El drama del gigante sin cabeza

Las clases dominantes, en complicidad con los intelectuales pequeñoburgueses, intentan despojar a las masas de su vanguardia revolucionaria, inventan teorías para sustentar la inconveniencia de la dirección. Proponen que el pueblo, ese difuso concepto, sabrá qué hacer, que no es necesario el estudio, la reflexión y mucho menos una dirección. Difunden que toda vanguardia usurpa la voluntad de la masa y conduce necesariamente a un totalitarismo. Desprecian, con variados argumentos, la necesidad de un partido, y cuando lo toleran es una suerte de aparato electoral que se agrupa alrededor de una tarjeta, una candidatura.

En realidad las clases dominantes le temen al líder, a la vanguardia, a la organización, saben que ese es el primer paso para una Revolución triunfante. Sin líder, sin dirección, la masa es un gigante sin cabeza.

Entre nosotros, la situación se complica: una sociedad que vive de la renta petrolera genera un especial comportamiento, la clase dominante se apropia de la renta y las clases subordinadas luchan, no contra la explotación, sino contra el despojo de la renta, pugnan por una cuota aunque pequeña. La distribución de la riqueza petrolera es el centro de la batalla política. Somos una sociedad de cazadores de gotas de petróleo.

La clase obrera no se encuentra con su ideología, al contrario, absorbe esa ideología especial que podemos llamar de "cazadores de renta". Las otras clases tienen igual comportamiento, unos más visibles que otros. La cercanía al chorro petrolero puede construir una clase "burguesa" en pocos días, que no se apropió del trabajo ajeno sino de la renta ajena. Alguien que ayer era un "cazador" puede, de la noche a la mañana, si consiguió una buena "presa", amanecer transformado en un "burgués", un capitalista. Las clases dominantes tienen poca tradición, son fugaces tanto como los precios del petróleo. Lo que llamamos corrupción es la manera normal de formación de las clases dominantes, que tire la primera piedra quien su fortuna no tenga como origen, en última instancia, la apropiación del petróleo.

Con estas características es difícil la formación de una vanguardia revolucionaria, el aparecimiento de un líder. La tentación de una fácil repartición de la bonanza petrolera y una represión en la época de los precios bajos es muy grande. Con el tiempo se ha llegado a una simplificación del gobierno, no es necesario inteligencia, teorías, planes, sólo repartir las migajas, el clientelismo dispensa cualquier rigor, no importa el discurso, sólo el bono oportuno. Y así la sociedad de cazadores va caminando hacia su propia destrucción, a su disolución.

La gente no se agrupa tras una idea sino alrededor de una oportunidad, el líder es en tanto ofrece, en tanto reparte. No hay organización sino grupos de consumidores.

Sin embargo, allá en el fondo está la huella de los Libertadores, el altruismo de los libertadores de un continente. El Comandante Chávez creyó en esa reserva moral, y la tocó con su ejemplo, con su discurso. Vibró junto a ella y pudo movilizar al pueblo humilde, transformarlo de cazadores egoístas en humanos fraternos que alcanzaron el escalón más alto de la raza, allí dónde el individuo se crece en la pertenencia al colectivo social, y donde las metas individuales se funden con la metas sociales. Fue así como el pueblo de Bolívar y Chávez asombró al mundo en Abril, y en la derrota del sabotaje petrolero, fue así que el pueblo de cazadores se transformó en un ente político, que se movilizaba con objetivos políticos altruistas, es decir, participaba en la conducción de la sociedad, la renta dejó de ser un botín individual y fue fuerza para la construcción de una nueva relación humana.

Con la llegada de los usurpadores el rumbo se torció, regresamos a los cotos de caza, se estimuló el egoísmo. Ahora somos la suma de egoísmos, una sociedad sin rumbo, sin líderes, sin esperanza... una no-sociedad, sin dolientes. El gigante espera a la vanguardia que despierte sus mejores fibras morales.



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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