El Bicentenario y Ronaldinho Gaúcho

—Ah paisano, días sin verlo por estos lados. —Ya le cuento porque no me ha visto. Usted sabe que en ese supermercado comenzaron a vender unos productos, de esos que llaman regulado aunque son igual de caros. A lo que la mujer se enteró, de una vez empezó: "mañana te levantas temprano para que compres unas cuantas cosas ahí". Y quién aguanta esa cantaleta todo el día.

—Bueno, al otro día me levanté temprano y a lo que el Metro arrancó ya yo estaba ahí. Y llego al bendito supermercado, decir que había gente es decir poco. La cola no tenía fin a simple vista. Y sin exagerar, porque usted sabe que soy un hombre de palabra modesta, tuve que agarrar un autobús y después una buseta para llegar al final de la cola.

—Cuando llego, me paro a hacer mi cola y la gente que iba pasando la oigo hablar extraño. ¿De dónde será esta gente que habla tan raro? Era un acento extraño ¿Serán de Caricuao? Yo en mi vida jamás había oído hablar con ese acento y además que no entendía nada.

—Curioso yo, por esa forma de hablar le pregunto al muchacho que está delante de mí en la cola. Amigo, le pregunto, ¿qué idioma habla esta gente? —Brasileño, amigo. —Y ¿Dónde estamos mi pana? Ya le había agarrado confianza. —Más allá de Boa Vista, aquí cerquita de Río de Janeiro. —No puede ser, dijo yo espantado.

—Paisano, la cola llegaba hasta Brasil, sin decirle mentira. Incluso hasta vi un muchacho que se parecía a Ronaldinho Gaúcho. Y pensé si es él le pido un autógrafo, para recuperar el viaje. Imagínese como sería esa cola de larga, y no le estoy exagerando.

—¿Y pudo comprar algo? Paisano —Decirle que si pude comprar es casi mentirle, y yo soy un hombre que no dice mentiras. En esa bodega lo que había era aire y unos adornos de navidad que no han podido vender todavía. Lo que pude comprar fueron dos harinas de maíz y dos paquetes de espagueti. Y para devolverme para la casa tuve que agarrar otro autobús.

—Pasé como semana y media para comprar lo que ya le dije. —Le gente seguro que estaba contenta de por poder comprar esos productos. —Paisano, lo que yo oía en esa cola es que la gente se lamentaba y se lamentó.



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Obed Delfín


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