Toderos

—Compita, usted sabe ¿que es factótum?

—¡Virgen Santísima!

Eso debe ser alguna grosería.

De dónde sacó es palabra, hombre.

—Se la oí mentar a un cristiano en la buseta.

—Más bien ese será un, cómo llaman eso, un sacrílego. Creo que le dicen así.

—No venga a enredar la cosa con más palabras raras.

Usted, ¿tendrá internet en ese celular que tiene ahí?

—No sea iluso es usted, hombre.

Qué internet va a tener este carrancho de teléfono, si así quince años que lo compré. 95 bolívares me costó y cinco bolívares de saldo, cien en total.

Ni chip tiene, porque por ese entonces eso no existía.

Y comprar uno nuevo vale un ojo de la cara, lo menos que le piden son 80 dólares por un tapa amarilla.

¡Epa muchacho!

Busca en tu teléfono que significa factótum, hazme ese favorcito.

Gracias, vale.

A Dios Santo. Lo que significa esa palabra es todero.

¿En qué idioma estará esa palabra? Si tan fácil que es decir todero.

—Mire usted las cosas que uno aprende.

En este país, todos somos unos factótum.

—En lo que queda de país, recuerde.

Y así es, unos toderos.

Aquí cualquiera de nosotros es médico porque a todo el mundo lo recetamos; somos ingenieros porque cualquiera levanta un rancho en una noche; somos abogados porque sabemos más de leyes que cualquiera; psicólogos cualquiera lo psicoanaliza a uno en un dos por tres, y pare usted de contar.

—De políticos ni se diga.

—Aquí cualquiera sabe de política más que un diputado recién electo.

Usted habla con cualquier cristiano y le dice lo que hay que hacer para tener el mejor gobierno del mundo. Y resolver todos los problemas de la población.

Eso sí, solo bembeteo na´ más.

Usted se acuerda cuando la gente para ofender a un político le decía "político profesional".

—Claro que me acuerdo, eso se puso de moda en radio, televisión y prensa.

Decirle "político profesional" a un diputado, a un senador o a cualquier dirigente era una ofensa grave.

Casi una mentada.

—Así era, y creo que todavía lo es.

No se le permite a un político ser profesional en ese asunto.

Que además el individuo pasa toda la vida en esos menesteres.

Cuando llegó el difunto, la cosa se puso peor. Porque ese ofendía a cuanto profesional se le cruzará por delante, menos a los suyos porque esos si eran buenos.

—Y lo de la contraloría social.

—A eso me iba a referir, ahí no había ingeniero que valiera.

La comunidad decía cómo se tenía que hacer la obra, cuándo hacerla y cómo utilizar los equipos y los obreros, porque ella era la única que sabía del asunto. Sabía más que un pescao frito.

¿Por qué no le aplicó la bendita contraloría social a los suyos? Ahí ni se metió.

Esa mala y distorsionada política social reforzó al todero que opinaba sobre todo en el cielo y en la tierra.

Desde ahí en adelante para qué sirven las universidades. Más bien sobran.

—¿Usted cree que un político debe ser profesional?

—Debe ser un profesional en ese asunto, no que tenga un título universitario. Sino un profesional en el arte de la política.

Porque eso es un hacer complejo y se necesita que quien ejerza la política esté preparado para hacerlo.

Eso no es solo hablar paja, como uno cree.

Por qué cuando uno va al quirófano si quiere un buen profesional, el mejor si es posible. Por qué no se busca uno un tutorial en youtube y le dice al pana que lo opere. No verdad.

Ahí quiere uno al mejor, porque el pellejo está en riesgo.

Yo le dejo, porque tengo que buscar unas cosas que dejé apartadas allá abajo.

Y le dijo: Por ahora, apriete.

 

 

 

 

 








 



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Obed Delfín


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