Los marines corren hacia las bombas... porque están drogados

No debe uno confiar en la ineficacia de palabras y acciones de locos, por muy locos que parezcan, e increibles sean sus amenazas. Ayer Trumph dijo que sería muy fácil para los militares venezolanos acabar con el gobierno a través de un golpe de estado; se burló de nuestro ejército, y, entre otras menudencias, aseguró que sus marines no corrían, más que hacia las bombas... Bueh...

En agosto de 2017, cuando se hicieron los primeros ejercicios cívico-militares, los videos "trending topic" de los opositores mostraban en tono de burla a milicianos de tercera edad caminando agotados y con algunos tropiezos; sobre esas imágenes, dentro del límite fijado por el horizonte más cercano a sus narices, reíanse ante la imposibilidad de contener cualquier invasión con viejecillos sin ninguna destreza a los que de manera irresponsable se entregaba la manipulación de fusiles, y que disparaban en desordenado trayecto durante una suerte de comedia mal hecha por militares estúpidos.

Por fortuna también participé en esos ejercicios cívico-militares de 2017, y continué, con el resto del pueblo chavista, el fuerte entrenamiento de calle que desde entonces nos ha llevado a realizar continuas caminatas por diferentes terrenos urbanos. Seis kilómetros, diez kilómetros, cinco, nueve, catorce kilómetros,... La marcha se detiene, avanza, encuentra puntos de orden, áreas de seguridad, de auxilio, de protección inmediata,... Hemos caminado bajo la más fuerte lluvia sin detenernos; hemos marchado con un canto en nuestro propio mundo, vigoroso, espléndido, recio y de fortaleza para no abandonar el camino. He visto a los jóvenes cantar, gritar, reír, trotar, auparse mutuamente para aumentar los desafíos físicos; mientras los adultos vamos en un plan de resistencia, sin disminuir el ritmo de la marcha en ningún momento. La marcha del adulto civil es marcada por la exigencia de no abandonar, de acompañar y proteger aquel contingente de alegre juventud dispuesta a ir al combate por la Patria. ¿Pensarán en eso alguna vez los zagaletones de la irresponsable política opositora, a quienes no ha importado sacrificar la vida de sus jóvenes por la mezquina causa individual, bastarda, nefasta, traidora y oculta tras el propio miedo?

En esas caminatas donde uno va entendiendo su propia resistencia, en medio de tanta algazara de jóvenes, he podido escuchar las frases más admirables: "Aquí hay compromiso", "Aquí nos tendrán que matar uno por uno", "tendrán que aprender esos gringos a respetar"… Mejor continuar el ejercicio y conservar el calor; a veces el trote, a veces sacudir la bandera hasta secarla como un desafío a las nubes. He podido ver y admirar mujeres de más de 60 años portando un fusil en su entrenamiento, mientras saltaban sobre aguas empozadas y pasaban por túneles cortos. No las vi amilanarse por el temor; los aplausos que seguían a sus acciones no eran de burlas, sino de reconocimiento. Sus rostros fueron dignos de respeto, de admiración; su cansancio fue el cansancio que absorberían de los jóvenes, por quienes estoy segura que se sacrificarían, protegiéndolos. A esa juventud tan hermosa, tan de oro, ¿cómo no hacerla digna de cuido? Así vi los rostros, de quienes estaban prestando un ejercicio de atención médica en la vía, de solidaridad, de eso tan de nosotros y que han querido arrebatar para convertirlo en moneda de cambio por papel tualé, o por harina blanca de maíz.

Ese ir y venir de los traidores a la Patria, ofreciendo nuestra Nación al mejor postor, es como el vergonzoso espectáculo de unos vecinos del barrio dedicados a ser proxenetas, que han entregado a sus hijas y hermanas a la prostitución, han golpeado a sus padres y permitido que los hijos tomen las calles para vivir en el abandono; y que además invitan a sus amistades dudosas, que vienen de afuera, a que sigan su ejemplo. El rastrero vendepatria que sale a pedir que vengan a destrozarnos, que sale a rogar con su cuello blanco de camisa hedionda que ofendan a nuestros padres, hijos e hijas, hermanos y hermanas, ¿aún quiere decencia en el trato? ¡Qué infelices, traidores a la patria! ¡A la entrega más ruin de nuestro pueblo sigue el llanto del cobarde, cuya voz, rastrera y mentirosa, mendiga el golpe bajo de sus cómplices! ¡Sobre la burla soez a la ancianidad patriota, pretende erigirse el cobardón que declara desde ciudades foráneas, donde posa junto a los perros de la guerra! ¡Con la droga a cuestas pretende el iracundo enseñar sus dientes y labios resecos de deseo! ¡Tras la barba de hombre infecundo de ideas, quiere el inepto sin alma hacer pasar la inexistente bondad! ¡Asco provocan! Pues a todos ustedes habrá que sobrepasar, junto a los que, ocultos tras los cargos burocráticos, visten la garibaldina que no merecen.

Fue en una de esas caminatas del pueblo, donde recogí una de las frases más contundentes que puedan escucharse jamás, y fue a propósito de quienes observábamos con detenimiento el interior y cubierta de un tanque de guerra: decía el oficial al mando del blindado, al grupo de mujeres: "Ya veremos si tienen ovarios para montarse aquí y enfrentar un enemigo…", a lo que respondió una mujer, tan morena como el barrio mismo, tan segura como quien es poderosa por su propio esfuerzo aún en la más grande pobreza, tan fuerte como quien ha llevado un hijo dentro de sí: "Mire, señor, una mujer pare en hospital, cría sola muchas veces a sus hijos, los lleva a la escuela, atiende su casa, sale a trabajar, sostiene a su familia y la echa pa`lante, sufre, llora,… Yo soy de barrio, y le digo que ‘eso’ no es nada para nosotras!!" …



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Carolina Villegas

Investigadora. Especialista en educación universitaria

 saracolinavilleg@gmail.com

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