Vida y muerte

La vida no puede resolver su propio enigma, pero es la única capaz de
plantearlo. Para abordar el tema más perfecto del universo disponemos
sólo de palabras imperfectas. Como la vida, toda explicación sobre
ella estará herida de muerte.

El cosmos entero está animado. La materia no es más que la versión
concentrada de la energía. No hay partícula atómica o subatómica que
no sea inagotable fuerza ensayando toda la gama de las combinaciones
posibles. Llevan en ello todo el tiempo del mundo.

En catorce mil millones de años, la docena de partículas elementales
que constituyen los 128 elementos de la Tabla Periódica forman
algunas combinaciones dotadas de estabilidad estructural; en un cosmos
que tiende al desorden de la entropía se articulan estructuras que se
autoregulan, en un mundo donde todo es efímero algunas combinaciones
tienden a propagarse.

Misterio mayor que el de la mezcla interactiva de los elementos que
componen la vida es su instinto de conservación. Las combinaciones
que tienden a permanecer estables perduran, las que no, desaparecen.
Las que tienden a perpetuarse lo hacen, las que no, se desvanecen. Tal
es la explicación brutal de la presencia de la aterradora gama de
combinaciones de la materia empeñadas en subsistir.

Un universo en perpetuo cambio es máquina de ensayar y destruir
transmutaciones. Para subsistir en un universo inestable, la vida a su
vez al multiplicarse debe ensayar mutaciones y cambiar. Cada mutación
es un accidente y a la vez una apuesta que puede acarrear aniquilación
o perennidad. Todo en el cosmos agrede ciegamente a la vida, y ella
sobrevive mutando ciegamente al azar.

Muerte y generación aumentan las apuestas en ell juego de las
mutaciones. Donde la muerte busca a la vida, ella ya no está. Pero
dentro de sí misma ésta lleva consigo su propio fin.

¿Quién explicará el reloj biológico? ¿Por qué ese suicidio que
llamamos vejez ocurre en cada especie en un tiempo determinado y según
una agenda?

¿Depende el reloj biológico, como tantas cosas, de una mutación? ¿Por
qué no se ha producido la mutación de la eternidad?

Natura no se ocupa del individuo: la percepción focalizada en una
conciencia crea la ilusión de que la naturaleza se concentra en ella.
Nuestra inmortalidad es la descendencia y, si acaso, la obra .

El ser viviente no es el individuo, sino la especie y quizá en líneas
generales la vida. Así como nuestras células nacen y mueren en el
cuerpo, nacemos y morimos en la especie, y ésta en el todo. Lo
inmortal es el código genético: el nuestro viene sin interrupción de
la primera célula viva.

Quizá no somos más que ramificaciones perecederas de un único
organismo inmortal, el árbol filogenético, que se multiplica, muta, se
entredevora y parcialmente se extingue y prolifera a lo largo del
tiempo en un proceso que no sabemos si tendrá fin.

Nada más inviable que una criatura inmortal. El cambio incesante del
entorno terminaría por descartarla. Sólo la transformación sostiene la
vida; la renovación continua procede al precio de la muerte constante
de esos ropajes que son los cuerpos.

Sin embargo, la vital combinatoria incansable parecería preparar seres
inmunes al envejecimiento.

Langostas, elefantes, cotorras sobrepasan largamente el siglo. Erizos
rojos del Pacífico y galápagos exceden los doscientos años. La ballena
de Groenlandia puede sobrevivir dos centurias; el tiburón de la misma
zona, el doble. La almeja Ming llega al medio milenio.

Los pinos longevos superan los 5.000 años. La esponja del Antártico
excede el milenio y medio de vida. Las hidras permanecen jóvenes por
siempre. Las medusas Turritopsis Nutrícola revierten el
envejecimiento y reconvierten los adultos maduros en pólipos jóvenes
indefinidamente.

Mientras la sabia naturaleza juega a la inmortalidad, se afilan
cuchillos para hacer pasar por las puertas de la muerte a nuestro
efímero ser, nuestro vulnerable país, nuestra perdurable especie.

Quién sabe por qué mandatarios de tantos países que tienen tantos
problemas internos en lugar de resolverlos pretenden arreglar los
nuestros exterminándonos.

Para qué tanto empeño en sembrar la muerte si la vida es lo único que
retoña. Apostemos por la vida que, según Gabriel García Márquez, es lo
mejor que se ha inventado.



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Luis Britto García

Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo. http://luisbrittogarcia.blogspot.com

 brittoluis@gmail.com

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