Asidero

Desoír al presidente Maduro, Venezuela sin dirigentes en plena facultad de liderazgo

*Los precios del café y cacao, una manera de no amar al país. ¿Qué sucede en la frontera?.

Desoír al presidente Nicolás Maduro Moros es usual ya en Venezuela y, precisamente cuando de alimentos se trata, totalmente controlados por militares. Me acuerdo una alocución suya sobre el colocamiento de un paquetico de café de 200 gramos en las cajas y bolsas CLAPS, inmediatamente subieron de precios y ya raya los cien mil bolívares soberanos.

Considérese, por ejemplo, una taza de café de € 3.00 comprada en una cadena de tiendas. Solo 1 centavo va al agricultor que cultiva y cosecha café. En los últimos años, el precio del mercado mundial de los granos de café verde se ha reducido a € 1,80 por kilogramo, llegando a su nivel histórico más bajo en términos reales. Para la mayoría de los 25 millones de pequeños agricultores que cultivan el 94% del café del mundo, esta cifra está muy por debajo del costo de producción. Los revendedores y el distribuidor reciben los beneficios, al igual que el cacao, poseemos y cultivamos el cacao más caro del mundo.

Los productores de café en América Central, por ejemplo, necesitan entre 3,36 y 4,32 euros por kilogramo solo para alcanzar el equilibrio. Por lo tanto, en la actualidad, no obtienen absolutamente nada de su arduo trabajo y el de sus hijos, que generalmente ayudan con la cosecha. Por otro lado, se están desmoronando por deudas, al ver a sus hijos morir de hambre, algunos se están volcando al cultivo de coca, opio o marihuana en países vecinos, muchos abandonan sus granjas y se van a la frontera con Estados Unidos o a los barrios que rodean las ciudades subterráneas. De allí la fuerte inmigración hacia el Norte

Mientras tanto, las empresas capitalistas que tuestan café, casi todas con sede en Europa y América del Norte, están viendo crecer sus ganancias, mientras que las cadenas que venden tazas de café y los propietarios de sus locales están recuperando aproximadamente la mitad del precio de esta taza en ganancias. Es una especulación plena, ya una taza de café en mi país cuesta sesenta mil Bs. S. Cuando antes s desguataba entre cinco y diez bolívares soberanos.

Sorprendentemente, de los 3,00 € de la taza de café vendida en el Reino Unido, todos menos 2 centavos se cuentan en el PIB de este país. Esta es una ilustración particularmente flagrante de la ilusión del PIB, el increíble juego de manos gracias al cual la riqueza generada por los agricultores y los trabajadores con exceso de trabajo en plantaciones, minas y talleres de explotación en África, Asia y América Latina reaparece mágicamente en el producto "doméstico" crudo de los países donde se consumen los productos de su trabajo. Y están sobreexplotados porque, por muy trabajadores que sean, no pueden alimentar a sus familias ni satisfacer sus necesidades básicas, como educación o salud, que los trabajadores de los países ricos consideran derechos imprescriptibles.

Lo que es cierto para el café también es real, en diversos grados, para nuestra ropa, gadgets, utensilios de cocina y muchas otras cosas. Por ejemplo, de los 22 € pagados a Primark o Marks & Spencer por una camisa hecha en Bangladesh, aparecerá un máximo de 1,1 € en el PIB de Bangladesh, de los cuales quizás 1 centavo se pagará al trabajador de la confección, para quien 70 horas de trabajo semanal no son suficientes para alimentar a sus hijos. Si ignoramos el costo de la materia prima, el algodón, la mayoría de estos € 22 aparecerán en el PIB del país donde se compra este producto para el consumo.

Basta ir a una tienda de ropas comercializadas por transnacionales como TRAKI para darnos cuenta de esta realidad.

Aproximadamente el 40% del precio de venta final terminará en manos del gobierno y sus agentes. Esto pasa con las moliendas de harina precocida, Leche Los Andes ya casi desaparecida, San Simón, no solo el 20% de IVA, sino también los impuestos a las ganancias de la tienda, los del propietario de las paredes y otros proveedores de servicios, así como el salario de todos los que trabajan para ellos. El gobierno luego usa este dinero para pagar el ejército y la policía, el sistema de salud, las pensiones, etc. Entonces, cuando alguien pregunta: “¿Por qué deberíamos dejar que los migrantes usen nuestro sistema de salud?” Deberíamos responderles: “¡porque ayudaron a financiarlo!” ¡Desafortunadamente, nadie en la “izquierda” dice eso ahora mismo!

Este artículo busca primero responder a una diversidad de preguntas perfectamente legítima y, luego mostrar cómo la referencia a la teoría marxista puede ayudar a interpretar el capitalismo contemporáneo e imaginar alternativas. Más allá nuestro Estado es asaltado desde los jefes de calle de Los CLAPS y las denuncias en mi urbanización en Parque Valencia resulta rutinaria, sin hacer los correctivos del mismo, tal como lo sabe su coordinador regional José Ávila, Capitán y diputado en la Ciudad Capital, al igual que el él, los funcionarios públicos no ejercen con autoridad y verdadero liderazgo sus funciones.

