En estas Navidades que sientes tú: ¿Alegrías o tristezas?

"Los corazones mansos entienden la Navidad más allá de las palabras"

Anónimo….

Creo que no nos hemos percatados de lo rápido que pasa el tiempo, cuando han desaparecido de nuestros oídos los villancicos, y las gaitas de aquellas Navidades cuando en Venezuela no estaba adentrada la politiquería, y la polarización desmedida, nos sorprende la desaparición de los ritmos en las misas de aguinaldos que comenzaban a crear la atmósfera necesaria para las próximas navidades. Además del paso del tiempo, que nos hacia sentir cuando un año pasaba tan rápido como el paso de un día, algo tiene que ver la actual situación país, de que la Navidad ahora luzca triste y apagada. De hecho, la Navidad en épocas atrás se diluía en una larga época de compras que por muy irracionales y consumistas que eran, contribuían a mantener enarbolada las tradiciones religiosas seductoras. Todo era posible, por todos lados, donde con las tantas compras compulsivas pretendíamos, sin darnos cuenta al gastar los aguinaldos o utilidades de fin de año alocadamente para calmar los gritos de la noche buena y del año nuevo.

Además: ¡qué fácil resultaba dejarse invitar por la felicidad desbordante del consumo de exquisiteces gastronómicas, y el placer de comprar agasajos para demostrar amistad, fraternidad, y felicidad a diestra y siniestra de la alegría decembrina! Para complemento el adornamiento del escenario navideño, donde se embellecían las calles de pueblos y ciudades con adornos y luces de colores colocadas en forma de figuras que anunciaban el nacimiento del niño Dios, mientras se disfrutaban de ellas, se comenzaba escuchar con emoción, los más bellos villancicos tradicionales.

Era una tradición de que la Navidad de aquellos tiempos, más que por la celebración religiosa del nacimiento del Niño Jesús, era mantenida como una fiesta esplendorosa por la oportunidad de los encuentros familiares que propiciaba la ocasión y, sobre todo porque en ella se rememoraba y hasta reproducía con visos de autenticidad nuestra condición de cuando éramos niños, esa dulce sensación que nos llevaba a desear e invocar alegrías, aun cuando hoy estamos cargados de años, y a las puertas de la muerte la dulce protección de nuestros adorados padres.

Hoy por muchas diferencias que tengamos, por muy fanáticos que sean algunos, y por muy radicales que estén muchos en el triste o alegre papel que nos ha reservado la vida, siempre seguiremos siendo "niños" y la celebración de cada Navidad, aunque esté llena de tristeza y dolor como esta, es un hermoso tiempo en que se resalta tan bella condición. ¿Cuáles padres o abuelos no se babeaban de alegría al comprarle, sin pichirres alguna, regalos bonitos para alegrar a sus hijos y nietos en Navidad?

El nacimiento del Niño Jesús, mana más que de la tradición de construir un nacimiento o pesebre para tan distinguido personaje por su condición de niño pobre, que pide a gritos especiales cuidados candorosos. Lo poco que demostramos al nacer demuestra con claridad nuestra dependencia. Es eso precisamente lo que se conoce como fraternidad universal. Estemos de acuerdo o no de eso.

Seguramente Jesús de Nazaret nació en Belén, dicen que en el pesebre de una cuadra al inicio de un crudo invierno. Y que en su nacimiento acudieron ángeles cantores, pastores con presentes, Reyes Magos venidos de lejos con fabulosas ofrendas, animales cuyo aliento le sirviera de cálidos pañales. Y que Lucas y Mateo y la tradición dibujaron un escenario pintoresco y mágico para destacar ese nacimiento ya que Jesús de Nazaret, seguramente es el mayor protagonista de la historia humana.

Pero ensalzarlo en un escenario tan mágico como el que nos brinda la Navidad dice mucho de la sensibilidad y de las creencias, sino también de quienes celebran, año tras año, arropados frente a tantos belenes, en ese imaginario escenario de un ambiente que nos invita a revivir embelesados aquella niñez soñadora.

Es tiste y sin mucha duda, como la Navidad que es la más bella y la mejor época de todo el año, donde esta perversa crisis económica ha apagado su celebración. Todos los venezolanos nos transformábamos en niños deseando felicidad a diestra y siniestra, y se gastaba en regalos sin importar que lo necesitáramos para terminar de comer el mes. Inmersos en la alegría navideña, las utilidades de diciembre permitían gastar sin control para agasajar a familiares y amigos, hijos y nietos.

El objetivo de estas reflexiones es para desearles a mis lectores a pesar de esta pavorosa crisis una Feliz Navidad. Lo hago, sin más ni menos, aunque seguramente con mayor sentimiento, lo que hacen también las empresas privadas, y del Estado con sus trabajadores, y hasta con esos adversarios políticos a los que pasé inadvertidos durante todo este año. Remarco el adjetivo "Feliz" con todo el peso de un sincero deseo de bien, bondad, paz y felicidad, valores estos que anidan odios, y rencores en los corazones más perversos, y corrompidos de ciertos personeros.

Ojalá que en las alicaídas festividades de estos días navideños, nos adéntrenos en un ambiente franco de transparente alegría, y nos envolvamos en cánticos y gustos sabrosos, y que sirva para aferrarnos con fuerza a la "humanidad" de un Dios ante la ley que nos demuestre preocuparse y ocuparse del sufrimiento de nuestro pueblo que opta por huir de la patria que los vio nacer. Entiendo que la Navidad, además de celebrar el nacimiento de Jesús de Nazaret, es la gran fiesta de lo humano que hay en nosotros, y que nos asimila con los salvajes que todavía no han entendido la civilidad, e incluso con quienes se comportan desde el poder como animales.

La Navidad es la gran fiesta de la "humanidad del niño Dios" al hecho de compartir tan generosamente nuestros haberes con quienes nos rodean, obviando intereses mezquinos y egoísmos bastardos. ¡Ojalá que el espíritu de la Navidad impregne todos los días del año a todo el pueblo venezolano! Feliz Año Nuevo 2019.



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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

 Percasita11@yahoo.es      @percasita

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