Las elecciones no son la solución, ni un objetivo válido para un cambio verdadero

Este escrito está dirigido a los que creemos en el Plan de la Patria redactado por Chávez y que debemos retomar el camino de la revolución socialista, siguiendo el plan como su punto de partida.

Derrotar a Maduro en unas elecciones es un falso objetivo. Debemos salir de maduro y del madurismo solo por ser un estorbo en el camino principal, el cual nos debe llevar hacia el socialismo. Es un solo movimiento, hacer las dos cosas a la vez; nuestra meta es derrotar a maduro derrotando la lógica del capital. La salida de Maduro debe estar acompañada de toda la fuerza ideológica necesaria para derrotar al capitalismo. Si vencemos la lógica del capitalismo, su ideología, su espiritualidad, queda implícita la derrota maduro y el madurismo, no se trata de un problema en contra de un grupo de personas, ni de un trámite que hay que cumplir primero para después hacer la revolución, se trata de un problema político ideológico, ético, con el cual debemos lidiar en todo momento, dentro y fuera de nosotros mismos.

Pero tampoco se trata de caer en la trampa de los legalismos de las instituciones burguesas, como si estás facilitaran los cambios revolucionarios. El hecho de que el madurismo las manipule a su antojo y conveniencia no las hace necesaria para la revolución, como es el caso de las elecciones y la democracia burguesa: está hecha para perpetuar la vida del sistema capitalista y su lógica.

A nuestra manera de ver, reconciliar un país dividido en clases antagónicas en un juego seudo democrático, donde dicho juego es un carnaval veneciano donde todo el mundo se pone la máscara de la felicidad por uno o dos días, abrazados como hermanos y amantes hasta que se nos pasa la pea, es un pacto con el enemigo si no se cuenta con metas claras y fuerza popular, unos días de ilusión no cambiarán la injusticia social, no van a integrar a la sociedad y fortalecerla en el tiempo, no nos harán más sabios o más preparados para la vida, ni más iguales, o más solidarios, amorosos, ni más patriotas… De cara a Chávez ahora nos debería dar vergüenza seguir creyendo en elecciones burguesas. Los socialistas que nos entusiasmamos con la rebelión de Chávez y la posibilidad cierta de cambiar la sociedad, ya deberíamos saber qué hacer, porque contamos con objetivos claros, con experiencia y con un plan escrito que nos heredó el último Chávez; falta por recuperar el coraje para retomarlo, para estudiarlo debatirlo… Los objetivos propuestos por el comandante asesinado deberían ser (por ahora) nuestros propios objetivos. Solo así se podría participar en unas elecciones, con claridad de objetivos y con la certeza del triunfo, con el apoyo de la masa chavistas y socialistas convencidos, mediante una vanguardia política activa (políticos de todos los sectores de la sociedad) que pueda movilizar al país en una sola dirección, hacia el socialismo.

Un socialista no puede detener su camino por cumplir trámites en la democracia burguesa y con ello aspirar hacer una revolución. Sus valores son otros, atienda a la conservación de la vida humana y natural y va contra de los prejuicios y privilegios burgueses y el capital. Sobre este principio su máxima ley es la ley de la revolución. Y sobre este principio juzga lo que es o no es corrupción moral, la única que existe, considerando la llamada "corrupción administrativa" un concepto originado por el Estado burgués, que se aplica sólo a los administradores públicos, para que los privados puedan ejercer control sobre las finanzas públicas a su antojo. La única corrupción administrativa verdadera es moral, cuando se usa la cosa pública en provecho personal y de forma mezquina de codiciosos que degradan la sociedad.

No hay revolución si aceptamos alternar gobiernos cada tantos años, pero defendiendo un mismo orden social; cambiar cada cuatro cinco o seis años para que nada cambie. Y menos creer que esa "democracia" sea un valor universal, ¡ya estamos grandes para creer en el cuento de la democracia burguesa que nos imponen los imperios! Pretender que respetando las leyes y reglas burguesas, por más avanzadas que parezcan, vamos a poder cambiar un "sistema" hecho para inmunizar a una pequeña parte de la sociedad, pagando el precio de la destrucción de toda forma de vida. Esa democracia es la máscara de una maldita tiranía.

En una revolución social hay una razón por la cual la clase trabajadora toma el poder, y esta es cambiar la norma, voltear las leyes, el orden establecido, para luego resistir los embates de la reacción, de la restauración del viejo orden; con violencia o sin violencia, pero una verdadera revolución debe saber resistir con coraje, estar dispuestos a morir si fuera necesario por una causa justa; para sostenerla en el tiempo. Esa causa justa es la democracia socialista, la igualdad y la justicia socialista, el espíritu de solidaridad humana, el humanismo en todas sus formas creadoras.

Visto así, el problema con maduro –y el madurismo – es que, luego de la muerte de Chávez (y quizás mucho antes) no fueron capaces, él y su gente, de resistir los embates de la restauración; él mismo fue una reacción a la revolución; asumió la restauración como su propia causa, y desde que aparece como gobierno, desde ese momento, se pierde la revolución bolivariana socialista, se desmoviliza a la masa, el poder popular se convierte en un mito, siendo más bien un apéndice burocrático de un gobierno de mezquinos. Desde maduro hasta acá perdimos "el poder", la oportunidad de consolidarlo en las bases sociales como "democracia socialista", como una clase trabajadora y proletaria, movilizada, bullendo políticamente. La clase de los trabajadores y expropiados por el capitalismo estuvo unos años en lo más alto de las prioridades de Chávez. Chávez fue su voz en solitario, pero terco como fue, la defendió hasta su muerte.

Más que una candidatura, lo que necesitamos es un líder, preferiblemente una vanguardia de líderes, para llevar adelante la tarea de hacer la revolución socialista en la calle y desde el gobierno central, orientados por el plan de la Patria pensado por Chávez, bolivariano, socialista y chavista. El discurso de las justificaciones y de los buenos deseos de un candidato que promete felicidad a todos, a ricos y a pobres por igual, no puede convencer más que las profecías de un verdadero capitán dispuesto a cambiar "todo lo que deba ser cambiado", aquel que compromete su palabra, que da el ejemplo, que habla con la verdad a la gente.

VIVA CHÁVEZ

 

 



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Marcos Luna

Dibujante, ex militante de izquierda, ahora chavista

 marcosluna1818@gmail.com

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