Pasado, presente, futuro

Dicen que hay que vivir el ahora, el presente, el momento, y no mirar hacia atrás. Pues bien, ni siquiera me parece conveniente aconsejar a quienes lo tuvieron triste, vivir sin recordar el pasado. Siempre hay alguien para quien fue más triste todavía. Pensar en los demás en todos los asuntos humanos, consolarse con ideas comparativas, no es de tontos. Todo lo contrario, es, primero ser consciente de que uno es un ser eminentemente social, y luego, que el sufrimiento propio pasado o de presente se alivia si lo relativizamos todo. Y si el pasado fue triste, es saludable mirarlo de frente y pensar en cuántos lo habrán tenido mucho peor. No sé, pues, por qué tanto empeño en no mirar al pasado, una actitud mental pautada seguramente entre psiquiatras y espiritualistas de una vaga religiosidad moderna pero empapada en todo caso en egotismo.

En esto, como en todo, no hay reemplazo para el "nada en exceso" que aún figura en el frontispicio de las ruinas del templo de Delfos en Grecia. Así es que no exageremos. Ni el presente, objetivamente, es mejor que el pasado, ni el pasado es mejor que el futuro, ni el futuro mejor que el pasado y que el presente. Lo que sí podemos hacer es negar el tiempo…

Al menos yo, en proporción a lo que dicta la razón, vivo simultáneamente en tres dimensiones. Vivo el presente que disfruto porque rehuyo, en lo que me es posible, todo cuanto de desagradable y repulsivo de la sociedad me deprime el ánimo y me coarta la expansión que precisa mi propio espíritu. Pero vivir el ahora no significa tampoco no poder evocar esporádicamente tantos y tantos momentos felices del pasado, tantas risas que no volverán, entre otros motivos porque ya han desaparecido de mi vida aquellas amigas y amigos de un carácter irrepetible. Y en cuanto al futuro, por higiene mental no debiéramos pensar más allá de mañana…

Vivir el ahora tampoco supone ignorar, como el avestruz que ante el peligro esconde su cabeza entre las alas, que cualquier momento futuro será peor. Vivir el ahora no excluye estar preparado, aparte de estarlo para la muerte de la que nadie se libra pues nadie es inmortal, para el futuro colectivo. Y estar preparado supone tres cosas: mantenernos firmes contra nuestra vacunación; traer del subconsciente al consciente la alta probabilidad de escaseces, principalmente de agua y, como consecuencia, también de alimentos; reparar en el hecho de que vivimos sujetos a una moral exclusivamente pensada para tiempos de paz, y por eso hemos de reservarnos otra moral de emergencia. Una moral para tiempos de guerra, pero también para tiempos de caos, si no queremos caer los primeros.

Porque muchos, como yo, pese a mi edad, seguimos sintiendo la necesidad de ser dueños de nuestra propia vida. Y, por consiguiente, deseamos evitar que cualquier otro ser humano, por notable que sea, o cualquier circunstancia ajena a nuestro destino, al azar o a nuestro sentido de anticipación, nos perturben, y desde luego sean ellos quienes de distintas maneras nos arrebaten la vida…

27 junio 2021



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1084 veces.



Jaime Richart

Antropólogo y jurista.

 richart.jaime@gmail.com      @jjaimerichart

Visite el perfil de Jaime Richart para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Jaime Richart

Jaime Richart

Más artículos de este autor