enemigo de Venezuela.
  2. Don Francisco de Paula Santander y don José Antonio Páez enloquecieron al llegar al poder. No tenían ni un año como dueños y señores de amplios emporios de riqueza, uno en la Nueva Granada y el otro en Venezuela, cuando comenzaron a hacerse con las más grandes y mayores fortunas (propiedades), las que estaban a su alcance, y que poco antes habían sido de los más encopetados godos. El sabueso de Páez tragó el hueso de la REPARTICIÓN NACIONAL, y con la viveza de los malos venezolanos, preguntó a don Francisco de Paula Santander cómo quedaba él en la referida piñata. El Vicepresidente le escribió: "-Pues, yo le apunto que allí tiene usted la hacienda del Marqués de Casa de León y la hacienda "La Trinidad" en los valles de Aragua... Después que usted esté instalado le voy a regalar un hermoso alazán para que las recorra". Páez, que era muy sensible, ante estos bondadosos regalos, contestó: "Yo he quedado íntimamente reconocido a la oferta generosa de su hacienda. Excuse devolver el obsequio, pues usted sabe muy bien que de mis intereses, mi persona y cuanto yo valgo puede usted disponer en confianza. El caballo que me ofrece lo admito con tanto más gusto, cuanto es obsequio de un amigo verdadero". ¡BINGO!
  3. Actuando de este modo, Santander se convirtió luego en el más furibundo defensor de la PROPIEDAD, llegando a decir al respeto que ésta "es superior a cualquier otro, en términos que hay un escritor de reputación -¿Jeremías Bentham?- que asienta que sería más tolerable la violación de la seguridad personal que no la de la propiedad".
  4. De la catadura de este par de sinvergüenzas, estimado Néstor, se puede deducir por qué la Gran Colombia se destrozó en tres pedazos, y a la postre la América nuestra acabó en la ruina total. Si Páez hubiese sido un verdadero patriota, con tantos años que tuvo a Venezuela en un puño, hoy seríamos otra cosa. Por eso que Juan Vicente González le apostrofó con aquello de la rama olivo que pretendía llevar en una mano, estrellándole el famoso rayo aquel de la guerra en el culo.
  5. Así, pues, estimado Néstor, que aquel hermano del alma de Páez, don Francisco de Paula Santander, fue mucho lo que asimiló de las perversiones sensualistas de don Jeremías Bentham. Vea usted, cómo adquirió una obsesión por preservar y aumentar sus bienes materiales. Al principio, muy tímidamente, con sutiles preguntas leguleyéricas se dirigió al Libertador para sondearle lo de la REPARTICIÓN NACIONAL de ciertas propiedades. Con afectada inocencia le agradece que le vayan a ser concedidos ciertos terrenos, y una casita. Pero eso no lo satisfacía. Los ciertos era que ya estaba convertido en todo un experto en el conocimiento de los medios legales que podían satisfacer con creces cuanto deseaba y cuanto podía coger. Estaba siendo asesorado el Vice, nada más y nada menos que por don Vicente Azuero, el ex jefe de la Comisión de Secuestro funcionario de Pablo Morillo cuando éste tomó Bogotá y pasó por las armas a numerosos patriotas. Delicadamente le escribe el Vice a Bolívar: "No tengo genio pedigüeño oficialmente, pero deseo saber, etc., etc", y añade puntillosa y descaradamente: "Dígame usted para asegurarme, ¿los bienes nacionales de Cundinamarca entran en la Ley del Repartimiento? Quiero tener bienes: Lo 1º, para contar con una segura subsistencia y que cuente también con ella mi familia. Lo 2º, porque no quiero ser más insensato, desprendiéndome, como hasta aquí, de tales bienes. Lo 3º, para precaver que algún día pueda ser excluido de empleos públicos por no tener bienes. Y 4º, porque de servir con honor y con celo, queda muy poco, y quiero que me queden siquiera unas tierras ".
  6. Creemos que con esto queda Santander totalmente pintado por sí mismo. ¡Qué parecido a todos políticos ladrones que hemos tenido de Páez hasta el presente, amigo Néstor!). Y toma en cuenta, Néstor, que no contento Páez con todo lo que se cogió a diestra y siniestra con el apoyo de Santander, le compró (robó) los HABERES MILITARES a cientos de pobres soldados que habían servido a la patria. De modo, pues, que Páez y Santander simulaban servir al pueblo y al gobierno sólo para servirse a sí mismos, así como hoy vemos a esa multitud de canallas rojos rojitos (como el Rafael Ramírez) que casi logran que Venezuela vuelva a ser una colonia yanqui. Tanto Páez como Santander buscaban asegurar su futuro a costa de Bolívar, quien se estaba quemando el pellejo en los terribles frentes de batalla.
  7. Sin embargo, por desgracia del destino, Santander fue destinado a repartir dinero a los ejércitos patriotas. En Bogotá no hacía más que acuñar plata y llevar la cuenta de los gastos, de lo que se daba y de cuánto debía a la tropa. Fingía quejarse de esta ocupación, pero no era sino un modo sutil de perpetuarse en el cargo. Bolívar sufría las deficiencias morales de sus amigos y, cuando los veía conformarse con MISERIAS, el efecto del dolor le deprimía; le hacía escribir expresiones deplorables sobre el destino de América.
