El envilecido Elías Pino

Uno de los más penosos papelones de los últimos años, es ver a esos intelectuales que gracias a su talento y trabajo se ganaron el respeto de buena parte de la colectividad, pero que se han dejado permear por ese odio de clase para tratar de explicar el fenómeno político y social ocurrido en Venezuela luego de 1999.

Incluso esa intelectualidad orgánica (Mariátegui dixit) de la derecha, supo durante un buen tiempo traficar sus postulados filosóficos para justificar la hegemonía en Venezuela de una burguesía (grande le queda el término), que ha usufructuado a su antojo (y aún hoy lo sigue haciendo), las riquezas del país. Y esa intelectualidad lo hizo con bastante habilidad y lucidez. Quien puede negar la validez, por ejemplo, de los trabajos de un Alberto Adriani a pesar de su posición abiertamente racista, para justificar la inmigración europea a Venezuela, ventilado en su trabajo "Labor Venezolanista".

Desafortunadamente, esa perspicacia intelectual parece haber mermado con el paso de los años, o quizás con el aumento de ese odio de clase que siempre han guardado, dando chance a una incapacidad casi permanente para interpretar correctamente la realidad venezolana y reemplazando ésta con la "verdad" que su perspectiva de clase les permite esgrimir.

En este contexto, no sorprenden posiciones antagónicas de ese universo de estrellas del enciclopedismo escuálido venezolano contra la Revolución Bolivariana; como tampoco la subestimación, desprecio racial y/o social, e incluso ignorancia espantosa de la que algunos han hecho gala cuando tratan de juzgar lo que ha venido sucediendo en Venezuela desde 1999.

No es interés en este momento validar o negar las tesis del profesor Elías Pino Iturrieta, sobre diversos tópicos de nuestra historia nacional, ventilada en libros como País Archipiélago, Venezuela Metida en Cintura, el Divino Bolívar o Nada sino un Hombre, entre muchos otros, ni discutir su presunta posición antibolivariana.

Sin embargo, bajo esta circunstancia, el profesor Elías Pino Iturrieta, una de esas "vacas sagradas" de la intelectualidad opositora de este país lanzó a través del diario El Nacional una reflexión llamada "Pueblo Envilecido".

El artículo es un breve análisis de las razones por las cuales el pueblo venezolano está soportando "casi sin chistar" a la "oprobiosa dictadura" de Nicolás Maduro.

Siendo justos este trabajo se inicia con el lugar común que domina el discurso opositor de estos últimos años: "se ha puesto de moda un análisis que trata de entender la pasividad social en las necesidades de supervivencia que acosan a las mayorías y que la obligan a mostrar una forzada indiferencia ante las canalladas del régimen". Esa decir, bajo este "análisis" (que no es del profesor Pino, ni él se lo está adjudicando así mismo en su escrito, simplemente lo expone para darle sustento a su idea final), el pueblo venezolano (o la inmensa mayoría), está integrado por un montón de muertos de hambre que se acostumbraron a las limosnas que el gobierno les da.

Lo interesante es que el profesor parece no asumir tal cosa (la cobardía, comodidad, o ambas), como características del -muerto de hambre- pueblo venezolano; sino que Pino Iturrieta, mete en ese saco a la "dirigencia" de la oposición venezolana (aunque al final, no niega adjudicar el censurable comportamiento al resto de la población).

Pino reclama a la clase social con la que probablemente se identifica que "se toman la licencia de explicar la inercia ante penurias como si estuvieran en capacidad de entenderlas […]"

Lo novedoso es lo que escribe el académico a continuación: "¿No hacen lo mismo los políticos? […] también estamos ante una evidencia de pasividad que no se diferencia de la que tratan de exculpar, de las faltas que quieren estudiar y perdonar desde otra torre de marfil dispuesta solamente a ver la paja en el largo y ancho hombro ajeno. […] La explicación de una dejadez así de panorámica debe encontrar responsabilidades en quienes han pretendido encabezar el trabajo desde las alturas de la oposición".

Finalmente, el historiador nos mete a todos en un mismo saco, tanto al pueblo "envilecido" (y probablemente muerto de hambre), que "tolera a los malhechores", como también a la clase política que paradójicamente él ha aupado en todos estos años, la cual ha establecido una "connivencia anómala con los poderosos", reclamándonos a todos que "nadie ha hecho mayor cosa para detenerlos" y concluyendo (al igual que esos "analistas y gentes de clase media" a los que señalaba en una parte de sus líneas), que "la existencia de la sumisión dependa de la necesidad que tenemos de que exista […], de las ventajas producidas por la posibilidad de escamotear las responsabilidades individuales y colectivas que se deben tomar en situaciones de calamidad"

En conclusión, somos unos pervertidos y cobardes, o en mejor de los casos unos acomodaticios, movilizados apenas por el bozal de arepa y las limosnas que la dictadura (vaya libertad para escribir en "dictadura"), nos lanza.

Sin embargo, se atreverá el "maestro" a sacudirse ese envilecimiento al que él también –de acuerdo a lo que al final de su trabajo señala- ha sido contagiado? O simplemente se limitará –vaya paradoja- a drenar sus frustraciones políticas detrás de un teclado y un monitor de computadora (cosa que también critica)?. Limitándose finalmente a no proyectarse fuera de esa comodidad intelectual tan escuálida de acusarnos a todos de ser un pueblo envilecido, por el simple hecho de no hacer lo que él tampoco tiene valentía de hacer……



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Neftalí Reyes


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