¡A malaya de haberse dado la unidad cívico-militar!

¡Otros gallos estuviesen cantando!

De haberse concretado esa unidad patriótica, el pueblo que vive honestamente de su trabajo creador, independientemente de su condición civil o militar, tuviese participando de un gobierno democrático, de conducción colectiva, transitando las sendas del socialismo, protagonizando su Bien Vivir y no hubiese poder alguno en la tierra que amenazase su integridad, seguridad y soberanía. Ningún imperio osaría pisar tierra venezolana porque su ejército hecho pueblo, hecho guerrilla, hecho miliciano todo -sin distingo de condición civil o militar- estaría presente en todos los frentes de batalla que el enemigo osara atacar.

Luego de la derrota militar sufrida por las fuerzas armadas revolucionarias se nos ordenó reintegrarnos a la lucha en la ciudad y rápidamente el ejército revolucionario comenzó a conquistar espacios que habían sido abandonados para asumir a la lucha guerrillera: movimiento sindical, agrario, vecinal y cultural entre otros. En esos escenarios fue significativa la lucha que se libró contra el control adeco-copeyano en todos los sindicatos del país, al punto que el movimiento obrero clasista venezolano protagonizó encarnizadas luchas que lo llevaron a conquistar contratos colectivos de trabajo que posesionaban a la clase obrera como una fuerza social en avance progresivo llegando a plantearse la Escala Móvil de Salarios como objetivo estratégico para desplazar a la mafia sindical adeco-copeyana que se veía debilitada ante el empuje revolucionario.

Pero no, la revolución fue traicionada. Y lo fue desde el mismo momento que Nicolás Maduro, bajo las órdenes de Luis Miquilena, saboteó la incorporación de la clase obrera organizada al Proceso Bolivariano. Fue certera la puñalada traidora a la clase obrera del que hoy se hace llamar "Presidente Obrero". El mismo, en compañía de Oswaldo Vera, "El Chino" Khan, "El Mocho" Jacobo, Eduardo Piñate, Telemaco Figueroa, Nelson Núñez y otros desclasados más se encargaron de sabotear la unidad e integración del movimiento sindical clasista que se venía construyendo luego del repliegue táctico del Movimiento Revolucionario Venezolano; al triunfo de Chávez la clase obrera organizada acudió en masa al llamado clasista, el auditórium del Colegio de Ingenieros de Venezuela no era ya espacio suficiente para las asambleas obreras, hubo de salir a otras localidades. Retumban aún en los predios de La Ciudad Vacacional Los Caracas (único espacio lo suficientemente grande para albergar a la dirigencia de masa obrera organizada) los acuerdos de la mayoría de los sindicatos y federaciones que allí se habían dado cita para tomar las instalaciones de la CTV, poner en manos de la justicia a los esquiroles adeco-copeyanos y enrumbar a la clase trabajadora al frente del Proceso Bolivariano que se comenzaba a construir cuando Maduro, celular en mano, apoyado por su camarilla de esquiroles, informaba que Chávez no aprobaba esa decisión. A partir de ese momento se puso en marcha un plan para desarticular el movimiento: con reuniones dispersas y sin sentido en toda la geografía nacional, jugando al desgaste de la dirigencia obrera y, por último, imponiendo una Central Obrera desclasada, bajo la dirección de Miquilena y sus colaboracionistas, y profundamente comprometida con la burguesía nacional.

Con una clase obrera organizada y reclamando espacios dentro del Proceso Bolivariano la hasta ahora cacareada "unidad cívico-militar" hubiese avanzado; un nuevo y diferente entramado cívico-militar se hubiese construido; una nueva doctrina de defensa de la nación hubiésemos parido; lo castrense se hubiese entrelazado con los civil y lo civil con lo militar; una Revolución hubiese surgido. Pero no, la revolución fue traicionada.

Fue durante la IV República que el movimiento revolucionario se trazó como objetivo la Escala Móvil de Salarios, y fue en el sector universitario donde más se avanzó; allí nunca se había abandonado la lucha estudiantil y los gremios de docentes, empleados y obreros estaban, casi en su mayoría, en manos de militantes revolucionarios. Dura fue la lucha del gremio docente durante esa IV República, costo represión y muertes para arrebatarle al gobierno adeco de turno la Homologación de Sueldos y Salarios que como salida "honrosa" inventó la burocracia adeca para no dar su brazo a torcer y evitar crear jurisprudencia que permitiese al resto de los trabajadores del país reclamar similar conquista.

Bajo la figura de la "Homologación" (Decreto Presidencial aún vigente pues no ha sido derogado) el profesorado universitario pudo defender su salario hasta que la burocracia roja-rolita, en complicidad con el esquirol Telemaco Figueroa, sus compinches y la descarada violación de la Ley del Trabajo de parte de la misma burocracia ministerial, sepultara tan preciada conquista laboral en postrimerías de la V República.

Toca hoy, en la Aurora de la VI República, a la clase trabajadora que en todo el país se levanta en lucha por el derecho constitucional a un salario digno, unir sus fuerzas para no sólo conquistar mejoras salariales sino para dar el salto cualitativo que implica tomar el poder bajo la hegemonía de la clase trabajadora. Las condiciones materiales están dadas, el pueblo que vive honestamente de su trabajo creador ha madurado, ha avanzado políticamente, ha conquistado una Constitución Nacional que no se debe dejar arrebatar por este gobierno militar.

El momento del pueblo trabajador ha llegado. Hora es de que civiles y militares, trabajadores todos, le "echemos un paraó" a la mafia militar que controla la vida económica, política y social de la nación en nombre de un sistema que con el engaño de socialista pretenden vender en cuarteles y espacios cívicos. Hora es de abrir los ojos ante la entrega de soberanía nacional al mejor postor extranjero; ante la destrucción del tejido social y reino del "pranato judicial" que criminaliza las luchas sociales; ante la destrucción del aparato productivo nacional para terminar de imponer una economía de puertos dominada por el sector un importador que se hace milmillonario a costa del sudor obrero. Hora es de frenar el robo descarado de las divisas que entran al país producto de la renta petrolera; de frenar la destrucción de nuestras selvas y fuentes prístinas de agua para obtener oro y minerales preciosos que terminan en manos de la mafia que nos mal gobierna. Hora es de repatriar las fortunas robadas y fugadas que en los últimos meses han sido localizadas en decenas de bancos en todo el planeta y que pertenecen al pueblo trabajador.

Hora es de unir nuestras fuerzas, de entrelazar nuestras luchas, de convocar la unidad cívico-militar revolucionaria para derrotar a los traidores de la Matria.

Hora es de actuar. Hora es de derrotar la imposición de una constitución echa a la medida de los corruptos y vende patria. Mañana será tarde.

panchojalegria@gmail.com



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Pancho Alegría


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