Es lo que te hace grande

Preguntando profundamente a la oposición: En lo más recóndito de nuestras almas debemos aquilatar y acercar las fuerzas de la compasión y la hermandad en los sentimientos; afinar su receptividad; cavar hasta las raíces más enterradas y más hondas de nuestro ser, para descubrir lo que pueda acercarnos al Pueblo venezolano, a primera vista desatentada y en realidad maravillosamente humana y verdadera. Sólo allí, en lo más hondo, en lo eterno e inmutable de nosotros mismos, podemos aspirar a la unión de nuestro pueblo. Ya la admiración, ganada por la fe, ansía detenerse; más el sobrecogido corazón presiente que la paz, aquí, no puede ser duradera para nosotros, y nos induce a retornar a nuestro mundo, más cálido, más luminoso, pero más estrecho.

Solos, pues, y sin guía, a tientas, hemos de aventurarnos en el corazón del Pueblo, buscando el hilo del alma, en el ovillo de la pasión de nuestra propia vida. Cuanto más en él nos internemos, más cerca sentiremos nuestras mismas entrañas. Y sólo tocando al fondo verdadero de nuestro ser, a lo que en él haya de omnihumano, nos palparemos unidos a él. Quien se conozca bien y profundamente, conocerá también verdadera y entrañadamente al Pueblo, que es, si alguien puede serlo, la medida última de toda humanidad.

Sombrío es el camino, y es necesario que el corazón arda de pasión y de amos a la verdad para no extraviarse, necesario es que midamos y abarquemos nuestra propia hondura, antes de aventurarnos fuera de él. El pueblo venezolano nos manda mensajeros al encuentro del peregrino: tienen que ser las experiencias interiores de nuestra propia vida a luz que nos lleve a su verdad. Por él no hablan más testigos que los del pueblo, en su mística trinidad de carne y espíritu: su rostro, su destino y su obra.

¿No es insensata tanta crueldad, ciega y rabiosa, tanta dureza? Mirándole desde lo alto de su vida, se comprende que si el mundo le forjó con golpes tan rudos fue porque quería cincelar en él algo eterno; pegó fuerte para ser digno del Libertador en él se fraguaba. En la vida de este pueblo no hay un solo instante placentero, nada en el curso de sus días que se asemeje a la vida de otros pueblos por donde discurre los demás de su siglo; siempre acecha al pueblo venezolano tras él el dios sombrío de su destino, complaciéndose en tentar con terrible fuerza al más fuerte.

Y si alguna vez le exalta, es para precipitarle en seguida en abismos más hondos, para hacerle apurar la copa del arrebato y la desesperación; le levanta sobre las alturas de la esperanza, donde otros, flojos, se hunden en la indolencia, y le lanza a la sima del dolor, donde otros endebles, se estrellan y se consumen.

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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