Necesidades y posibilidades de la ciencia-ficción en las diversas conjugaciones espacio temporales de la naturaleza y la sociedad

Colapsos planetarios y utopías ecológicas

Colapsos planetarios y utopías ecológicas: necesidades y posibilidades de la ciencia-ficción en las diversas conjugaciones espacio temporales de la naturaleza y la sociedad

FRANCISCO JAVIER VELASCO

La ciencia ficción suele ser considerada como un género que forma parte del conjunto de la literatura. Para algunos, en tanto que literatura la ciencia ficción es arte y como tal no necesita una justificación. Existe como un medio de expresión para quienes trabajan con ella y como medio de proyección y disfrute para quienes la leen. No resulta fácil definirla de manera exhaustiva ya que varía con el tiempo y admite un amplio espectro de propósitos. En una primera aproximación nos aventuramos a decir que la ciencia ficción nos proporciona una distancia para sortear asuntos de fatiga y ansiedad en estos tiempos francamente problemáticos y de alta incertidumbre. Más allá de su significación artística, la ciencia ficción ha jugado un papel de cierta importancia en la conformación más contemporánea de aquello que se denomina la modernidad. Este género promueve algunos aprendizajes, despierta la imaginación, realiza especulaciones sociales y nos ayuda a entender (y desafiar) en buena parte a la ciencia y la tecnología que de ella se derivan. Muchos autores de ciencia ficción han logrado en cierto modo anticiparse al futuro, crear nuevas visiones de lo que podría ser de las que nadie se ha percatado.

¿Es relevante la ciencia ficción en una época de cambio climático, degradación acelerada de los océanos y hecatombes megamineras, acompañadas de crisis de refugiados, asimilación de la izquierda convencional al neoliberalismo y el ascenso de la extrema derecha en diversas partes del mundo? Ciertamente lo es, pero no sólo por lo que predice sino también por cómo desentraña nuestra circunstancia en el presente. La ciencia ficción es en cierto sentido el realismo de nuestro tiempo, describe el presente de la misma manera en que un tirador deportivo alcanza con un disparo a un disco lanzado al aire, apuntando un poco por adelantado para revelar lo que todavía no es ahora pero que ya está teniendo un impacto. Esto nos provee de metáforas y sistemas de significado que ayudan a conceptualizar el momento. De tal manera que, como ocurre con cualquier arte realista, extraemos solo un hilo del tejido de la situación total y lo seguimos hasta ver adónde conduce. Un cuento o una novela no son el mundo, incluso si se refieren al mundo. Son apenas una historia más entre los millones de historias que pudieran contarse, es por eso que no tienen por qué describir todo. La ciencia ficción trabaja estéticamente. Hemos dicho que entre sus posibilidades está no solo la predicción sino la doble acción, como los lentes que utilizamos para ver películas en tercera dimensión: a través de un lente, llevamos a cabo un serio intento de retratar un posible futuro; con el otro, vemos nuestro presente de manera metafórica, en una suerte de símil heroico que dice "Es como si nuestro mundo es como esto". Cuando estas dos visiones se fusionan, la tercera dimensión artificial que se hace presente en el ser es simplemente historia. Nos vemos a nosotros mismo a nuestra sociedad y al planeta como "gigantes sumergidos en los años", como lo expresó el escritor francés Marcel Proust en su obra monumental A la Búsqueda del Tiempo Perdido. Así que realmente es la cuarta dimensión la que se muestra a la vista: el tiempo profundo y nuestro lugar en él. Hay quienes no logran la fusión y, en consecuencia, no les gusta la ciencia ficción porque para ellos emite destellos de irrealidad. Pero si relajamos los ojos los resultados pueden ser sorprendentes por su claridad.

Podemos desarrollar ideas y construir escenarios porque somos criaturas de parábolas, mitos, alegorías y dilemas ético-filosóficos. La ficción tiene que ver con cómo lidiamos con nosotros mismos. Imaginando lo inimaginable es posible hacer que la realidad sea más tolerable pero también permite transformarla y trascenderla. Vivimos en una especie de novela de ciencia ficción en la que el presente luce peligroso y volátil, y el futuro que realmente nos aguarda es radicalmente incierto. Pudiera presentarse una buena vida (resta definir qué entendemos por eso) para las sociedades del futuro en una biósfera diversa, compartida e interdependiente. No obstante, pudiera tratarse en cambio de modificaciones extremas en el clima, extinciones en masa, desplome global de la agricultura o sangrientos conflictos entre grupos humanos desesperados, incluyendo una guerra termonuclear. Desde esta perspectiva la ciencia ficción tiene un gran potencial para desbordar los cuadros teóricos habituales y proyectarse en mundos y universos muy diferentes, en ruptura completa con el presente.

