Hambre, genocidio, idio y suicidio

"Cada venezolano nace con su arepa bajo el brazo", se ha dicho acertadamente. Tal vez en ciertos momentos de la Guerra de la Independencia y de la Guerra Federal hubo quienes pudieron conocer el hambre, pero, aun así, nunca llegaron al genocidio, y jamás aprendieron a odiar, pues, el enemigo ya derrotado siempre fue aceptado socialmente.

En este momento histórico, esas verdades fueron sepultadas por el dañino consorcio autollamado "dirigencia política de la oposición", siendo en verdad el codicioso maridaje de socios que pugnan dentro de la clase burguesa que representan, la cual, para lograr sus objetivos, se sirve de fracasados dirigentes políticos, también fóbicos entre sí; de conocidos rastreros de la clase media, eternos grillos que saltan y asaltan para "ascender"; de algunos nacidos dentro de las clases populares, sin una pizca de conciencia, y devotos de los tres anteriores; y finalmente de los traidores, copia sucia de la diabólica leyenda del funesto Luzbel. Son esos los "paladines de la oposición política venezolana," y tal vez mundial.

Sin un átomo de dignidad ante el suelo que los vio nacer, los "paladines" brillan cuando ruegan a potencias extranjeras que a SU pueblo le arrecien el bloqueo de medicinas, alimentos y abastecimientos de todo tipo; piezas de repuestos para equipos médicos, de hospitales, laboratorios, hogares, escuelas, fábricas, labores agropecuarias,… y un sinfín de necesidades que SU pueblo necesita para SOBREVIVIR, y por añadidura, desde lo más hondo de sus podridas almas, algunos "paladines" piden la invasión contra SU pueblo, para que asesinen sin distingos, se apoderen de las riquezas naturales, empresas y servicios públicos, y privaticen para despojar lo que pertenece a un pueblo que lucha pacíficamente por su libertad. Es decir, ante la humanidad, hay criminales nacionales exige de criminales internacionales que intensifiquen el ahogo para agigantar la crisis; y como "solución" del daño generado por ellos mismos, propone la "ayuda humanitaria", que es uno de los malévolos postizos de la invasión militar, tétricamente comprobada en el Medio Oriente.

El resultado de lo exigido por algunos paladines –que son pocos, pues hacen mayoría los dirigentes opositores contrarios a semejante ruindad- tiene un nombre: Genocidio, en una de sus presentaciones. A esos capos le debemos que, por primera vez en su historia, los venezolanos hayamos venido del apetito al hambre; del hambre al genocidio y del genocidio al odio, porque fue así como esas realidades, no conocidas por nuestro pueblo, pasaron a ser parte de su existencia, sintiendo el odio impuesto en todas sus presentaciones.

No conocíamos el hambre, no sabíamos odiar, ni maldecir; pero hoy, ¿qué sentirá la madre que vio morir a su niño por falta de una medicina que la había por precio justo ANTES del bloqueo? ¿Qué pensará cuando ve al macabro paladín que gozoso festeja el "no hay y no habrá"?

Ella y los suyos no sabían odiar ni maldecir, y nos preguntamos: ¿Y ahora, por qué esa madre odia? ¿Y quién le enseñó a odiar? ¿Quién a maldecir? ¿Quiénes cincelaron en su sana conciencia el morbo de odiar y maldecir? ¿Y quién en su alma pura le sustituyó el rezo de cada noche por la maldición del amanecer de cada día? ¿Y a quién maldice por dictado del odio que no conocía y le impusieron, y hoy mora a su lado? ¿Y quiénes -solidarios con ella- maldicen en su familia, y en el barrio y en la escuela, y en el trabajo… y en la vida?

Y si las exigentes almas podridas se impusiesen con misiles ajenos, nos preguntamos, ¿qué y cómo harán esos "victoriosos paladines de la anti patria", maestros del hambre, del odio, de las muertes por medicinas prohibidas, y felices por el macabro "éxito" logrado? ¿Y cómo hacer para que madres, padres, hijos, abuelos, hermanos, novios, vecinos y pueblos olviden la maldición que ahora anida en sus espíritus, y se hinquen ante la "bendición" de los hipócritas? ¿Y cómo arrancarse el odio tatuado en su corazón, y barnizarlo con el "amor" de los traidores? ¿Y cómo desaparecer las horribles penurias ante el "regreso" de quienes las usaron como dardos venenosos? ¿Y cómo hacer para pulverizar la noble dignidad del pueblo venezolano ante la "bajeza" de los innobles?

La respuesta es una: La dictadura del capital nacional e internacional, asesino de la sociedad y la naturaleza, que debe iniciar renovando chulos, ya que entre aquellos a su servicio los hubo que se robaron la inversión dolarizada que garantizaba su futuro, y nunca faltó quien prefirió garantizar el suyo. Y además, pretender gobernar puede ser difícil, pues, cuando impusieron el hambre, el odio y el genocidio contra SU propio pueblo, se suicidaron políticamente, pues desde el mismo momento en que los venezolanos aprendieron a odiar y maldecir, también aprendieron a radicalizar sus conciencias, arma esencial, única, excepcional que libera pueblos, y tal vez jamás los dejarán gobernar, pues su consigna siempre será una: NO VOLVERÁN.

juliancabrerag@gmail.com



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