Crítica ácida

¡Vaya clase de hambre!

En el inoperante y tramposo bipartidismo, Venezuela fue mansa "democracia representativa", unos perfectos representantes del pitiyanquismo asqueroso y disimulador, solíamos ver el nombre del país en prensa internacional complaciente a EE UU, promocionándonos "democracia modelo de América Latina". La procesión iba por dentro, común y corriente que para comer carne en barrios desasistidos hacían "vaca", y generalmente podían comprar carne una vez al mes. No alcanzaban los sueldos y no le preocupaba a los gobiernos del modelo representativo. La poderosa TV daba publicidad a productos y más productos, infestándonos de consumismo, a tiempo que los gobiernos blanquiverdes no fueron atacados desde el exterior, y tampoco dueños de negocios, empresas e industrias sumidos en rechazar hoy al gobierno, ayudaban a hiperinflación. No existía dólar paralelo criminal, impuesto desde el norte y por la Colombia de Presidentes obedientes a Washington. El que nace pobre, escribió haciendo política el Cardenal Urosa Sibilino, debe conformarse con su destino, "la educación es para quienes Dios permite que provengan de familias con posibilidades". Cito al bien alimentado Monseñor Cardenal, que nunca desmintió su imprudente opinión sobre el hambre nuestra. A la jerarquía católica no le preocupaba la carencia de comida.

Telenovelas con temas musicales que se repetían por emisoras de radio, cubrían de felicidad y esperanza la inigualable dicha de ser nación capitalista, regida por empresas privadas que en su influenciocracia sobre el poder, ocultaban la conducta de corruptos negociantes, más poderosos que políticos electos, incluyendo vetos que alcanzaron a un Presidente de la República en la "democracia representativa". El ingreso a las universidades públicas fue difícil, dependía de escaso número oficial, y migajas para la "población flotante de bachilleres sin cupo", esperando oportunidad. Con las Misses y el cuento de ser vitrina demócrata del continente al sur del Río Grande, engatusaban loando nuestra suerte de convivir con las mujeres más bellas del mundo. Los gobernantes veían con indiferencia caer estudiantes, obreros y de tanto en tanto inocentes no comprometidos en la represión a concentraciones políticas, asesinados por la policía o torturados al acusarlos de insurrectos subversivos guerrilleros comunistas... Entonces el hambre era normal, a plomo y terror psicológico invisibilizaban los sectores de menores recursos, aunque difundían bondades de la ejemplar democracia representativa..., gobiernos electos con estudiado disimulo, en los que podían matar opositores, y así lo hicieron para la historia.



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Luis Sánchez Ibarra


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