En la IV, se fue más devoto de "San Enriquecimiento Ilícito" que de José Gregorio Hernández… No se espanten…

  1. Lo voy a recalcar porque el olvido y eso de "repetir la misma historia una y otra vez" es la madre de los sufrimientos nuestros. Pero en Venezuela nunca podrá hablarse de corrupción sin que los copeyanos y adecos se sientan aludidos. Sin que la actual oposición venezolana sienta que es con ellos el asunto de las grandes matracas. Los adecos y copeyanos eran duchos en toda clase de farsas y pillerías, lo hacían reprimiendo, torturando, trampeando elecciones, quebrando bancos, industrias, líneas aéreas y levantando elefantes descomunales blancos y negros por doquier.

  2. En 1964, Rómulo Betancourt aún semibarraganato, toma la decisión de separarse definitivamente de doña Carmen Valverde, para así formalizar su relación con la doctora Renée Hartmann (ex Coronil). En ese momento, Rómulo Betancourt es uno de los hombres más ricos del continente, aunque los adecos se llenaran la boca diciendo que había salido de su presidencia en la más degradante indigencia. Para que se vea cuán indigente andaba, coge a su nueva pareja, doña Renée y se va a hacer un acojonante periplo por el mundo. Dice «Haré un largo viaje. Estoy cansado [...] Necesito encontrarme a mí mismo».

  3. Efectivamente, el 11 de abril de 1964, esta pareja comenzó a dar una de las más impresionantes vueltas al mundo, todavía embarraganados como ambos estaban. Visitaron ciudades como Nueva York —«en donde Rómulo vio por primera vez pinturas del Greco y Goya»—, Saint Louis (Missouri), San Francisco (California), Berkeley, Los Ángeles, Honolulú, Yokohama (Japón), Tokio, Kyoto, Kobe, Hong Kong, Kowloon, la frontera de la China Roja, Manila (Filipinas), Singapur, Islas de Penang, Bombay (allí adquirieron un ejemplar del Kama Sutra), Adén, Egipto, Port Said, Barcelona, Gibraltar, Londres (donde los recibió Alfredo), París, Bruselas, Luxemburgo, Bélgica, Colonia, Francfurt, Bonn, Amsterdam, Reims, Metz, Estrasburgo, La Haya, Rotterdam, Volendam, Lorena, Alsacia, [...]; llevaban guardaespaldas y una secretaria privada para el ex presidente.

  4. Pese a este desangre de plata visitando los hoteles y restaurantes más caros y lujosos Betancourt no dejaba de confesar en su cartas que era un hombre aburrido, que junto a su esposa, en grandes trasatlánticos, trataba de levantar el ánimo con su pasatiempo preferido: buscar parecidos en las personas. Y confiesa doña Hartmann que le llamaba mucho la atención que a Rómulo se le despertaba el apetito cuando más nervioso se encontraba. Esto lo pudo comprobar de manera fehaciente cuando se mató don Alejandro Oropeza en un accidente aéreo. Establecida la pareja en Nápoles le visitan con frecuencia Luis Beltrán Prieto Figueroa, Reinaldo Leandro Mora (quien era embajador ante la Santa Sede), Gonzalo Barrios y Jesús Ángel Paz Galarraga.

  5. Al tiempo que la idílica pareja Betancourt-Hartmann disfrutaban de su fama y de sus aparatosas vacaciones en Venezuela se estaban desatando una ola de incontenibles robos en la administración pública y grandes violaciones a los derechos humanos. A Leoni El Bueno no le hacía asco utilizar los métodos más monstruosos para hacer desaparecer políticos de izquierda y estudiantes. Los tribunales civiles y militares únicamente se ocupaban de investigar, procesar y condenar a militantes de izquierda, nada de castigar la corrupción que era pavorosa. Efectivos del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA), andaban muy activos atribuyéndose funciones que sólo le correspondían a la Policía Judicial. Se comenzaron a instalar en distintos lugares de Venezuela, los famosos campos antiguerrilleros como los de Cachipo, Urica (en El Tocuyo), Cabure, Yumare, Cocollar, Isla del Burro, en los que centenares de ciudadanos eran torturados. Las cárceles se encontraban hacinadas de presos políticos y desde las de Tacarigua, San Carlos y Maracaibo llegaban denuncias sobre frecuentes violaciones de los derechos humanos, pero en Occidente nadie decía ni pío de los espantosos desmanes que se cometían en Venezuela. Ni la ONU, ni la OEA, ni la Conferencia Episcopal, ni la SIP, ni la OIT, nadie, absolutamente nadie...

