Institucionalidad carcomida

Venezuela rumia dolor. Sus hijos viven el resultado de un largo y desventurado experimento gubernamental, en cuyos ensayos predominan los errores. Años tras años, los venezolanos han presenciado el fatal desmoronamiento de sus instituciones. No hay excepciones. Todas padecen los rigores de esa terrible enfermedad que dejó la corrupción y la ineficiencia. Todas han sido degradadas a niveles de exterminio. Hemos presenciado como la institucionalidad de nuestro país ha sido sistemáticamente destruida, desmantelada, saqueada. Claro está, ese aniquilamiento no es algo nuevo, pero empeoró profundamente, justamente en la llamada "revolución", donde se suponía emergería un pensamiento nuevo e instituciones eficientes y dignas del pueblo venezolano que votó y creyó en un proyecto de transformación de la sociedad. Hoy, más que nunca, se hace evidente que la eficacia y dignidad institucional, quedó en el discurso. Si no está convencido, solo hay que revisar la gestión de la Fiscalía, el CNE, el TSJ, Ministerios y organismos gubernamentales. Pésimo desempeño.

Una de las banderas del presidente Chávez fue desarrollar un plan novedoso del servicio de salud en la nación. Se estableció el convenio Cuba-Venezuela. Los ambulatorios cambiaron de denominación, ahora CDI. Los hospitales, por su parte, estarían destinados a ofrecer un servicio médico hasta de superior calidad que las clínicas privadas. Por un tiempo, estos CDI brindaron atención en lugares remotos, Barrio Adentro, donde el acceso a la salud estaba ausente. Un acierto, sin duda. Desafortunadamente, en la actualidad, todo se ha venido desmoronando, un gigante con pies de petróleo que se hunde asombrosamente.

¿Qué pasó?

Hoy tenemos hospitales en precarias condiciones de funcionamiento, sin medicamentos, sin insumos, con un reducido personal médico especialista, a causa de las migraciones. Son lugares inseguros, insalubres y saturados de pacientes que ven conculcado su derecho a la salud. En verdad parecen centros de salud en tiempos de guerra. Es preocupante e indignante esta situación, pues la mayoría de los venezolanos nos vemos obligados a recurrir allí, porque es imposible costear, con nuestros menguados ingresos, el elevado servicio médico privado, o porque las aseguradoras no responden a la mayoría de las necesidades de cobertura médico hospitalaria, en un centro de atención privado. Hoy más que nunca cobra importancia la expresión "prohibido enfermarse".

Otro ejemplo de la descomposición estructural e institucional recae en uno de los servicios básicos clave para la dinámica económica del país: el transporte público. Este servicio se encuentra en estado agónico, su diagnóstico es de muerte lenta. No está cataléptico, porque todavía mantiene algo de pulsaciones, pero funciona pésimo, funciona al mínimo. Desgraciadamente, los paliativos aplicados por quienes utilizan sus camiones de carga pesada y cavas como transporte público, son terroríficos, y más allá, vale decir, son humillantes. Nada que envidiar a los mecanismos usados en los países más pobres de este planeta, tales como Haití, o algunos países de África. La crisis del transporte público es dantesca. Muchas unidades han salido de servicio por la escasez de repuestos, o por la imposibilidad de reponer los cauchos o reparar cualquier avería. Y así como las cooperativas ven vulneradas su derecho al trabajo ante tantas carencias, los que poseen un auto familiar, se han visto obligados a venderlos por no tener los recursos para mantenerlos operativos. Cauchos, baterías, lubricantes, repuestos son inalcanzables para la gran mayoría.

¿Qué espera el gobierno para emprender políticas económicas positivas para las mayorías de los venezolanos?

¿Cómo desatar este nudo gordiano?



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Orlando Balbás

Prof. en Ciencias Sociales. Magister en gerencia educativa. Jubilado del MPPE.

 orlandobalbas27@gmail.com      @orlandobalbas

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