El dinero y el azúcar

«♦♦♦»Dedicado a los perversos hijos de Mamona responsables,

de las penurias, carencias y necesidades del pueblo .

I. El dinero: ¿Un Dios?

Hace cien años, Walter Benjamin escribió una nota titulada "Capitalismo como religión": el capitalismo funge religiosamente porque se presenta como "experiencia de la totalidad". Pero es una religión sólo de culto: sin dogmas ni moral. Ese culto se lleva a cabo mediante el consumo, empalmando con la tesis marxiana de la mercancía convertida en fetiche mientras al trabajador se le convierte en mercancía. Es además una religión de culto continuo en la que todos los días son "de precepto". Y de un culto culpabilizado (en alemán Schuld significa a la vez deuda y culpa: por eso, según Benjamin, vivir con una deuda equivale a vivir con una culpa. En el arameo de Jesús sucedía algo parecido: la palabra schabq significa a la vez el perdón de los pecados y la remisión de las deudas).

Toda religión tiene un dios. John Maynard Keynes, en su Teoría general del empleo, el interés y el dinero, habló del dinero como dios: todas las funciones que antaño desempeñaba Dios las desempeña hoy el dinero. Keynes subraya que no habla simplemente de la riqueza sino del dinero contante y sonante (la liquidez), que permite la disponibilidad inmediata y la especulación. Ese dinero: a) da seguridad y garantiza el futuro: valen de él aquellas palabras del salmista (Salmo 17): "Te amo, Señor, tú eres mi roca, mi fortaleza". b) Da seguridad porque es todopoderoso y omnipresente: no hay nada que no pueda conseguirse sin él. Finalmente c) el dinero es fecundo: en el capitalismo financiero el dinero ya no se usa como medio para crear riqueza sino que él mismo produce más dinero: "Especular resulta entonces más lucrativo que invertir" (por eso los bancos ya no dan créditos). A todo ello podríamos añadir d) que hoy que el dinero también es invisible, como Dios, a pesar de su poder y su omnipresencia. Resumiendo: si el dinero es el último punto de referencia, bien se puede hablar de él como "el ser necesario" (Dios)

Todo eso pone de relieve la no-neutralidad del dinero que ya no es un mero instrumento práctico de intercambio, como pretenden los teóricos neoliberales. Plantea además una pregunta muy seria sobre la legitimidad del préstamo a interés, cuya historia tiene tres etapas:

a) Tanto en la Biblia como en el mundo grecolatino era considerado inmoral: para Aristóteles la usura era el más bajo de los vicios, comparándola al proxenetismo que aprovecha la necesidad del otro para el enriquecimiento propio. Si pido prestado un kilo de papas no es lícito que me obliguen a devolver kilo y medio. ¿Por qué habría de ser lícito si pido dinero en vez de papas?

b) En los albores del capitalismo, el dinero se convierte en una ocasión para crear riqueza: si te presto un dinero evito comprarme con él un campo que podría cultivar, o montar una pequeña industria. El préstamo me priva de un beneficio y parece legítimo que, al devolverlo, se me dé alguna compensación por esa ganancia perdida.

c) Con la economía especulativa financiera, la cosa vuelve a cambiar: el dinero ya no es una oportunidad para que yo cree riqueza, sino que él mismo es fecundo, con menos riesgos y con porcentajes de ganancia más altos. Eso será una gran mentira, pero funciona hasta que estalle la crisis. Pues bien: así como, en los comienzos del primer capitalismo no se vio que el préstamo a interés cambiaba de significado y siguieron prohibiendo, así ahora tampoco se ve que, en el capitalismo financiero, el interés vuelve a cambiar de significado, y se lo sigue permitiendo. Según la tesis de Benjamin del capitalismo como religión de culpa, ahora el interés viene a ser respecto del préstamo lo que es la penitencia respecto de la culpa. Benjamin deduce que el sistema capitalista tiene dos grandes defectos: es incapaz de crear empleo y reparte injustamente la riqueza y los ingresos. ¿Dos defectos o dos desautorizaciones totales?

Todo lo antedicho nadie lo percibió con tanta claridad como Martin Lutero, cuando ya iba amaneciendo el capitalismo. Creer en Dios es confiar en él, pero nosotros hemos sustituido la confianza por el culto: confiamos nuestro futuro al dinero, y a Dios le hacemos procesiones y templos que "no llegan hasta el cielo". Por eso, en su Gran Catecismo, Lutero trata del dinero al comentar no el séptimo mandamiento sino el primero: porque el dinero es "el ídolo más común en la tierra". Según Lutero, la comunidad cristiana debería ser un ámbito donde no rigen las leyes de la economía monetaria. Los cristianos deberían manifestar al Dios verdadero con su conducta en cuestiones económicas. Por eso dice Lutero: "Siempre he dicho que los cristianos somos gente rara en la tierra". Pero esa rareza permite comprender que la frase de Jesús "no podéis servir a Dios y al dinero" tiene una traducción laica bien clara: no puedes servir al hombre y al dinero.

