El testamento

"Hoy, 30 de mayo del 2020, siendo las 4 de la tarde, me encuentro alistándose para redactar mi testamento. Para lo cual me encuentro ante un notario público y un testigo adicional, que hacen constar que me encuentro en perfecto control de mis pensamientos y de mis acciones, ya que los últimos medicamentos ya cesaron sus efectos, y, es por ello, que aprovecho este instante, antes de que llegue la hora de tomar mi segunda tanda en horas de la tarde, y proceder a nebulizarme, tal y como lo han dispuestos las autoridades sanitarias ante la infección que sufro, producto de la pandemia denominada Coronavirus 19, o el Covid 19, como suelen llamarlo también", eso lo dijo al principio de la acción "testataria" un hombre que padece del mal y, que, según él, tenía dos opciones: vivir o morir, y que, lo mejor siempre era pensar en lo peor, por lo cual no quería dejar problemas para sus familiares. Ese fue su argumento.

"Procedamos, entonces", dijo el notario, con cara de fastidio, después de asentar en el libro de acta la hora y la fecha, así el nombre del hombre, fecha de nacimiento, estado civil, y condiciones físicas y mentales. "Adelante, señor, le oigo".

"Dejo mi herencia política a mis hijos menores de edad, y a mis futuros nietos, a quienes, difícilmente podré ver. Los insto a que tomen mi legado como el abc de la Biblia. Que luchen por sus ideales, que no pueden ser otros que el de amar a su país, hasta en los huesos, y protegerlo de los tiburones que lo acechan. Que sean buenos ciudadanos y que sean honestos en el proceder y responsables en cada acto de sus vidas. Igualmente, dejo a ellos mi único tesoro: los libros. Que los conserven, pero sobre todo que los lean. No vale tenerlos pegados a una pared, sino limpiarlos del polvo y abrir sus páginas, como el que abre una puerta a la sabiduría".

"Por otro lado, dejo a mis familiares, lo único que poseo, después de los libros, mi voluntad férrea de haber sido lo que fui. Un hombre recto y cabal, amante de su pueblo y defensor de las injusticias. Dejo a mis amigos, mi eterno agradecimiento por haber depositado en mí una amistad indestructible. La amistad es un valor universal y moral. Es el afecto personal bondadoso y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Es sentirse a gusto con otra persona, conversar y compartir sentimientos, convicciones, gustos, aficiones, opiniones, creencias y proyectos. Quien tenga un amigo, que lo cuide. Es un tesoro. A ellos todo mis respetos y consideraciones, y mis mejores deseos por su permanencia en este planeta, haciendo el bien, nunca el mal".

"No dejó dinero a nadie, ni bienes materiales, porque nunca pensé en dejarme aprisionar por el deseo de acumular dinero para, al final, morir sin nada, tal y como aparecí un día, sin nada, totalmente desnudo y desvalido, así me iré. A mis hijos y nietos, cuando vengan, les digo que se mantengan alejado de la avaricia. Aprendí a ser, y desdeñé el tener. Eso es lo más importante de la vida. Eso es todo señor notario".

"No se olvida de nada. Piense un poco, mientras me tomo un vaso con agua", dijo el notario. A los pocos instantes:" Bueno, como olvidarme de mis maestros y profesores, pero, en especial, a mis maestros de la vida. Esos que a la calladita le indican a uno cual es el camino correcto para seguir". El notario insistió: "¿Está seguro de que ya es todo? ¿No olvida algo?". "Es que usted es como el diablo que quiso acorralar a Florentino, y casi no me deja pensar sobre lo más importante en mi vida. A ella, a mi esposa amada, mi más profundo agradecimiento por haberme aguantado tantos años. Ella fue mi palanca de Arquímedes, en todo. Recuerde usted, señor notario, que Arquímedes dijo: "Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo". (Por favor, no ponga estas últimas palabras). Por lo tanto, ella fue mi punto de apoyo, y es lo más importante que me ha sucedido en mi vida. Soportó mis ímpetus, y me apoyó en mis locuras. Con su silencio me ayudó a crecer como ser humano. Y con su palabra orientadora, guió mi vida hacia el cielo, y más allá del cielo. Sin ella no hubiera podido ser lo que soy: un ser espiritual, preñado de amor. Y menos, sin sus oraciones, hubiera podido soportar este contagio. Ahora sí terminé. Por favor, haga constar en el acta que si yo me salvo de esta, este testamento no existió".
 



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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