Es el estado natural del venezolano, la ARRECHERA?…

  1. Nacemos felices, brincando en una pata, luego aprendemos a reírnos de todo lo malo que nos pasa, y de cada caída nos las ingeniamos para sacar un chiste. En los intervalos, cuando nos acosan las fulanas ARRECHERAS, mostramos una mueca, pero es que a la vez, no queremos aguarle la fiesta a nadie porque nos encanta divertirnos, a encontrarnos bien sobre todo con los demás. En los más hondo de nosotros mismos, desearíamos que la vida fuese un eterno carnaval. Con sus disfraces, sus rumbas y perdiciones. TODO ESTO es parte de una aberración que, durante siglos, poco a poco, nos fue siendo inoculada…
  2. Pero, pues bien, las fiestas acaban, se levantan los templetes dando paso a los trajines de cada día. Nos cogen por el cuello las penas y tristezas, los agobios del trabajo esclavizante, sintiendo que nunca en ningún derrape, nos llegamos a divertir lo suficiente. Vienen los ahogos del silencio y la desolación que también se parecen a la incomprensión: el largo camino (que parece interminable) de la lucha por la vida que es también el de la MUERTE.
  3. Es cuando se descubre que en todo esto hay otras caras en el venezolano, una de ellas es una perenne frustración. Desde la colonia se nos quiso meter en la sangre el que fuésemos unos FRUSTRADOS. Seres que casi nunca logran sus propósitos. Seres que se quedan a medio camino de sus quehaceres, de sus aspiraciones. Una de las caras más horribles es el de la QUEJA, el vivir quejándose de todo (que también tiene que ver una debilidad espantosa, con una abominable impotencia). Otras de las caras que se contraponen al de las máscaras carnavalescas es el de la LLORONA. Una eterna lloradera que le impide a la persona definirse como otro ser más creativo y batallador, capaz de buscar otros rumbos.
  4. A la postre, y producto de reírse uno tanto de sí mismo, de ir de caída en caída y levantándose a empellones (no exactamente como un porfiado); de desengaño en desengaño, de fracaso en fracaso, de ir relegando los compromisos más sagrados con uno mismo para un mañana que nunca llega, el descuido, el abandono, el desdén hacia la cruda realidad, nuestra falta de visión, todo eso va incubando la condición de una inaudita ARRECHERA, que a la vez es un escape facilón y que puede resultar un autoengaño.
  5. Es cuando entonces, el verbo que más llega a conjugarse entre nosotros, es el de la ARRECHERA. Quién sabe si en un futuro no muy lejano hagamos LA REVOLUCIÓN DE LAS ARRECHERAS. Quién sabe…

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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