En lo que respecta a la relación humanidad-naturaleza es posible crear diversas representaciones de las múltiples evoluciones posibles de las relaciones ecosociales que den cuenta de su riqueza pero también de los riesgos y rupturas ecológicas posibles. Cuando surgieron los movimientos ecologistas modernos a comienzos de los años 70 del siglo pasado, una generación de escritores de ciencia ficción trabajó sus mitos. Algunos fueron optimistas como es el caso de Ernest Callenbach con su seminal obra de culto ECOTOPÍA (1975), en la que la región de la costa del Pacífico noroeste de los Estados Unidos vive feliz con energías verdes, autoconsumo, bosques sostenibles y uso libre de la marihuana. Otros como Harry Harrison emitieron alertas; en su novela Hagan sitio, hagan sitio (1966), adaptada al film Cuando el destino nos alcance (1973) de Richard Fleischer, Harrison presenta un mundo superpoblado, con ciudades saturadas en las que la población sobrevive a duras penas con escasos recursos. Tales mitos conformaron polos de la visión de mundo de estos movimientos, expresando sus ideales más elevados y sus miedos más profundos

En la copiosa literatura de ciencia ficción de los últimos sesenta años (incluida su proyección en el cine, la televisión, los comics, los video juegos e Internet) se pueden identificar diferentes escenarios, entre ellos citaremos: la naturaleza devastada, los bolsones restantes de civilización, los mundos artificiales en respuesta al desastre ecológico, la terra-formación (la geoingeniería y la bioingeniería), la simbiosis inspirada en el mito de Gaia, y en menor medida los edenes planetarios pacíficos y ecológicos. En algunos textos como por ejemplo La ciudad y las Estrellas (1957) del autor estadounidense Arthur Clarke y los relatos breves "Villaverde" y "Megamach" del libro LA ORGÍA IMAGINARIA (1983) escrito por el venezolano Luis Brito García, la utopía ecológica y su contrario hipertecnológico compiten y se confrontan en un mismo escenario. Generalmente las películas taquilleras que abordan los asuntos ecológicos lo hacen en términos distópicos. Así por ejemplo Mad Max (1979) del australiano George Miller, es una resuelta representación del mundo post-apocalíptico en las arenas del desierto; la tundra congelada de Snowpiercer(2013) del surcoreano Boon Joon-ho, basada en la novela gráfica francesa Le Transperceneige de Jaques Lob, Benjamin Legrand y Jean-Marc Rochette, es la consecuencia de un fallido experimento de control climático; incluso Godzilla (1954) de los japoneses Tomoyuki Tanaka, Ishiro Honda y Eiji Tsuburaya, emerge de un mar recalentado. Pero las historias puramente apocalípticas no nos ayudan a hacerle frente a las más lentas pero igualmente devastadoras emergencias como las de bosques que se desvanecen hectárea por hectárea, niveles del mar que se elevan algunos milímetros cada año y demandas masivas de bienes de consumo que gradualmente succionan los recursos del planeta.

Póster de Mad Max: Fury Road, por Kilian Eng.

Hace falta una literatura que abarque en una visión de conjunto nuestras circunstancias ecosociales actuales. Por ejemplo, el cambio climático es algo tan urgente y extremo que necesitamos una ciencia ficción que capte su significado integral y lo difunda problematizándolo. Desdeñada durante mucho tiempo como "género menor", la ciencia ficción con sus híbridos y sus extraterrestres, sus excesos científicos, sus trastocadas fronteras entre humano y máquina, sus tecnologías superpotentes y sus ciudades hiperconectadas, pone a la disposición imaginarios que se imponen hoy en día como pistas sólidas para pensar nuestro futuro, pero más aún para pensar aquello en que nos estamos convirtiendo o aquello que ya somos. A casi medio siglo del primer paso del ser humano en la Luna, a quince años de la muerte de la oveja Dolly –primera de su especie en ser clonada-, a la hora del marcapasos, de los transplantes y del comercio de órganos de todo tipo, de la Internet, los transgénicos, la nanotecnología, las figuras del cyborg y las de la red de control policial vía telecomunicaciones e incluso aquellas de la exploración espacial, no pertenecen ya al espectro de fantasías atemorizantes sino al de realidades que hacen emerger interrogantes, deslizamientos y cuestionamientos sobre los límites de la ética y nuestros seres, así como sobre nuestra conexión con la naturaleza.

Por otro lado, para no quedarse en el catastrofismo es necesario completar con otras reflexiones que trabajen también con la ciencia ficción haciendo énfasis en las esperanzas ecológicas, a fin de poder tener alguna influencia en los imaginarios colectivos y las consideraciones prospectivas, buscando rearticular las relaciones individuo-sociedad-ecosistema, ya no en términos de dominación y control sino de co-pertenencia, co-dependencia y co-evolución. La ciencia ficción, liberada de los lugares comunes de la futurología, del fundamentalismo tecnológico y de las extrapolaciones civilizatorias lineales, apelando a las infinitas posibilidades de la imaginación, puede contribuir con contra narrativas emergentes a pensar y poner en escena lo impensable y también lo que anima y moviliza en un sentido ecológico y social transformador y liberador. En este orden de ideas, en el mundo biodiverso y sociodiverso de América Latina es factible promover una convergencia de arte, estética, filosofía, política y ecología que combine ciencia ficción con variadas culturas y saberes ancestrales e historias populares, con el propósito de proyectar caminos de respuestas plurales, creativas, alternativas, equilibradas y originales a la crisis ecológica global que entronca con la crisis civilizatoria.



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Francisco Javier Velasco

Doctor en Estudios del Desarrollo (CENDES, 1999). Doctor en Sociología (Université du Québec á Montréal, 1990). MsC. en Planificación Urbana (McGill U, 1986) y Antropólogo (UCV, 1981). Ha sido profesor-investigador de las áreas socio-ambiental y teoría social. Actualmente miembro de la coordinación general del Observatorio de Ecología Política y activista de la Plataforma contra el Arco Minero del Orinoco.


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