  6. Venezuela vivía una perfecta dictadura militar gobernada por un HOMBRE MUY BUENO. En 1965, la famosa pareja hizo un toque técnico en el «infierno venezolano». Después de tan fantástico periplo, Venezuela comenzaba a producirles incomodidad, pena y hasta asco (de haber gozado sin pausa ni límites en los hoteles y las mansiones más esplendorosas del mundo moderno). Fue entonces cuando la señora Renée, cuidando la salud de su pobre hijo (el "poeta" Alfredo Cornil Hartmann), le arregló su apartamento y le buscó una cocinera, y lo ubicó en una embajada de categoría Revlon. En terminados estas preocupaciones de madre, emprendieron otro viaje. Qué sabroso, carajo, no la debían, no la temían, no los buscaba la CIA, no eran terroristas (como sí lo eran los cubanos o fidelistas), no pesaban sobre ellos sanciones de ningún imperio. Qué golilla tan divina. Se fueron a Nápoles, donde Betancourt no dejaba de pedir espaguetti con aceite y ajo, uno de sus platos preferidos: «El Rosso e Nero era nuestro sitio de perdición [...]» Alfredo ya estaba contento y bien ubicado, y los visitó en Nápoles. Rómulo como los adecos de fortuna y de mundo se había convertido en todo un consumado gourmet.

  7. En 1967, Alfredo Coronil Hartmann, el hijo de la doctora Hartmann, se hizo con el Consulado General en México, un cargo que por una simple llamada de Betancourt a Cancillería lo logró para su hijastro. A los meses, el "poeta" Alfredo se quejó, diciendo a su madre que se sentía harto incómodo en esa república bananera del norte. Betancourt hizo otra llamada a Cancillería y Alfredo Coronil Hartmann fuese nombrado segundo secretario en la embajada de Berna. Sus padres le alquilaron (para él y su esposa Mercedes) un buen apartamento, cerca de donde se alojaba la admirable pareja. El embajador en Suiza, era Francisco Martínez quien se entendió excelente bien con don Alfredo, se entendieron muy bien.

  8. Betancourt regresa a Caracas a finales de 1967 para comerse las hallacas en casa de los poderosos empresarios Di Maggi, donde las mandaban a hacer muy exquisitas, con una tal negra Domitila Calderón, muy adeca, tan adeca como el Negro Encarnación portero en la Casa del Pueblo. Traía Betancourt, también para esa fecha, unos discursos en los que haría trizas al pobre «Orejón» de Prieto Figueroa. Betancourt, comiendo caraotas negras y morcillas, una mañana temprano en la casa de los Di Maggi, repitió más de siete veces la frase hora menguada (su preferida) para referirse a la situación transitoria por la que estaba pasando su partido. Y añadió: —Pero es que Prieto se ha vuelto loco; ¿es que acaso él podría gobernar sin el consentimiento de Washington? Prieto también vive contaminado por la fiebrecita de ese hipócrita izquierdismo, producto no de principios sino de un resentimiento secular, que sudan pero que nunca pasan, quienes se han amamantado en las ubérrimas ubres de la ambición grupal. Él no entiende acaso que quienes determinan el poder no lo quieren para nada: la Iglesia lo odia, en las Fuerzas Armadas no lo tragan, en los medios de comunicación lo muestran horriblemente feo, sin ninguna gracia personal, los empresarios lo harían papilla a las primeras de cambio creándole desabastecimiento y una espantosa especulación. Es que ya lo veo recibiendo más golpes que bola suelta en un volteo. Loco, loco de bola, él no lo sabe, está loco; qué se ha creído, que los americanos lo dejarían gobernar; es que ya me lo han dicho: «al negro no lo queremos [...]».

  9. Oído al tambor, señores de la oposición: Una cosa llegó a comprender con una claridad meridiana la llamada "democracia venezolana" y era que todos los problemas del país se estaban "resolviendo" en los restaurantes de Sabana Grande, Altamira, La Castellana y Las Mercedes: allí los congresistas entregados a sus negocios particulares y a arreglos a espaldas del pueblo, comprobaban cuán beneficiosa había sido la "democracia" que amaban, trinchando lechones, atragantados de exquisitos mariscos traídos de Galicia o del Mediterráneo. Esas comilonas se extasiaban considerando las fortunas representativas, participativas, de justicia y equidad que disfrutaba con creces el noble pueblo de Bolívar.

  10. Pero la situación estaba grave. Betancourt entre bocado y bocado decía: "—Coño, la democracia que yo fundé, está herida de muerte, y aquí hay gentes nuestras celebrando, cuando no son capaces de entender en el inmenso atolladero en el que estamos metidos. En negro aprieto nos han metido, del que no saldremos sin grandes pérdidas…."




 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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