—Compadre, ahorita pasó la comadre, iba de estreno. Usted se votó con ese vestido que le regaló a la comadre en el día de las madres, por lo menos lo compró donde visten las reinas. Una platica se gastó este domingo. —Que va compadre.
—El domingo salí para el mercado y lo que pude comprar fue tres plátanos. Pagué 200 mil por los tres platanitos y todavía quedé debiendo 10 mil, que para allá voy a pagarlos. Llegué con los tres plátanos y la mujer me miró mal. A lo mejor pensó que había salido a comprarle el regalo, pero ¿con qué?
—Los mismos los hice sancochados, porque aceite no hay; porque está a un millón 400 de marca tapa amarilla. Y ¿cómo se come el pobre unas tajadas? Mucho menos unos tostones. Y había agua porque habíamos llenado la pipa, previendo. Ya tiene más de una semana que los grifos están de lujo, ni aire sale por esa tubería.
—Ahí mismo hice los tres plátanos, sin más. Le ofrecí dos, pero que va esa mujer estaba hecha una fiera. Yo me comí el mío y que sea lo que Dios quiera, me dije. La mujer se metió para el cuartico de los trastos, donde conseguí el pantalón tipo Travolta, y ahí estuvo rezongando un buen rato.
—Vi que salió con unos trapos y los tendió al sol. Al rato prendió la lavadora, y ni se me ocurrió decirle que no gastará el poquito de agua. Para evitar males mayores. Metió los trapos con solo agua, sin detergente. Porque el mismo ya ronda por el millón 800 mil, una bolsita de un kilo; no piense que es una camión. Una bolsita nada más, se imagina. Bueno, yo tengo tiempo dándome baños de pájaros, solo agua.
—Esta mañana planchó uno, aprovechando que no había un apagón, y salió de estreno. El vestido que lleva era de la abuela. Pero, compadre, no vaya a decir nada. —Pero, la abuela murió hace como unos cuarenta años. —Por lo menos. Pero, compadre, no vaya a hacer ningún comentario en su presencia. Porque esa mujer esta mañana todavía se lamentaba y se lamentó.
