La libertad de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en la política (VII)

Simón Bolívar siente como le palpita el corazón de gozo a medida que va exponiendo sus ideas plasmadas en las páginas escritas para el Discurso de Angostura leídas a los representantes provinciales, representantes de la voluntad popular en el soberano Congreso Constituyente de Ciudad Angostura; mediante el Discurso de Angostura el 15 de febrero de 1819. Aquello no fue un simple discurso, no, es una obra literaria de una magnitud sobre saliente y en cierta forma profética. Bien, ahora continuemos reproduciendo algunos párrafos de aquella maravilla de discurso. Veamos.

"Y pasando de los tiempos antiguos a los modernos encontraremos la Inglaterra y la Francia llamando la atención de todas las naciones y dándoles lecciones elocuentes de todas especies, en materias de gobierno. La Revolución de estos dos grandes pueblos como un radiante meteoro ha inundado el mundo con tal profusión de luces políticas, ya que todos los seres que piensan han aprendido cuales son los derechos del hombre, y cuales sus deberes; en que consiste la excelencia de los Gobiernos y en qué consisten sus vicios. Todos saben apreciar el valor intrínseco de las teorías especulativas de los filósofos y legisladores modernos. En fin, este astro, en su luminosa carrera, aún ha encendido los pechos de los apáticos españoles, que también se han lanzado en el torbellino político; han hecho sus efímeras pruebas de libertad; han reconocido su incapacidad para vivir bajo el dulce dominio de las Leyes, y han vuelto a sepultarse en sus prisiones y hogueras inmemoriales. Aquí es el lugar de repetiros legisladores, lo que os dice el elocuente Volney en la dedicatoria de sus Ruinas de Palmira `A los Pueblos nacientes de las Indias castellanas, a los jefes generosos que los guían a la Libertad: Que los errores e infortunio del mundo antiguo enseñen la sabiduría y la felicidad al mundo nuevo` Que no se pierdan, pues, las lecciones de la experiencia, y que las escuelas de Grecia, de Roma, de Francia, de Inglaterra y de América, nos instruyan en la difícil ciencia de crear y conservar las naciones con Leyes propias, justas, legítimas y sobre todo; útiles. No olvidando jamás que la excelencia de un Gobierno no consiste en su teórica, en su forma, ni en su mecanismo, sino en ser apropiado a la naturaleza y al carácter de la nación para quien se instituye.

Roma y la Gran Bretaña son las naciones que más han sobresalido entre las antiguas y modernas, ambas nacieron para mandar y ser libres, pero ambas se constituyeron no con brillantes formas de libertad sino con establecimientos sólidos. Así pues os recomiendo, Representantes, el estudio de la Constitución británica, que es la que parece destina a operar el mayor bien posible a los Pueblos que la adoptan; pero por perfecta que sea estoy muy lejos de proponeros su imitación servil. Cuando hablo del Gobierno Británico solo me refiero a lo que tiene de Republicano, y a la verdad ¿Puede llamarse Monarquía un sistema en el cual se reconoce la soberanía popular, la división y el equilibrio de los poderes, la libertad civil de conciencia, de imprenta, y cuanto es sublime en la política? ¿Puede haber más libertad en ninguna especie de República? ¿Y puede pretenderse a más en el orden Social? Yo os recomiendo esta Constitución como la más digna de servir de modelo a cuantos aspiran al goce de los derechos del hombre y toda la felicidad política que es compatible con nuestra frágil naturaleza. En nada alteraríamos nuestras Leyes fundamentales si adoptásemos un Poder Legislativo semejante al Parlamento Británico. Hemos dividido, como los Americanos, la Representación Nacional en dos cámaras: La de Representantes, y el Senado. La primera está compuesta muy sabiamente, goza de todas las atribuciones que le corresponde, y no es susceptible de una reforma esencial, porque la Constitución le ha dado el origen, la forma, y las facultades que requiere la voluntad del Pueblo para ser legítima y competentemente representada.

Si el senado en lugar de ser electivo fuese hereditario, sería en mi concepto la base, el lazo, el alma de nuestra República. Este cuerpo en las tempestades políticas pararía los rayos del Gobierno y rechazaría las olas populares. Adicto al Gobierno por el justo interés de su propia conservación, se opondría siempre a las invasiones que el Pueblo intenta contra la Jurisdicción y la autoridad de sus Magistrados. Debemos confesarlo: Los más de los hombres desconocen sus verdaderos intereses, y constantemente procuran asaltarlo en las manos de sus depositarios; el individuo pugna contra la masa y la masa contra la autoridad. Por tanto, es preciso que en todos los Gobiernos exista un cuerpo neutro que se ponga siempre de parte del ofendido; y desarme al ofensor. Este cuerpo neutro para que pueda ser tal, no ha de deber su origen a la elección del Gobierno, ni a la del Pueblo, de modo que goce de una plenitud de independencia que ni tema, ni espere nada de estas dos fuentes de autoridad"



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José M. Ameliach N.


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