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La explosión social: ¿Provocará la implosión política del régimen?

"La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa". Marco Aurelio Almazán, escritor.

El hambre, y el desastre de todos los servicios público, no declinan La implosión que puede conducir a la caída del gobierno, y no resolver la crisis. Por el contrario, la situación social podría agravarse, como Estado fallido. Las protestas en pleno desarrollo en todo el país, vislumbran una implosión política como el elemento más probable, y decisivo en la actual coyuntura venezolana, pero la anarquía presente en esos eventos, es una forma apolítica e ignorante de eludir los problemas de la revolución.

Hay una confusión terrible en estos disturbios sin cabeza, ni dirección visible hasta ahora, no solo en los conceptos, sino, en la dinámica de esas protestas sociales, no políticas. La espantosa crisis económica, y el ACV en los servicios públicos, y la grave paralización atizada por la falta de gasolina, que paraliza el transporte, y la economía, están fomentado la explosión social con la esperanza que esas desordenas movilizaciones pueden provocar una implosión al interior del gobierno bolivariano que facilitaría su caída. A partir de la crisis del coronavirus, ahora es la implosión, o la desesperación popular la que puede provocar la explosión social, 85 % de descontento popular arrojan los ‘Exit Poll’, obtenidos en los teatros de las protestas.

Los clásicos de los artes de la guerra, dicen que una implosión política, ni la explosión social se planifican, ya que una no provoca la otra. Cada una emerge por separado debido a causas distintas, aunque puedan aliarse en los escenarios de los acontecimientos, porque la base de ambos elementos de la tragedia económica venezolana implosión-explosión, ambas se encuentran en crisis interactuando espontáneamente.

Está profundamente probado a lo largo de la historia de los conflictos mundiales, la idea innata que las transformaciones en las sociedades, en crisis socioeconómicas terribles como la venezolana, sean por obra de decisiones subjetivas. Una implosión política puede desarrollar, a que concurran ciertas condiciones objetivas para una situación revolucionaria alejada de dogmatismos ideológicos anacrónicos, no para una explosión social sin control, ya que por sí sola no permite valorar cuál sería su efecto estratégico, en los cambios que requiere la economía venezolana, donde entre el luchar, y vencer, es necesario vencer, y no morir en el intento.

No todas las alternativas de poder, derivan necesariamente a través de la explosión social, ni toda explosión social deriva tácticamente en una alternativa de poder. Lo esencial, en fin, es entender qué alternativas de poder existen en la población activa, y pasiva de la sociedad venezolana, con mayores probabilidades de triunfar cuando se desata una implosión en el poder político. Ojo, con la implosión, lo más probable es que se desate un desorden anárquico, sin un liderazgo fuerte que ponga orden en la pea.

¿Implosión, explosión, o revolución? Estos sucesos desatados por el alto costo de la vida, están manejados por una falsa disyuntiva en el factor represión, donde el miedo ha ido desapareciendo. Entre ambos puede existir una interrelación dialéctica, no de causalidad, porque los actores no entienden las ciencias políticas, ni menos, lo de la resolución de conflictos, y tampoco saben de lo que es la exclusión social, y la pobreza atroz. ¿Qué lleva a que la presión hacia al interior del régimen político sea minimizada por los comisarios políticos, que ocultan la fuerte presión externa, de modo que no se dan cuenta en la nomenklatura, que el régimen ‘asintomáticamente con el coronavirus político’ colapsa internamente?

El descontento popular en las calles ante este desastre se pregunta ¿El caos actual en la sociedad venezolana hará una implosión? ¿La elite en el poder conduce a una implosión? ¿Cual es la diferencia entre una implosión en un país donde nada sirve, que ha desatado una crisis social, y una revolución parapléjica? Al parecer la gente ya no se come esas cotorras ideológicas pasadas de moda.

La implosión en puertas que ocurre en una sociedad como la venezolana estancada económicamente, anacrónica políticamente, con un gobierno incapaz de la innovación, con un enorme peso de la burocracia cívico-militar parasitaria, que se impone negligentemente sobre las clases sociales trabajadoras, y profesionales que optan por huir del país. Una población fracasada, en la que todas las clases sociales sobrevivientes coinciden, hasta ahora en forma pasiva, tomar un rumbo distinto al que lleva el país. Por lo menos hay consenso, donde se coincide que el gobierno actual perjudica a todos los venezolanos, donde los jóvenes no tienen futuro, sino el del espejo cubano.

Esta crisis social, se profundiza al agravarse las contradicciones entre las clases cívico-militares gobernantes, y las sociales sobrevivientes a esta tragedia en estos terribles momentos de recesión, y de depresión de la economía, una implosión ocurre cuando el gobierno no cumple una función racional, destruye el sistema productivo, mantiene una situación insostenible, en continuo deterioro, agrandando el Estado parasitariamente, deformándolo , para así mantener los privilegios del aparato burocrático que se beneficia por encima de la población empobrecida, y que entra en contradicción con la sociedad venezolana entera, ahora con la sociedad de una dominación extranjera con: árabes, chinos, rusos, iraníes, cubanos etc.

A la muerte de Hugo Chávez, en alguna medida, la revolución bolivariana implosionó. Pero, lo esencial fue que construyó una alternativa de poder, aunque, por supuesto, extraordinariamente burocrática, y retrógrada, de carácter antinacional, inscrita torpemente en la fenecida guerra fría del siglo XX. La posible revolución social, fue abortada prematuramente, muy cerca del parto del 2013.

