Tres evidencias postvictoriosas

Primera evidencia: Se cumplió el objetivo compañeros, la victoria electoral ha sido enorme y con ella la derrota de los dos comandos de campaña de derecha que gerenciaron la campaña electoral: el comando Rosales y el comando Miranda. Ambos –al menos en sus posiciones mayoritarias- buscaban en definitiva el mismo objetivo: acercar uno y otro candidato lo más posible a la hora de darse las elecciones. Más allá de sus preferencias particulares a favor del triunfo de uno u otro candidato, como expresión de clase, como parte de una elite política dedicada a administrar los intereses colectivos de la patronal, la manera en que sus estrategias, sus métodos de campaña, las simbologías utilizadas, sus actores principales, se centraron en polarizar hasta tal punto el panorama electoral que no le quedara otra salida al triunfador que el pacto y la negociación de clase. Y en caso de que del que el muy probable ganador: Hugo Chávez, no accediera a ese pacto, procedía un plan B donde seguramente muchos de los participantes en ambos comandos –por acción u omisión- se sintetizaban en una sola conspiración.

Todo esto fue derrotado, siendo, en primer lugar el propio Chávez en su acción de campaña, luego las coordinaciones, redes y movimientos sociales creadores del inmenso ejercito electoral, de movilización y de defensa que se configuró en el último mes de campaña, y por último determinadas iniciativas de disuasión y confrontación de la acción conspirativa ejercidas entre colectivos revolucionarios y fracciones presentes en las instituciones de defensa de estado, los agentes fundamentales de esta extraordinaria victoria. Reiteramos la importancia de este asunto de los “sujetos de la victoria” ya que como era de esperarse las autoproclamaciones heroicas de partidos y comandos, incluidos los ahora democratísimos partidos de derecha, abundan después de darse y reconocerse los resultados electorales donde, como era de esperarse, lo “popular” sólo aparece como una metáfora abstracta y genérica cuya concreción no va más allá de aplaudir el aguante de millones durante las colas antes de la votación.

Segunda evidencia: la derrota de los agentes del poder constituido y patronal frente a la victoria de una totalidad de sujetos que van interiorizando con niveles de conciencia cada vez mayores su condición práctica de “creadores de nuevo orden y nueva sociedad” (liderazgo mayor, organizaciones socio-revolucionarias, fracciones bolivarianas de estado, multitudes en proceso de autorganización), supone en estos momentos una radicalización del conflicto ya evidente entre estos dos mundos: el poder dominante y la rebelión contra el sistema, el poder constituido y el poder constituyente. Una vez aceptada la derrota electoral por parte de la derecha azul todo un universo de sectores ligados a este mundo aristocrático y oligárquico comienza a reconocerse y exigir reconocimiento como actores dentro de la construcción de la quinta república, buscando un diálogo de integración plena dentro de ella. Otro sector continuará los procedimientos conspirativos, terroristas y asesinos como expresión inevitable de toda contrarrevolución. Ambos teledirigidos a conveniencia desde los aparatos de dirección de estado concentrados en los EEUU. Sin embargo, estos en su conjunto, en combinación con todo un cuerpo político predominantemente partidario y “rojo” más las empresas y sectores burgueses que giran alrededor de ellos, en los próximos meses tratarán de crear el campo político necesario para tomar ellos el liderazgo de la transformación constitucional y de estado que viene a continuación de las elecciones.

Será un “pacto democrático” que busca en estos momentos aislar los “sujetos de la victoria” y en seguida neutralizar una propuesta socialista que empuja hacia cuatro grandes objetivos fundamentalmente: multiplicar y profundizar las políticas tendientes a la realización de la justicia social y la redistribución de la riqueza, construir una estructura de poder no subordinada a la lógica de estado regada en el conjunto de la sociedad, desburocratizar y moralizar el propio estado (nueva arquitectura de estado), y establecer los mecanismos que intensifiquen los procesos de socialización de la tierra, las infraestructuras urbanas, la producción industrial, comunicacional, cognitiva, además del mercado y la propiedad en su conjunto. Tales procesos de justicia, desburocratización y socialización si logran avanzar supondrían la ruina –o al menos un profundo debilitamiento- de la derecha azul y roja y de las clases dominantes en su conjunto. Es por tanto absolutamente previsible que en acción pactada – y por ahora- utilizarán todos mecanismos sobrevivientes de la democracia representativa (reuniones de partidos, comisiones, delegaciones, asamblea nacional, mesas de diálogo, etc., etc.) para destrozar esta alternativa en manos y esperanza de los “sujetos de la victoria”.

Tercera evidencia: el fortalecimiento de la opción socialista, revolucionaria, anticapitalista, antiburocrática, antiimperialista, con estas elecciones no es necesario advertirlo, se mide en el corazón del colectivo que siente que le ha llegado “su hora”. No obstante, más allá de esta situación anímica y positiva, el camino, las vías, las estrategias, las acciones a seguir, no están claras para nadie. Acción colectiva y directa, propuestas de transformación por doquier, profundización y expansión de las coordinaciones sociales y revolucionarias, se imponen en momentos en que, dentro pocas semanas e incluso días, ya nos encontraremos ante una multiplicidad de conflictos de todo orden entre estos dos universos del poder y la rebelión. Las intuiciones, planes particulares, iniciativas normativas y movilizadoras para ya o dentro de poco no es lo que falta. Avanzando en ello empezaremos temblar ese poder, siendo la vía primera y buena. Pero también esperemos sin duda la contraofensiva de una burocracia y un patronato -y detrás de ellos un poder imperial- que va a sacar las uñas. Por ello, tomando como objetivo primero que para que el próximo año podamos sentir los primeros aires de triunfo del proyecto socialista, sin que exista contrapartida “democrática” ni violenta que lo pueda frenar, necesitamos de una coherencia, de una comunicación, un lugar asambleario común entre los “sujetos de la victoria” –incluido el presidente de la república- sin el cual la “rebelión antiburocrática y anticapitalista” no podrá alcanzar la dimensión política que le es esencial. La misma contingencia del 3 de Diciembre, días antes la movilización del 20 de Noviembre “por todas nuestras luchas”, evidenció hasta que punto esa comunicación y coordinación, esa dimensión política imprescindible esta lejos de ser una realidad. El esfuerzo de todos estos “sujetos de la victoria” por la convocatoria y realización de una “asamblea popular constituyente” para el 27 de Febrero del 2007, se hace más necesario que nunca.




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Roland Denis / PNA-M.13A

Luchador popular revolucionario de larga trayectoria en la izquierda venezolana. Graduado en Filosofía en la UCV. Fue viceministro de Planificación y Desarrollo entre 2002 y 2003. En lo 80s militó en el movimiento La Desobediencia y luego en el Proyecto Nuestramerica / Movimiento 13 de Abril. Es autor de los libros Los Fabricantes de la Rebelión (2001) y Las Tres Repúblicas (2012).

 jansamcar@gmail.com

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