Es necesario responder a las diferentes acusaciones de arcaísmo dogmático: desde El Capital, la ciencia económica ha hecho un progreso inmenso y el capitalismo de hoy no tiene nada que ver con el que Marx estudió. Comencemos con este último argumento: obviamente sería absurdo negar que el capitalismo ha evolucionado durante dos siglos y que sus formas concretas de encarnación pueden ser muy diferentes de un país a otro. No se trata de negar estas transformaciones, sino de mostrar que se han desarrollado dentro de relaciones fundamentalmente invariables. Es más, podría argumentarse que las condiciones actuales de explotación laboral en China como en Venezuela son, en muchos aspectos, comparables a las que prevalecían en la Inglaterra del siglo XIX

La referencia al marxismo tiene la virtud de protegerse contra el vaivén de las últimas teorías a la moda que van sucediéndose para demostrar que todo ha cambiado y que se deben abandonar las antiguas representaciones del mundo. Pero ciertamente existe el riesgo inverso del dogmatismo que consiste en aplicar a ciegas los mismos patrones a una realidad en movimiento. Por lo tanto, el marxismo vivo debe moverse entre estos dos escollos a través de estudios y debates. Sin duda, una de las cuestiones metodológicas más importantes es distinguir los niveles de análisis: la teoría marxista del valor no permite, por ejemplo, comprender directamente la crisis de la zona euro. Se deben establecer mediaciones entre la realidad concreta y los marcos conceptuales más abstractos.

Marx, en sus teorías territoriales y geopolíticas envolvió todo y los rublos agrícolas no escapan a esta realidad, donde son distribuidos de una manera unilateral y anárquica, por ejemplo, a mi vecina no le dieron pasta y a mí sí, le embolsaron dos paquetes de arroz y a este autor uno. Por lo menos, deberíamos saber quienes embolsan los alimentos CLAPS y dejar de hablar tanto de los rastrojos que son más que una pandilla, son gente de frontera organizadas que se reparte un territorio con los paramilitares del ELN, FRAC- EP, soldados de la GNB- PNB- Ejército venezolano, paramilitares como tal que se reparte la custodia de 389 trochas, mientras que en nuestras alcabalas sele quitan un grupo de pastillas a nuestros ciudadanos o alimentos para su sustento diario.

Una verdadera contradicción con los principios marxistas y de izquierda pregonadas en una oportunidad por hombres como Rómulo Betancourt, José Vicente Rangel y Teodoro Petkoof.

Me pregunto, ¿Quién le eleva el precio al café y al cacao, que son productos autóctonos? ¿Cuál es el verdadero perfil de nuestro presidente Nicolás Maduro Moros y Vladimir Padrino López? Deseamos un país en crecimiento y productivo. No de mediocres.

Algunos de estos economistas clásicos intentaron descomponer el precio de una mercancía. Además del precio de las materias primas, este precio incorpora tres categorías principales: renta, ganancias y salario. Esta fórmula trinitaria parece muy simétrica: la renta es el precio de la tierra, la ganancia es el precio del capital y los salarios son el precio del trabajo. De ahí la siguiente contradicción: por un lado, el valor de una mercancía depende de la cantidad de mano de obra requerida para su producción; pero, por otro lado, esta no solo comprende el salario.

La teoría marxista, llamada del valor-trabajo, busca escapar de esta aparente contradicción. No está de más recordar muy brevemente cómo procede Marx. El principio esencial es que el trabajo humano es la única fuente de creación de valor. Valor significa aquí el valor monetario de los bienes. Entonces nos enfrentamos a este verdadero enigma que las transformaciones del capitalismo obviamente no han hecho desaparecer: el de un sistema económico en el que las y los trabajadores producen todo el valor, pero solo reciben una fracción de él en forma de salario, mientras que el resto se va a las ganancias.

Los capitalistas compran medios de producción (maquinaria, materias primas, energía, etc.) y fuerza de trabajo; producen bienes que venden y terminan con más dinero del que originalmente invirtieron.

Marx ofrece su solución, que es a la vez genial y simple (al menos a posteriori). Aplica a la fuerza de trabajo, esta mercancía un tanto peculiar, la distinción clásica que hace entre valor de uso y valor de cambio.

El salario es el precio de la fuerza del trabajo socialmente reconocido en un momento dado como necesario para su reproducción. En este sentido, el intercambio entre el asalariado que vende su fuerza de trabajo y el capitalista es, en general, una relación igual. Pero la fuerza de trabajo tiene una propiedad especial, su valor de uso, la de producir valor. El capitalista se apropia de la totalidad de este valor producido, pero restituye solo una parte de él, porque el desarrollo de la empresa hace que las y los asalariados puedan producir durante su tiempo de trabajo un valor mayor que el que recuperarán bajo la forma de salario.

Hagamos como Marx, en las primeras líneas de El Capital, y observemos a la sociedad como una “inmensa acumulación de mercancías” producidas por el trabajo humano. Podemos hacer dos pilas: la primera consiste en bienes y servicios que corresponden al consumo de los trabajadores y trabajadoras; la segunda pila incluye los llamados bienes de lujo y bienes de inversión, y corresponde a la plusvalía. El tiempo de trabajo de toda la sociedad puede a su vez dividirse en dos partes: el tiempo dedicado a producir la primera pila Marx lo denomina trabajo necesario, y el que se dedica a la producción de la segunda pila es el trabajo excedente. En el fondo, esta representación es bastante simple, pero, obviamente, para lograrla es necesario dar un paso atrás y adoptar un punto de vista social.

El análisis se complica aún más cuando se observa que el capitalismo se caracteriza por la formación de una tasa general de ganancia, en otras palabras, que el capital tiende a tener la misma rentabilidad independientemente de la rama en la que se invierte. Este es el problema de la transformación (de valores en precio) que Marx resuelve al mostrar que la plusvalía se distribuye en proporción al capital comprometido. Muchos críticos han detectado aquí un error de Marx que desaparece, sin embargo, si hacemos intervenir una sucesión de períodos de producción.

Y aquí, es donde los facinerosos se aprovechan del estrato del Estado para crear bienes ficticios de inversión y crear hiperinflación irreal en los productos básicos de la dieta diaria.


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Emiro Vera Suárez

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

 emvesua@gmail.com

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