¿Hasta cuándo?... ¡Fuera todos!

 

Hay que pensar qué significa el que la oposición oficial (la de la Asamblea Nacional, que se anuncia como tal) y el oficialismo (que no quiere soltar su legitimidad forzada) se apropien de la misma fecha. En 1958, buena parte de la sociedad participó en la caída de Pérez Jiménez, una unión trasversal que no fue conducida por nadie, más allá de que la vanguardia hubiera sido, esa sí durante años, la juventud socialdemócrata y los comunistas. Luego, apropiada la fecha por la cúpula adeca (con apoyo de la cúpula copeyana) serviría para "salir" de esa misma izquierda de la resistencia contra el dictador, que luego quedaría enterrada en las montañas. Es a esa tradición de "limpieza" a la que aspira la oposición oficial (en la cual renació AD, que debió quedar en el pasado), la de una resistencia sin resistencia, para poderla representar "porque sí".

El oficialismo, por su parte y de manera torpe, intenta reivindicar el fracaso como victoria, quizás inconscientemente para darle otro significado a su propia derrota. Derrota que no es por fuerza del opositor "oficial", sino por un cúmulo de traiciones a sí mismos, por su enorme desvío ético y moral, por falsear lo que dijeron representar. No fueron sus aspiraciones lo incoherente, sino la cara oculta de las mentiras y excusas de su profunda corrupción.

¿A dónde nos ha conducido todo esto? Somos ejemplo negativo en la boca del mundo, una vergüenza, una lástima, un horror. Los venezolanos, antes libertadores, hoy somos vistos como parias. Nos toman como prueba del horror de lo que el socialismo produce. De nada sirve argumentar que este gobierno no lo fue, que quemó esas banderas hace mucho, las convirtió en precarias consignas, y hoy incendia todo recuerdo de ellas, no paradójicamente, bajo el mando imperial del bien llamado AMO, el amo dinero, que destruye las tribus "originarias", atenta contra los trabajadores, contamina, acaba con bosques y ríos, etc. etc.... No hay socialismo antiobrero, antiecologista, antiindigenista, porque sería una contradicción in nuce, sino un burdo capitalismo en acción. Preguntémosle a los chino si no…

Lo que se respira, desde este 23 de enero, es un oficialismo derrotado y una pírrica victoria de la oposición "oficialista", que pone su frustración en manos extranjeras. Derrota de ambos, en realidad, que comenzó años atrás, en sus infructuosos enfrentamientos y sucesiones de mentiras a sus seguidores. Pero este 23, la gente no estaba en la calle defendiendo a los miembros de la Asamblea Nacional, ni sabía que la marcha sería utilizada para apoyar la autodesignación de Guaidó, a quien apenas conoce, y que salió del sombrero del payaso, ahora intentando maquillarse el propio rostro. La gente salió a mostrar su hartazgo de todo lo que Maduro es y representa, hartazgo de todo lo que dice para justificar el mal que hace y como lo hace. Harta está la gente de que la disputa por el poder haya cobrado visos de guerra económica, que el gobierno no puede enfrentar, y que más bien la provoca y propicia. Harta de que digan, oficialismo y oposición oficialista, con mucha palabra y mala sintaxis, que ahora sí, que esta vez va la vencida, que son ellos la solución de la misma crisis que juntos han creado. Harta está la gente de que su rabia sea cobrada como moneda falsa y tan fácilmente ruede hasta los bolsillos de otro. ¿Quién decidió y cuándo que el 23 de enero sirviera para que Voluntad Popular hiciera su voluntad con la gente?

Estamos hartos de todos porque sabemos que en el fondo de este incendio está la corrupción rampante, desvergonzada, y las ambiciones de poder que servirán para más corrupción. El resultado ha sido el hundimiento del país. Ni las guerras del siglo XIX causaron una destrucción equivalente. Ya ni infraestructura tenemos. Se carece de lo más básico. Y lo más sorprendente es cómo han destruido la industria petrolera, con tanta ferocidad. Pasamos de una meritocracia prepotente a unos Atilas incapaces y ladrones que han dejado tierra arrasada. Se anunciaron 6 millones de barriles diarios y se podrá producir –dentro de muy poco– apenas menos de un millón!!!. Ya ni país petrolero seremos. Es tanta la contradicción que vivimos, este país fundador de la OPEP, que hasta nuestra destrucción beneficia el sostenimiento de los precios petroleros.

Ahora Maduro, sus cuatro gatos rotativos al mando y esa oposición desesperada juegan con la guerra, guerra cierta. Arrancaron las decisiones de las manos de la gente, y nuestro destino está en lo que el alto oficialismo provoque con las provocaciones de los norteamericanos y viceversa. A eso se redujo la política este 23 de enero, y no tiene retorno ni montañas. Ahí está en juego sucio el destino del país, de la nación, con carroñeros en nuestras fronteras, locos por hincarle el diente a nuestro territorio. Eso fue apretar las tuercas del enfrentamiento, de la destrucción, aspirando resurgir de las llamas, sin importarles que la mayoría salga chamuscada o que no salga de esto. Apenas faltan palabras y respuestas entre Washington y Miraflores, que ni se oyen, para saber qué será de la vida de todos, nuestro destino de espalda, una vez más, a los venezolanos.

Deberíamos barrer con el fuego de nuestra historia a todos estos oportunistas de hoy, tallar los árboles secos a ver si algo asoma, si algo crece, algo verdadero que nos convoque y dé sentido. Crear una fecha nueva, sin esas deudas erráticas del pasado. Un "ya basta" repobló las calles. La gente no los quiere, y si muchos se agarran de una esperanza, también parece, como Maduro, una copia fraudulenta. FUERA DE UNA VEZ toda esta clase política fracasada y culpable. Fuera ustedes, y no el pueblo humilde que sufre hoy la xenofobia de ingratos que, hasta hace muy poco, se beneficiaban de nuestra riqueza.

Los insultos a Maduro que se corrían por las calles eran los de una rabia que necesitaba expresarse a gritos, nunca tan heridos, y no eran de alabanza al nuevo redentor de corbata made in USA al pescuezo. No se estaba decidiendo representación ni apoyo alguno. Eso fue una carta en la manga del jugador ausente, que hoy muchos defienden, sin importarles el precio ni las consecuencias. Pero ese desaliento buscará forma, esa desesperación generalizada tendrá que cobrar rostro propio y verdadero, un destino nuestro, decidido entre nosotros.

¡FUERA TODOS!



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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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