Qué es eso que se llama mesianismo disidente

Los mesiánicos, por lo general, tienen dentro sí un sentimiento catastrófico de una desgracia cósmica. Ellos se guían por el supuesto abandono de la gracia, que llega con esa secuela de una visión religiosa-política mientras ven acontecimientos horribles de equivocaciones, y como si hubiesen sido expulsados del Jardín de Edén que a ellos les pertenece.

Siempre adoptan, posiblemente inconscientemente, la verdad romántica de una infancia perdida, de una inocencia arrebatada. A partir de esto asumen el lenguaje de los profetas, hablan del sujeto histórico caído por algún pecado cometido. Sin embargo, el mesianismo no responde ninguna pregunta real por ninguna parte.

No hay ninguna duda sobre el carácter mesiánico de sus visiones del futuro, aunque no responden a pregunta alguna sobre la situación actual. Están, los mesiánicos, deseosos de decirnos todo lo que sucederá a partir de mañana: sobre la existencia bienaventurada de la humanidad en un mundo sin clases, sin opresión económica, sin pobreza. Y en nombre de esta promesa, una parranda de incautos ha sacrificado sus vidas, mientras otros viven holgadamente.

En pos de ese destino histórico nada puede desviarse, de allí el horror a los disidentes, los herejes y saboteadores de su doctrina. De allí que apliquen el totalitarismo más desvergonzado. El cual es explicado como la necesaria transición entre el presente y el más allá fuera de lugar. Por lo cual, hombres y mujeres son preparados para servir a este mesianismo.

Tal vez, esa idea político-religiosa sea la clave misteriosa de por qué muchos ante la evidencia aplastante de las penurias, el hambre, la miseria continúan sirviendo y creyendo en la causa mesiánica. Solo podemos comprender esta conducta a la luz de una visión mesiánica y religiosa, que tiene en sí la promesa de un destino profético.

Es la redención de la humanidad y el restablecimiento del paraíso perdido que continúa fascinando al espíritu atontado. Cualquier aliento de esperanza proyecta a la imaginación mucho más allá de los hechos políticos, sociales, económicos… Los hechos del presente no son un argumento, porque siempre está el mañana por el mañana posible.

Y lo que atenta contra esta esperanza y redención son las siniestras fuerzas de la derecha, de los herejes, de los saboteadores, los vendepatrias y un largo y otros. La esperanza es el escenario de esa fe religiosa-política. Este mesianismo está caracterizado por una mitología, en la que encontramos una visión profética de un legado canónico que ha sido asignado a los fiel más importantes.

El profeta y su legado son sagrados. Ahora bien, nos encontramos ante el conflicto entre los herederos ortodoxos del maestro y los herejes-disidentes. No obstante, tal conflicto es un escenario religioso, donde un grupo de herejes se separan y dicen: «Mirad, nosotros tenemos el verdadero mensaje del maestro; los discursos sagrados han sido desfigurados, nosotros somos los poseedores del evangelio puro». Eso es lo que dicen los llamados disidentes.

Parece, porque lo es, más una pelea religiosa que una discusión política. El mesianismo del siglo XXI tiene sus leyendas y su iconografía, de las cuales hace uso a su conveniencia. El mesianismo tiene su vocabulario, sus emblemas, sus gestos simbólicos como cualquier creencia religiosa. Dice al creyente: «Quiero de ti un compromiso total. Quiero de ti una implicación total de tu conciencia y tu persona en la dedicación a mí».

A cambio de esa nueva entrega ofrece una explicación completa del nuevo futuro que ofrecen. Y sobre todo, ofrecen un contrato de promesa mesiánica con respecto al futuro. Sin embargo, es este un discurso ya viejo. Muy manoseado.

La explicación mesiánica de la condición humana con su promesa redentora es mera ilusión, es mera ficción. Una patraña unilateral de grosera evidencia. Las predicciones del mesianismo del siglo XXI no se han cumplido porque son meras equivocaciones, una y otra vez repetidas hasta el inminente aburrimiento.

Las infinitas profecías de estos mesiánicos se repiten hasta el hartazgo, el apocalipsis de sus enemigos y la llegada de la sociedad perfecta, de la generación de oro. Pero han fallado porque no han producido liberación, sino un terror burocrático, una generación de chatarra.

El programa mesiánico, de los ortodoxos y los disidentes, es una decadencia histórica. Esa creencia y convicción están erosionadas y derrumbándose en todos sus puntos vitales. El mesianismo se muestra como una caja vacía. Es la fuerza del fracaso, si es que de un fracaso se trata.

La visión de sus promesas, las llamadas a la dedicación total y a la renovación del hombre son, en su sentido mesiánico, un cajón de sastre que fracasó. Por eso ambos mesianismos son lo mismo. Un fracaso



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Obed Delfín


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