"Neutralidad positiva":¿Phrónesis o indiferencia sesgada? (I)

"Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".

Apocalipsis 3:19

"La neutralidad se identifica con una determinada actitud que debe adoptarse frente a ciertos planes de vida (y, entonces, frente a ciertos valores). Pero cuál sea esa actitud es algo debatible"

Evandro Agazzi

 

  1. Introducción

En estas entregas trataré de reflexionar sobre lo que tal vez quiere significar el papa Francisco con la expresión NEUTRALIDAD POSITIVA. Para lograr algo al respecto me apoyaré en la EXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM del santo padre FRANCISCO y en el libro VI de Ética Nicomáquea EN)

II.Phrónesis

En el libro VI de Ética Nicomáquea (EN), Aristóteles se ocupa de las virtudes intelectuales y, en este contexto, incluye a la prudencia ( phrónesis) como una de las disposiciones por las que la parte del alma razonadora (logistikón) alcanza la verdad (alétheia); "un modo de ser racional verdadero y práctico respecto de lo que es bueno

y malo para el hombre" (ENVI 5, 1140 b 5-6). La phrónesis no parece ser algo fácil de definir y para saber de qué se trata esta virtud, Aristóteles aconseja detenerse en la naturaleza de aquellos hombres que pueden reconocerse como prudentes. Como se ha criticado frecuentemente, la propuesta del estagirita resulta problemática, pues supone que es posible identificar al hombre prudente, sin saber aún en qué radica esa virtud.Sin embargo, ello no es un impedimento para ir delimitando las características de la phrónesis.

III.Prudencia

No se trata aquí de dar una clase sobre las virtudes. Simplemente, consultando la web del Jubilee Centre for Character and Virtue encontré una entrada sobre la "phronesis", sabiduría práctica o prudencia. La prudencia es una virtud intelectual, pero no se queda simplemente en eso, porque exige al que trata de ser prudente cosas que van mucho más allá de "conocer algo" sobre la virtud. Una persona no puede ser prudente si no tiene hábitos morales buenos y buenas disposiciones morales.

La prudencia es la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas, pero también es la cualidad de comunicarse con un lenguaje claro, cuidadoso y acertado; con sensatez, con moderación y reflexión.

La prudencia se encuentra asociada con la sabiduría, como la comprensión de los eventos adversos de los cuales nadie está exento de padecer en el transcurrir de la existencia humana y que requiere de la sensibilidad y acompañamiento de sus congéneres antes que justificar posibles causas que nada resuelven ni ayudan.

La falta de prudencia hace que emitamos informaciones y comentarios no pedidos, que debían guardarse con suma discreción y que por no seguir normas de solidario entendimiento le damos rienda suelta a nuestros impulsos sin evaluar sus consecuencias, donde no solamente se ve afectada la imagen de quien habla sin precaución ni mesura sino que se hiere el sentimiento de quienes sufren el rigor de una determinada calamidad.

En ocasiones la falta de prudencia se manifiesta en personas que están convencidas de que están actuando bien, y es aquí donde la humildad nos invita a no considerarnos el centro del universo y guardar silencio en el momento indicado, y pronunciarnos cuando debemos, pero con fundamento y sin menospreciar el punto de vista de los demás, de tal forma que nuestro comentario rinda frutos en bien de una relación constructiva.

Para aprender a ser prudentes hay que estar atentos a las razones, pero más que todo debemos controlar nuestras emociones, que son las que nos impulsan al error. Porque generalmente somos dados a errar por apresurarnos en nuestros juicios, afirmando cosas que no son claras al buen sentir, pero que estamos impulsados a expresarlas como desahogo de nuestras pasiones.

El acto prudente tiene como base las palabras y los hechos acertados que ennoblecen a la persona, donde se aprecia más la sabiduría que la astucia, porque no es tanto la facilidad de las palabras sino la calidad y la sutileza para conseguir fielmente el cometido con tan valioso resultado.

La prudencia, así como es apropiada para no desatar una guerra, también es importante para emprender la paz y la reconciliación, en especial cuando priman más los desacuerdos de una sociedad, cada vez más contenciosa, que los mismos acuerdos a que puedan llegar las partes comprometidas en discordia.

La prudencia facilita tomar decisiones pertinentes en las diversas circunstancias de la vida. Es el recto conocimiento de lo que se debe obrar. La prudencia tiene su verdadero valor.La prudencia tiene un valor que muchos califican como el "rey de los valores" pues sin éste es difícil practicar otros como la generosidad, la bondad, la solidaridad y la amistad.



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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