Sobre mi amada Venezuela y tan nostálgica como José Varela

Cuando leí el artículo de José Varela: ¿Por qué amo tanto a Venezuela?, no pude evitar transportarme a ese mundo de vivencias que de una u otra forma tenemos los venezolanos.

Estimado José... parece que yo también me estoy volviendo nostálgica y después de deleitarme con tu artículo… recorro el estado Zulia con su espectacular lago de cristal, los hermosos ríos que refrescan la Sierra de Perijá, las arenas saltarinas de los médanos en La Guajira, el contagioso ritmo de la gaita zuliana, el imponente rayo del Catatumbo que ilumina nuestras veladas...y más mucho más, no solo de mi amado estado Zulia, sino de otras partes de Venezuela que muchos de nosotros tal vez hayamos tenido la oportunidad de visitar.

La perla del Caribe y la isla de Coche con sus paradisíacas playas, hoteles y castillos abarrotados de reliquias y vivencias…

Las espectaculares playas cristalinas de Mochima con sus coloridos peces y algas, sus adorables y juguetones delfines, las enormes iguanas-mascota que te reciben en los restaurantes…

La inigualable Gran Sabana como pedacito de cielo en Venezuela donde los pemones con sus cantos lograron que lloviera de mis ojos y yo ni sabía qué me decían, donde los helechos y orquídeas se yerguen a lo largo del camino, tierra huérfana de peces en los ríos y de aves surcando el cielo, pero con un espíritu mágico que recorre todo este espacio de cascadas y saltos de agua con pisos de jade…

Mi Mérida maravillosa con su gente adorable, paisajes diseñados por un pintor que no es de este mundo, parques de ensueño como la Venezuela de Antier y Los Aleros, el populoso Mercado de Mérida donde sus músicos tocan el violín y deleitan a propios y extranjeros que no dejan de bailar el Zancudo Loco, y esos desayunos inolvidables que trato de imitar en mi casa…

El atractivo estado Falcón con sus enormes desiertos que por la noche se cubren de un manto de estrellas y radiantes luciérnagas, las aguas cristalinas del Parque Nacional Morrocoy que dan un baño juguetón a sus coloradas estrellas, esos petroglifos que también me arrancan lágrimas y no sé por qué, mi amada Villa Marina con sus adorables dueños de posadas…

Ese hermoso estado Portuguesa con sus cultivos de arroz que se pierden en el horizonte y las inolvidables noches con mis amigos tocando el cuatro...

El multivariado estado Trujillo que guarda infinitos secretos entre Momoyes, cultivos de café, aguas termales y pueblos con frío o calor a escasa distancia que muy bien supieron mostrarnos unos queridos estudiantes…

El adorable San José de Bolívar en el estado Táchira que recorrimos guiados por una prima, con la señora elegante y amable que da libre entrada para recrearnos con la inmensa variedad de plantas que posee y donde disfruté del aroma de la orquídea vainilla mientras la cascada salpicaba con su rocío a esta vulgar citadina…

El versátil estado Lara con sus artesanías y telares multicolores, el clima relajante de Cubiro con los pícaros señores que te brindan paseos a caballo y te juran que no te van a dejar sola, pero igual lo hacen…

El inolvidable Hatillo en el estado Miranda con sus tiendas de dulces criollos, plantas medicinales, antigüedades, restaurantes, chocolatería y paseo en tranvía…

El histórico Carabobo donde me enamoró Puerto Cabello con su Fortín Solano, las casas coloniales y las divertidas noches a las orillas del mar con las clases de historia que nos dio un heladero...

Falta mucho por explorar en este hermoso país que es Venezuela, pero actualmente necesitamos viajar hacia un lugar que está por redescubrirse: el sentir venezolano. Estamos viviendo la hora menguada, pero ésta nos debe servir para transformarnos como seres humanos, recuperar nuestra condición de ser venezolanos, renacer de las cenizas como el ave Fénix, porque tenemos estirpe de libertadores y de genios. Este proceso de aprendizaje que estamos viviendo no nos puede destruir, por el contrario, de aquí tenemos que salir reanimados para construir la Venezuela que responda a nuestras necesidades. Para ello debemos fortalecer valores como el amor, la solidaridad, la justicia, el trabajo, la perseverancia, la responsabilidad, la identidad planetaria, el espíritu soñador y la motivación para la construcción de nuevas realidades que estén orientadas al logro de una mayor calidad de vida, tanto en el orden espiritual como en el material, pero de manera armónica con el planeta.

lfuentesp89@gmail.com



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