Crónica de una caída anunciada

Hiperinflación descomunal, hambre, corralito financiero, escasez, anarquía, elecciones falsas, destrucción de PDVSA, aislamiento internacional, condena a muerte de pacientes con enfermedades crónicas, humillación al pueblo, aniquilamiento de la democracia, corrupción descarada, salarios ridículos, narcotráfico, delincuencia desbordada, perreras por transporte público, éxodo masivo. Esta es la galería de logros que exhibe el conductor de victorias en tan solo cinco años de desgobierno; esta realidad me tiene al borde de un ataque de nervios, y desde hace días me revolotean en la cabeza las siguientes interrogantes: ¿acaso no están conformes con lo que han hecho hasta ahora? ¿necesitan convertir a Venezuela en cenizas para sentir que han cumplido su misión? Y la pregunta más importante aún ¿los venezolanos estamos dispuestos a permitir que terminen de destruir nuestro país?

Observando el panorama dantesco que vive Venezuela me llegan a la mente imágenes del pasado. Es abril de 1945. El Fuhrer Adolf Hitler se refugia en su bunker de hormigón subterráneo mientras, la ciudad de Berlín es devastada por la poderosa artillería del ejército rojo. El hombre que prometió construir un Reich que perduraría mil años se entrega a alucinantes divagaciones: moviliza divisiones imaginarias, planifica devastadores contraataques contra los ejércitos invasores, asegura que la victoria le pertenece, está convencido que la raza aria terminara imponiéndose sobre sus subhumanos enemigos, recita en soliloquio que el destino de Alemania es la grandeza, o, la aniquilación total. Sus discípulos lo miran con una mezcla de temor y esperanza; los más fanáticos siguen creyendo que su Fuhrer debe ocultar un as bajo la manga, que solo ha atraído a sus enemigos hasta las puertas mismas de su reducto acorazado para borrarlos del mapa con alguna poderosa arma secreta; en cambio, la gran mayoría de ellos saben que todo está perdido, que la grandilocuencia de su líder es solo producto de su locura, aquella que siempre estuvo presente, pero que sus colaboradores no fueron capaces de determinar en el momento adecuado. La caída es inminente, pero nadie se atreve a advertirle la dura realidad al Fuhrer; los más astutos huyen antes del final anunciado. Los más fieles refrendaran su vida por una causa, y un hombre, que elevaron los indicadores de demencia y maldad hasta límites jamás imaginados. El odio contenido por los millones de vidas robadas en la inmensidad de la Unión Soviética se vuelca contra Berlín, sobre sus ruinas se cometerán violaciones en masa, ajusticiamientos, masacres; los caprichos de un hombre harán que una nación entera padezca el peor de los sufrimientos. El fanatismo obcecado solo trae miseria, destrucción y muerte.

En su bunker de Miraflores Maduro se encuentra en una situación similar, está sitiado por la crisis que su ineficiencia ha generado, en las calles y barrios aledaños al fastuoso palacio deambulan millones de hambrientos, gente que ha visto cómo sus sueños y esperanzas se han ido al retrete por la obsesión de poder de una cúpula indolente y podrida, personas que no son simples estadísticas, seres humanos que ansían recobrar la dignidad de sus vidas, que no están conformes con ser zombies vivientes que solo piensan en comer un día a la vez, ciudadanos que quieren elegir con libertad a sus gobernantes, mujeres y hombres que no se ven representados en la imagen demacrada que les devuelve el espejo, portadores individuales de su propia bomba de tiempo que está a punto de explotar, que esperan que esa explosión también sea colectiva, venezolanos que están convencidos que algo tiene que pasar para acabar con la tragedia que atormenta sus vidas. Son la fuerza de un volcán incontenible a punto de hacer erupción, que arrasara todo a su paso, piedra sobre piedra, con todo y gobierno incluidos.

Por estas calles una tensa calma se apodera de todo, la absurda calma de aquellos que ven como el país más maravilloso del mundo se dirige directamente al basurero de la historia, mientras ellos, no hacen nada para evitarlo. La gran Venezuela convertida en la tierra de las miserias.

Pero esa paciencia es finita, tiene límites razonables, cuando el hambre y la indignación sean superiores al miedo nadie podrá contener a ese pueblo que liberto con su sangre medio continente. Las raíces no se olvidan, los venezolanos somos como el cuero seco, que, después de ser pisado acaba levantándose nuevamente. Así es, y así será por siempre. La caída de Maduro está más cerca que nunca, que nadie lo dude, que nadie se sorprenda.

Que dios bendiga a nuestra gran nación. Al final del camino la victoria será nuestra. Saldremos de la oscuridad más temprano que tarde, la conclusión de esta trágica etapa de nuestra historia está proxima. Hallaremos la luz al final de este túnel tenebroso.

Leisserrebolledo76@gmail.com



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