Maduro, ¿Órfico o Pitagórico?

"…..quince motores; el turismo tiene el motor número nueve (9), dicen que es el número de DIOS, que es el numero perfecto; todo lo que usted multiplique por nueve (9) le da nueve (9).Sí es el número perfecto, el turismo es la actividad perfecta"

Nicolás Maduro (minuto 35:35)

 

I.INTRODUCCION

El orfismo y el pitagorismo son dos movimientos que suelen estudiarse como una especie de realidad unitaria, hasta el extremo de que es corriente encontrar la denominación de órfico-pitagórico para designar un cierto cuerpo de doctrina. Hay buenas razones para hacerlo, porque ambos tienen muchos puntos en común, pero existen al mismo tiempo una serie de diferencias entre uno y otro.

Comenzando por los aspectos comunes, ambos movimientos son corrientes filosóficas, pero sólo en parte, ya que exceden el ámbito de la filosofía para invadir ampliamente otros, como el mundo de la religión, y en cierto modo, el de la política. Ambos implican también a sus seguidores en formas de vida estrictas que se asemejan a las de una secta. Asimismo, comparten numerosos puntos de vista sobre aspectos importantes (separación entre cuerpo y alma, considerado el primero como una morada pasajera y perecedera de un alma inmortal que transmigra de unos cuerpos a otros, necesidad de una vida de purificación, etc.). Uno y otro resultan igualmente difíciles de estudiar, y por las mismas razones:

1) Porque la divulgación de ambas doctrinas estaba muy limitada por el secreto que sus adeptos debían mantener sobre algunas de las enseñanzas que aprendían y que, en gran parte, tenían las características de verdades reveladas sólo a iniciados.

2) Porque los fundadores de ambos movimientos, Orfeo y Pitágoras, aparecen rodeados de rasgos prodigiosos (como es la ubicuidad en el caso de Pitágoras, o un viaje a los infiernos, en el caso de Orfeo) que los separan de las características asociables a personajes reales y nos hacen por ello poner en duda todas las demás tradiciones que les conciernen.

3) Porque a sus dos supuestos fundadores se les atribuyen obras literarias y doctrinas que son, no sólo de épocas sumamente dispares (desde el siglo VI a.e. hasta bien entrada la época imperial) sino de características totalmente distintas e incluso contradictorias, tanto en lengua y estilo, como en cuestiones de contenido, lo que hace dificilísimo deslindar cuáles son las aportaciones de cada momento histórico del desarrollo de ambos movimientos. Los seguidores de Orfeo y de Pitágoras les atribuían al mítico fundador de sus respectivas escuelas las diferentes aportaciones que se iban haciendo a la doctrina a través del tiempo y en diversos lugares, con afán de conferir a las nuevas teorías el prestigio que sus maestros tenían. Ello quiere decir que Orfeo y Pitágoras fueron durante toda la antigüedad una especie de prestigiosas etiquetas, aplicables a obras y prácticas de variadas épocas, cuando se intentaba darles cierta solvencia. La datación y autenticidad de los pasajes atribuidos a ambos se convierte, así, en un problema casi irresoluble para los filólogos.

4) Por último, porque, pese al secreto de su difusión y a la serie de rasgos no propiamente filosóficos que presentan ambos movimientos, muestran una considerable vitalidad para resurgir más de una vez a lo largo de los siglos, de modo que su influjo llegó a autores muy distintos y hasta épocas muy tardías de la historia de la filosofía. Es, sobre todo, el caso de Platón, que configura muchas de sus teorías sobre modelos órficos y pitagóricos.

II. Vida y doctrina de Pitágoras

La gloria de haber fundado la ciencia griega, especialmente la matemática, puede otorgarse, a Pitágoras. Este matemático, astrónomo y filósofo, nacido en Samos, vivió entre el 580 y el 500. Tras largos años de peregrinaje, que, según dicen las fuentes de la Antigüedad, le llevaron a Egipto y a Oriente —muchos elementos de su doctrina así lo indican—, desplegó su actividad como maestro y fundador de una orden religiosa en Crotona, la actual Crotone, en la Italia meridional. Abandonó su patria (según la tradición) porque no aprobaba la tiranía de Polícrates.

En matemáticas, el nombre de Pitágoras va unido sobre todo al teorema de que el cuadrado del lado más largo de un triángulo rectángulo es igual a la suma de los cuadrados de los dos otros dos lados (teorema de Pitágoras). También se le atribuye el descubrimiento de que la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos. Pero Pitágoras no hacía matemática como un fin en sí mismo, o como una disciplina científica delimitada. La colocaba, sobre todo la teoría de los números, en el centro de la filosofía. Y Pitágoras fue, por cierto, según la tradición antigua, el primero que usó la palabra filosofía en el sentido habitual para nosotros. Pues le parecía pretencioso llamarse a sí mismo, según la costumbre habitual hasta entonces, un sophos, es decir, un sabio, y dio en llamarse, más modestamente, un philosoplios, amigo o amante de la sabiduría.