  8. De allí los consejos del Quijote-Bolívar a sus amanuenses, Páez y Santander, cuando decía: "Más preciosa es la vida de la República que el oro". Qué coño le podía importar esto a este par de ladrones. Esto iba en la respuesta a otra de las cartas en que Santander pedía más información sobre el REPARTIMIENTO DE BIENES. Aunque esta respuesta no estaba expresamente dirigida a él sino a los fariseos, el Vice debió encontrar, si quiso, las buenas intenciones del maestro.
  9. Por estas frecuentes peticiones del Vice, Bolívar le advierte: "Hay un buen comercio entre usted y yo; usted me manda especies y yo le mando esperanzas. En una balanza ordinaria se diría que usted es más liberal que yo. Lo presente ya pasó, lo fatuo es la PROPIEDAD del hombre, pues éste vive lanzado en la región de las ilusiones, de los apetitos y de los deseos ficticios. Pesemos un poco lo que usted me da y lo que yo le envío. ¿Cree usted que la gloria de la libertad se puede comprar con las minas de Cundinamarca?".
  10. Pero la cosa no quedaba ahí: Trastocando fechas y escribiendo melosas cartas al Libertador, consiguió finalmente que le estampara su firma para hacerse con Hato Grande y una "casita" de un tal español Córdoba. Bolívar, evidentemente fastidiado por esta clase de vulgares exigencias, le preguntó desde el abismo de la guerra venezolana: "Lo que yo deseo saber es cuáles son las propiedades que usted quiere se le adjudiquen".
  11. Fue así como el decreto -que concedía la propiedad de Hato Grande como pago de sus HABERES MILITARES- llegó en la medida que exigió Santander: con fecha falsa (las fechas no cuentan para nada y mucho menos cuando van arregladas en un documento redactado por el Hombre de las Leyes). La fecha que Santander le puso al Decreto fue la del 12 de septiembre de 1819. Es decir, tres días antes de su nombramiento para la Vicepresidencia. Tal vez era la mejor forma de guardar las apariencias".
  12. Santander cobraba por adelantado los "tormentos" que padecía en palacio; por esto pasó un oficio a la Comisión de Repartimiento de Bienes Nacionales, para que en caso de dejar la Vicepresidencia no lo fueran a dejar en la miseria. El que llega a una alta posición de gobierno no lo hace para salir de allí más rico. Esa será la conducta de los que vayan pasando por el poder en Venezuela, por ejemplo, desde que Páez se cogiera el COROTO. Miguel Peña se llenará de odio contra Santander al ver que éste está acumulando más bienes que él. Antonio Leocadio Guzmán no se quedará atrás; Quintero mucho menos. José Hilario López y Obando asaltarán las haciendas de Joaquín Mosquera porque hay que equilibrar las propiedades entre los que más tienen. "No tiene usted más derecho que nosotros" -le dirán democráticamente a don Joaquín. Son los primeros síntomas de la aberrante práctica que luego implantarán a sangre y fuego J. H. López y J. M. Obando en su país. A todos los recovecos legales acudía Santander y redactaba densas cartas al Libertador pidiéndole que, en virtud de sus facultades extraordinarias, le concediera propiedades a sus amigos (entre ellos a Páez, aunque monten después el melodrama de la COSIATA). Así se lo recordaba él con artículos que podían hacerse constitucionales. Repite en un oficio, que una casa de Santa Fe y la, hacienda de Hato Grande se la den en recompensa a sus servicios a la nación.
  13. Poco decoroso resulta el que un patriota acepte que se le paguen sus servicios con una casa, un hato y terrenos. Pero Santander imbuido ya en las prácticas utilitaristas de Bentham lo admite de conciencia y de acto, por escrito. Las PROPIEDADES para él eran más importantes que las IDEAS, que los PRINCIPIOS y mucho más fuertes que la LIBERTAD.
  14. Tampoco quería quedarse atrás en lo del rango militar (en esto sí que le ganaba Páez): "¿Creerá usted -le escribirá poco después al Libertador- que ahora pocos días estuve pensando que todos los generales pueden ser generales en jefe antes que yo, si sigo en el Ejecutivo? Pues es buen chasco -agrega- salir de Vicepresidente dentro de tres años a que me manden tantos generales que no sirven para mandarme". Estaba en lo que estaba.
  15. A los famosos generales que estaban en la guerra, llenándose de laureles en cada batalla, los veía con harta desconfianza. No tragaba en este sentido a Sucre, ni a su paisano José María Córdova -a quien llamaba "demonio sin instrucción"-; tampoco a Páez, Montilla, Salom, Maríño, Bermúdez, Arismendi y otros.
  16. Bolívar, débil ante este amigo, trata de satisfacer sus vanidades. Pensaba que en las cosas pequeñas lo mejor era ceder y no discutir por miserias pecuniarias. Pero de todas maneras lo iba a pagar bien caro. Así es, amigo Néstor…


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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