La oposición venezolana con esa legión de bates quebrados no logra construir, entonces, una alternativa de poder, piensan que la democracia consiste, no en las conquistas nacionales contra el atraso productivo, o en avanzar hacia la modernidad, cortando privilegios, sino, en la rivalidad de intereses miserables entre sus cúpulas.

Actualmente, el gobierno bolivariano experimenta el aislamiento, la impotencia, la generación de crisis múltiples, el incremento de la contradicciones entre el poder, y la nación, la acción desde el poder contrarían al propio poder, debilitándose sin remedio, entrando en una entropía sin poder evitarla, para no abrir otra grieta mayor en un elemento represivo de dominación, sufre la carencia creciente de recursos estratégicos, la productividad que disminuye, la función social que se reduce, la incapacidad de tomar decisiones, la negación de la realidad o, al menos, su valoración ínfima frente a la arrogancia de la represión militar, y policial feroz, como soporte para no caer. Y este poder inútil es percibido por la población en general como una carga parasitaria ya insoportable.

El poder bolivariano se ve desconcertado. Sin embargo, lo improbable no es que un régimen militar se agote, y caiga por sí mismo, aunque su caída sea impredecible en los detalles concretos. Lo improbable, realmente, es el final de la revolución, la conjunción de factores objetivos, y subjetivos, que puede tomar la implosión como un elemento más de una situación pre-revolucionaria, pero, que no es necesaria para que podamos prever una revolución trasnochada.

La impresión por la escasez de gasolina, que es vendida a 3$ el litro, y la corrupción revolucionaria, y de los enchufados, que conducen lujosas camionetas Toyota 2020, y compran en los celebres Markets en $ USA, se debilita, y se derrota a sí misma, como un puente estructuralmente podrido, en el cual se rompe el equilibrio de las tensiones, a las que está expuesto por lo que sufre desplazamientos críticos ante cargas móviles. Esta descomposición, por simple implosión, puede llevarnos al caos.

La implosión puede conducir a la caída del gobierno, y no resolver la crisis. Por el contrario, al compactarse bruscamente el Estado militar la situación social podría agravarse más, como un Estado fallido, incontrolado, donde el hampa común, y fragmentada se regodeen, en la impunidad del caos en las llamadas zonas de paz. Ciertos sectores empresariales especuladores, al borde del abismo, guiados por la ceguera inveterada que emana de la dolarización desenfrenada, piensan que se podrían convertir sus delitos financieros en un aterrizaje sin novedad.

Sin embargo, para la nomenklatura, después de las parlamentarias del 6D del 2020, sino son suspendidas, su sobrevivencia radica más que nunca en el poder absoluto. Y lo aprietan en los puños para que no se le escurra entre los dedos. Una implosión significa el derrumbe del Estado, profundamente deformado, convertido en una fuerza de tarea. Los militares encabezan un poder dictatorial, y redujeron el Estado a un aparato corrupto e ineficiente al margen de la ley, con el estrangulamiento burocrático de la población

El objetivo de las actuales protestas según mi criterio no es la implosión del gobierno, aunque dicha implosión es un elemento que se debe tomar en cuenta en la estrategia, de la lucha por el poder de los grupos en pugna. El énfasis debe radicar en revelar, cuando se presente, la existencia de una situación revolucionaria no dogmatica, que ayuden a madurar en la conciencia, y en la voluntad de la población electoral mayoritaria, la búsqueda de una salida que transforme radicalmente el orden existente.

Las protestas de este fin de semana los días 23, 24, 25, y 26 de septiembre del año 2020 son una especie, parecida a la de un cisne negro. Unas protestas inesperadas. Tanto así, que su impacto es todavía desconocido. Fue un acontecimiento trascendente, pero casual, sin dirección alguna, como una sacudida tectónica cuyas ondas se difundieron por el tejido de la sociedad venezolana. Algunas cosas quedaron tiradas boca abajo. Pero, nada de lo torcido fue enderezado. En realidad, la falta absoluta de gasolina, y el alto costo de la vida, así como la cuarentena mal manejada del virus chino, contribuyeron a generar las protestas. La fuerzas represivas se mal impulsaron esta vez, y saltaron sobre unas conchas de mangos, rompiéndose la columna vertebral. Ahora los cuerpos represivos del régimen les tocarán desplazarse en sillas de ruedas. Han pasado a la defensiva estratégica torpemente que, no se han dado cuenta. Cada vez el gobierno luce más desconcertado ante la grave realidad socio económico que le es adversa.

Pero, estas protestas del fin de semana no pretendieron construir nada. Prendieron simplemente la luz al final del túnel, dejando al descubierto las características enfermizas del poder. Esto ha abierto un proceso de crisis en el gobierno. Una crisis según los más expertos analistas políticos militares de carácter autodestructivo, y que se conoce en el arte de la guerra como implosión.

Si a las protestas de este final de septiembre del 2020 se le quiere llamar insurrección habrá que precisar que nunca vislumbró como objetivo la toma del poder. Sin embargo, lo verdaderamente importante, es el cambio progresivo de la sociedad ante el miedo y el chantaje.

Percasita11@yahoo.es



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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