La doctrina pitagórica ve en los números el auténtico secreto y la piedra con que se construye el universo. Cada uno de los números enteros, del 1 al 10, tiene una fuerza y un significado especial, sobre todos el 10, el más perfecto y que los abarca a todos. La armonía del universo -Pitágoras fue el primero en llamar al mundo "cosmos"- se basa en el hecho de que todo está ordenado según relaciones numéricas. Esto se demuestra, para Pitágoras, sobre todo en la música. Parece ser que fue el primero en reducir la consonancia armónica de los sonidos y los niveles de la escala musical a relaciones numéricas; aunque no a las relaciones de la frecuencia de oscilaciones, sino a la longitud de las cuerdas que sonaban.

Pitágoras vuelve a encontrar la armonía musical en la estructura del universo. Al igual que el movimiento de cualquier cuerpo produce un sonido que depende de su tamaño y de la velocidad del movimiento, también los cuerpos celestes, al recorrer su trayectoria, producen una «música de las esferas» que suena ininterrumpidamente y que nosotros no percibimos. Desde Pitágoras, este bello pensamiento de una armonía del universo (entendida musicalmente) no sólo ha vuelto a resurgir una y otra vez como imagen poética, sino también en la ciencia física y astronómica. El gran astrónomo Johannes Kepler le dedicó un libro. Pitágoras no busca el secreto del mundo, en una materia originaria, sino en una ley originaria, a saber, las inalterables relaciones numéricas entre los elementos de nuestro universo. A quien conozca el sistema periódico de los elementos y su interpretación por la ciencia moderna, este pensamiento debe parecerle un presentimiento genial de nuestros conocimientos.

Con la teoría de los números se unen en Pitágoras ideas profundamente religiosas y místicas de origen probablemente oriental, especialmente una creencia en la transmigración de las almas, estrechamente emparentada con la hindú. Según ella, el alma humana inmortal recorre un largo proceso de purificación a través de reencarnaciones, nuevas cada vez, que también pueden ocurrir en la figura de un animal. De acuerdo con ello, se encuentra aquí, como en la India, el mandamiento de no matar ni sacrificar ningún animal, así como no tomar carne. Puesto que se considera que el fin de la vida es redimir el alma del ciclo de reencarnaciones por medio de la pureza y la piedad, la ética pitagórica presenta también rasgos afines a la hindú: se postulan la autodisciplina, la sobriedad, y la abstinencia.

II: Los Pitagóricos

Una serie de reglas estrictas hacía de la liga religiosa fundada por Pitágoras una comunidad cerrada hacia el exterior y celosa de sus secretos, un Estado dentro del Estado. Sus miembros, al ser aceptados, tenían que jurar vivir con abstinencia y moderación, no matar a ningún animal que no ataque al ser humano, y examinar cada noche en su conciencia qué faltas habían cometido y qué mandamientos habían descuidado. Estaban asimismo obligados a una obediencia incondicional y al silencio. La liga también aceptaba mujeres, y se dice que las "mujeres pitagóricas", formadas en filosofía y en literatura, pero también en las destrezas femeninas y domésticas, eran honradas en la Antigüedad como el tipo más alto de mujer que nunca produjera Grecia". Se prescribía también un estudio que duraba cinco años y durante el cual debía guardarse un estricto silencio. Además de la música, la gimnasia y la medicina, lo pitagóricos estimaban muy alto y estimulaban la formación científica. En ello, la autoridad del maestro quedaba por encima de todo: los descubrimientos científicos que se hacían en la orden se le atribuían a él, y, para ratificar enérgicamente una frase cualquiera decía "cintos epha" —"lo ha dicho él mismo"—.

El intento de utilizar el peso de la liga de los pitagóricos en el campo de la política, siguiendo -según la propia posición de Pitágoras- una tendencia extremadamente aristocrática, condujo pronto a ataques contra él, y acabó con su violenta derrota al ser incendiada la casa donde se reunían los pitagóricos en Crotona. Según cuentan algunas noticias, el propio Pitágoras habría perdido allí la vida, junto con muchos de sus seguidores. Según otras, abandonó el lugar y murió, a muy avanzada edad, en Metaponto. Históricamente, la liga sigue siendo importante como un notable intento de llevar a la práctica pensamientos religiosos y filosóficos de una comunidad hermética y disciplinada.

Las doctrinas de Pitágoras nos son conocidas principalmente por los escritos que, posteriormente, redactó Filolao; del maestro mismo no se ha conservado ni una sola línea. Su influencia no termino con la caída de la orden. Antes bien, se extiende, más allá de todo el circulo de sus seguidores inmediatos, por toda la Antigüedad. En los primeros siglos después de Cristo, la Escuela de los Neopitagóricos enlazada con Pitágoras, alcanzó durante algún tiempo florecimiento y prestigio.

III. Bibliografía mínima



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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