II. El dinero como Mamón.

El dinero es un invento antiguo bien práctico. Sería muy engorroso tener que ir al supermercado cargado de cosas, para adquirir unos productos a cambio de otros: cambures por naranjas, leche por vino, yuca por pan, gallinas por pantalones, queso por aceite y azúcar... Eso fue más o menos bien cuando la mitad del mudo por lo menos vivía del campo y la otra mitad hacía el jabón, zapatos y armarios. Pero pronto se complicaron las cosas y a veces faltaba y otras veces sobraba qué comprar o con qué pagar (cosa que, por cierto, también pasa ahora, pero esa es otra historia). El dinero fue, en cualquiera de sus modalidades, un buen invento, pero su historia está, desde el principio, llena de abusos y extorsiones.

Llama poderosamente la atención cuánto y cuán duramente habla Jesús del dinero. Lo denuncia como ídolo que fácilmente se apodera de la vida erigiéndose como fin una vez de ser simple medio: "No podéis servir a Dios y al dinero" (Mt 6, 24). El dinero se erige en señor de manera inconsciente y enmascarada, lo cual lo hace más peligroso aún. El mismo Jesús, dice el Evangelio, experimentó su tentación: "Todo esto te daré si postrándote me adoras" (Mt 4,9). En la discusión sobre la licitud del tributo a Roma, Jesús no se pronuncia directamente sobre la cuestión que le plantean, pero aprovecha para reafirmar la rotunda oposición que existe entre el dinero y Dios, pues el dinero sirve al César, y el César es enemigo de Dios, es decir, de la libertad y de la fraternidad: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".

¿Cuál es la lógica evangélica, la conducta sabia y humanizadora en relación al dinero? Jesús la cifra en una doble vertiente inseparable: no acumular, sino compartir; desprendimiento y generosidad. Acumular -lo que sea, también el dinero- es un mecanismo psicológico que responde al sentimiento de amenaza y a la búsqueda de seguridad. Pues buen, dice Jesús, acumular es "insensato" (Lc 12,20), porque cuanto más se posee, más se desea: "Tened mucho cuidado con toda clase de avaricia; que aunque se nade en la abundancia, la vida no depende de las riquezas" (Lc 12,15). El seguimiento requiere, , el desprendimiento radical del dinero y de cuanto significa. Pero el desprendimiento no puede ser real, si no se comparte: "Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Luego ven y sígueme" (Mt 19,21). No se trata de mero desapego interior, sino de efecto compartir. En la parábola del administrador sagaz, Jesús califica al dinero de "injusto", en una expresión que nos podría parecer demasiado categórica: "Ganados amigos con el dinero injusto" (Lc 16,9), como si la injusticia del dinero fuese compartirlo, "hacerse amigos". Al final -sea o no histórica la noticia-, Jesús será vendido por unas miserables monedas. El dinero, una vez más, como el símbolo de la traición a la justicia, a la humanidad, al Evangelio, a Dios

III. Dios ¿enemigo de la riqueza?

Permítase aducir unos cuantos textos que son (o deberían ser) muy conocidos por los cristianos, aunque quizá no tanto por los usuarios creyentes de este portal (Aporrea).

  • "¡Ay de vosotros, los ricos y los que estáis hartos ahora!" (Lc 6,24-25)...

  • "Quien ama el dinero no se harta de él" (Qo 5,9)

  • "Es más fácil enhebrar una aguja con una soga de barca que el que un rico entre en el reino de Dios" (Mc 10,25)...

  • "¿No son los ricos y los que os tratan despóticamente y los que os arrastran a los tribunales? ¿No son ellos los que blasfeman el hermoso nombre [de cristianos] con que os apellidáis?... Llorad vosotros, ricos, dad gritos por las desventuras que os van a venir. Vuestra riqueza se ha podrido, y vuestros vestidos se han apolillado. Vuestro oro y vuestra plata se han enmohecido, y su moho servirá de testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. El jornal defraudado a los trabajadores que siegan vuestros campos clama al cielo, y ese clamor ha llegado a los oídos del Señor de las multitudes..." (Sant 2,6-8 y 5,1-4)

  • "El rico se las da de sabio"(Pr 28,11)

Basten estos botones de muestra. Este tipo de textos no se encuentra en las restantes fuentes religiosas de la humanidad, y menos con esa insistencia. Debemos, preguntarnos ¿por qué el Dios que se revela en la tradición judeocristiana es tan enemigo de la riqueza?. Hay para ello varias razones profundamente humanas.

