(Nota de un ensayo del Diplomado en Filosofía, UPEL-IPB, 2016)

El libre albedrío y filosofía escolástica

"Tarde te Amé, hermosura tan antigua

Y siempre nueva… ¡Tarde te amé!

Tú estabas dentro de mí y yo fuera…

Y por fuera te buscaba…

Nos hiciste, Señor, para ti y nuestro

Corazón está inquieto (insatisfecho)

Hasta que no descanse en ti…"

(Agustín: "Confesiones")

Agustín de Hipona (354-430 d C), Padre de la Iglesia, Confesor, Testigo y Doctor de la Iglesia, según el canon de la Iglesia Cristiana Católica, tanto Ortodoxa Oriental como Occidental y hasta de Iglesias reformadas. Estableció sana doctrina en torno a asuntos nodales de la fe en una perspectiva bíblica y eclesiológica en coherencia armónica entre fe y razón; "Fides et ratio", la Carta Encíclica del Papa Juan Pablo II que por estos días está cumpliendo 20 años ya, refiere ampliamente este aspecto y quien desee profundizar puede acceder a este documento digitalmente, lo cual sería ya una gran ganancia.

Refiramos propiamente, lo atinente al asunto que nos hemos propuesto tratar aquí brevemente. El asunto central viene a ser el hecho de que, si el ser humano es hechura divina, tiende hacia Él, como "cosa natural". Se colige de la cita que hemos puesto al inicio de esta nota a modo de epígrafe; aparece, entonces, un problema que no es de poca monta. A saber, el hombre, en tanto categoría antropológica de hombre y mujer, tiene o no libertad; libertad para pensar y actuar o le es dado sólo obedecer, esto es, a las leyes naturales, sociales o jurídica-políticas y las divinas.

Así, Agustín en tanto que filósofo que discurre sobre cuestiones metafísicas, acota que conviene establecer un distingo claro e inequívoco entre la "libertad y el libre albedrío" en un contexto histórico, el Estado pagano o secular y la iglesia como comunidad que "peregrina" en diversas regiones de "todo el Universo-Mundo", que decía el historiador Manuel Caballero; y para ello requiere tener libertad de acción y no sujetarse al Estado-Nación, aunque en este punto la santa madre iglesia no siempre ha acertado y se ha unido hasta a las peores regímenes políticos y condenado a otros que han hecho mucho bien a la humanidad, pero siempre incompletos como todo obra humana. Pero, ¿el hombre ha de tener libertad como individuo y comunidad también frente a las estructuras eclesiásticas?

La respuesta de Agustín es que "Libertad" es la "capacidad de elegir", como de hecho, Fernando Savater, (San Sebastián, 1947), al realizar labores de divulgación en filosofía tiene un libro así titulado "El valor de elegir"). Pero de elegir hacia el bien, correlativamente. El "Libre Albedrío" viene a ser "… la capacidad que el ser humano de obrar voluntariamente, de tomar decisiones, de orientar la vida, su vida, y sus acciones". Pero por consecuencia del "Pecado Original" se orienta hacia el mal y "no puede dejar de pecar". La libertad, en cambio, es la capacidad de hacer un uso correcto del libre albedrío y elegir el bien, aunque esto sea una tarea muy ardua o como se podría decir, volviendo a citar de memoria otro libro de Savater "La tarea del héroe".

Lo anterior va a tener incidencia en la teoría acerca del "Acto Moral", una de cuyas fases, a parte del objeto elegido y la intención, un aspecto importante lo constituye el grado de libertad que se tenga al elegir ejecutar una acción o dejarla de hacer; luego, para que el acto sea moral "strictu sensu" debe haber libre albedrío; así se tiene entonces que Dios ha dado al ser humano la facultad de captar las leyes eternas de la moralidad que están impresas en el corazón de todo hombre pero requiere el esfuerzo personal de perfección. Ello a fin de formarse una conciencia sana y poder obtener conceptos, juicios u obtener conclusiones pertinentes sobre diversas dimensiones de lo real.

Finalmente, dado que el hombre tiende a la felicidad por naturaleza, ese ascenso hacia Dios como supremo bien se va logrando a través de unos medios de la gracia que van desde "Los sacramentos de la iglesia en tanto que acciones Cristo" hasta la razón natural, por la cual se descubre la existencia y naturaleza de Dios y sus potencias. Explora su ser, así como también comprende las potencias más nobles del hombre: amar a Dios (Bien sumo) e inteligencia (iluminación de la verdad); luego, se comprende que Dios es: Ser Sumo, Inmutable, Infinito, Único y Perfecto. El hombre, por su parte, es todo lo contrario: ser dependiente y subsidiario, pero también de gran potencia racional para comprender e interpretar el universo exterior e interior, ya que la filosofía medieval establece un conjunto de categorías que amplían el recurso de la racionalidad humana, una de cuyas potencias es la libertad o capacidad de decidir.

Luego, lo importante es buscar el querer de Dios, su voluntad. Dice Agustín: "¡Oh Dios! Yo soy tu siervo e hijo d sierva. Te ofreceré un sacrificio de alabanza porque has roto mis cadenas (Sal 115, 16-17). Que te alabe mi corazón y mi lengua; que mis huesos todos clamen: Señor, ¿quién hay que sea semejante a Ti? (Sal 34, 10). Tú, en cambio, respóndeme: Yo soy tu salvación (Sal 34, 3). ¿Quién era y cómo era yo? ¿Qué pecados no hice, o si no los hice, los dije; o si no los dije los pensé? Pero tú, Señor, eres misericordioso; y tu diestra, mirando en la hondura de mi muerte, de mi corazón sacó y agotó todo un abismo de corrupción. Y esta miseria no estaba en otra cosa que en no querer yo lo que Tú querías y querer en cambio lo que Tú no querías" (Confesiones de San Agustín, Libro IX).



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Luis B. Saavedra M.

Docente, Trabajador popular.

 luissaavedra2004@yahoo.es

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