Los seres humanos somos, ante todo, relación. En esta relación desempeña un papel decisivo nuestra dimensión material (sentidos, ayudas, caricias, agresiones...). Pues bien, el dinero facilita mucho esas relaciones, y de ahí la insuficiencia de las explicaciones que ven su origen en la facilidad del intercambio: si hubiera que estar cambiando literalmente 50 kilos de yuca por una vaca, o un tractor por un automóvil, el intercambio sería muy difícil. Por supuesto. Pero el dinero posibilita, además, otro tipo de relación positiva: la ayuda, el regalo, la limosna...

No obstante, el dinero acaba convirtiéndose en el mayor impedimento para una relación sana, por estas dos razones: a) porque es un medido que puede conseguirlo todo: en las comunidades donde él reina, deja de ser un simple medio convirtiéndose en fin: ya no hay nada (ni hombre ni mujer) que no pueda conseguirse con dinero. Y además, b), en las comunidades donde él reina, el dinero se convierte en la mayor fuente de autoestima y honorabilidad, en casi la única manera de obtener aquello que los seres humanos más hambrean y necesitan: el reconocimiento y la aprobación de los demás. Entonces el hombre ya no necesita la justificación de Dios: le basta con la justificación que le da el dinero. Así se estimula la tendencia humana a "ser como dioses" (Gn, 3,5) y se van creando rivalidades, envidias, opresiones, robos...

En este sentido, el dinero es profundamente idólatra: la primera gran idolatría que narra la Biblia es la adoración del becerro de oro (Ex 32). La expresión es enormemente acertada y sugestiva, porque, por un lado, pone el oro a la altura de Dios, pero, por otro, sustantiva el oro como mera creación humana con figura animal.

Por todo ello, el dinero rompe la igualdad, que es el objetivo mayor de Dios entre los hombres como expresión de la fraternidad. Pero resulta, además, que el dinero acaba haciendo esclavo al ser humano y le priva de la verdadera libertad.

El dinero, no es malo en sí mismo: es un recurso práctico y resulta indispensable para adquirir lo necesario. Pero se parece a esos remedios que el cuerpo humano solo es capaz de digerir en dosis mínimas, porque, si no, podrían matarlo.

Por tanto: de un medio que es a la vez tan útil y tan peligroso, el ser humano solo debe tomar aquello que sea indispensable para las utilidades prácticas del dinero, como ocurre con tantas otras realidades de la vida: pensamos, por ejemplo, en el alcohol, del que la Carta a Timoteo recomienda una dosis moderada .Pensemos también en el azúcar, que es indispensable en dosis moderadas, pero encierra graves peligros por ambos lados: el de una hipoglucemia (por carencia de él) o el de una hiperglucemia (en dosis excesivas). El dinero es, en este sentido, hermano gemelo del azúcar.

Estas reflexiones nos ayudan a comprender mejor que Dios no es enemigo, sin más, de la abundancia, la cual es común, puede ser un don suyo. Lo verdaderamente enemigo de Dios es la abundancia privatizada que llamamos riqueza: por eso, la palabra en arameo "Mammon", que expresa mejor esta diferencia, se mantuvo en textos cristianos griegos, tanto del Nuevo Testamento como fuera de él. Dios es enemigo de esa riqueza, no de los ricos. Los ricos son también seres humanos, sujetos de una dignidad absoluta y amados por Dios. Solo serán enemigos suyos en la media en que estén indisolublemente atados a su dinero (que suele ser, por desgracia, lo habitual). Pero, aun entonces, siguen siendo constantemente llamados a recuperar su verdadera humanidad, su verdadera libertad y la auténtica educación, que no reside en el lujo, sino en la solidaridad. Ya hemos olvidado, por desgracia, que "educar" significa "sacar de dentro afuera" (e-ducere en latín): sacar lo mejor de cada persona. En este sentido, la riqueza privada des-educa fatalmente.

 

Lecturas Recomendadas

 

  • https://www.aporrea.org/actualidad/a259312.html

  • José Ignacio Gonzáles Faus, El capital contra el siglo XXI? (Comentario teológico al libro de Thomas Piketty )

  • Luis González-Carvajal Santabárbara,El clamor de los excluidos : reflexiones cristianas ineludibles sobre los ricos y los pobres (Presencia Teológica



Esta nota ha sido leída aproximadamente 1538 veces.



Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

Visite el perfil de Luis Antonio Azócar Bates para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Luis Antonio Azócar Bates

Luis Antonio Azócar Bates

Más artículos de este autor