Exministro de CAP y Wilmer Castro Soteldo. Entre guerreros y soñadores, nos joden por igual

Dentro del gobierno nadie dice nada trascendente ni del interés del colectivo que está afuera en la intemperie sufriendo los rigores del tiempo, tanto como unos precios impagables que ya están por matarle de hambre y el techo deja pasar los goterones en día de lluvia y el tórrido sol en horas de la canícula. Sólo se escuchan historias delirantes como aquella de unos motores encendidos y unos triunfos alcanzados de los que nadie se entera. De un presunto hacedor de victorias que más parece un rey de carnaval con bambalinas y confites. Ya es repetitivo el discurso según el cual, «este año que se inicia es el del arranque, la victoria y la felicidad». El grupo que gobierna, sin calificarle de manera particular, por los hechos, demuestra que no es el apropiado para sacarnos no del atolladero, porque eso sería una imagen insuficiente, cuando bien vale decir detenernos en esta caída libre cuya velocidad aumenta a diario por la atracción de gravedad, pese perdemos peso y masa. Parece como un intento de suicidio que quienes gobiernan, particularmente ejerce la presidencia de la República, aspiren seguir haciéndolo por los próximos años. Parecieran no haberse convencido se agotaron y no tienen salidas, nada por hacer y tampoco ofertar con validez. Se les perdió la llave, ideas y hasta la credibilidad. Al parecer han caído en el simplismo de repartir la renta, como el padrino que lanza «mariquitas»* a la salida del bautizo a las puertas del templo, a la gente, sobre todo nilños allí congregada, a falta de ideas, capacidad de convocataria para el hacer y disponibilidad para escuchar y entender el significado verdadero de palabras como paticipativo y protagónico.

En medio de este trágico jolgorio, porque así parece transcurrir la vida nacional, tanto que el venezolano vive una tragedia en todos los órdenes, quienes gobiernan parecen haberse formado una visión idílica, más por la comodidad dentro de la cual viven, ventajas de estar en el poder, tanto que si llegaren a saber de hambre y escasez, eso sólo será en una fría cifra pero nunca en una mesa triste y menos en un estómago que llora, mientras opositores que viven en las mismas circunstancias de aquellos, pero quisieran ser los remplazantes y hasta regresar al rol de victimarios desde dentro del aparato del Estado porque de fuera lo son, nos ofrecen metrallas, soldados adiestrados y dispuestos a matar, borrar la conciencia y hasta el alma nacional.

Hoy en la mañana, un fraternal amigo, discretamente, con humildad, mansedumbre y sobre todo tan callado que dijo unas pocas frases, gestos muy habituales en él, me recordó una nota aparecida ayer en los medios, según la cual, Wilmer Castro Soteldo, creo que ministro de economía - uno duda porque son tantos los ministros que, como dijese Atahualpa Yupanqui «Ya no los puedo contar»- «El aumento debe medirse por la paz alcanzada y no por la capacidad adquisitiva».

Buena parte de la tarde de ayer la invertí analizando ese mensaje. Que para decir exactamente lo que pienso, más parece de un sacerdote que nos llama a la calma, para no decir al sometimiento y conformidad y no la de un político supuestamente revolucionario obligado a incitar al cambio y a la lucha por la justicia que es de verdad la paz. Menos luce apropiado para alquien quien ejerce el puesto desde donde debe nacer el impulso para aumentar la producción, lo que implica mover las multitudes al trabajo para el maíz, arroz, y paremos de contar, broten como aquellas flores de las cuales habló un revolucionario y poeta. Habría que leer «Los Comentarios Reales» para maravillarse como el Inca nunca regaló ni promovió la mendicidad, sino cuidose de organizar el trabajo y hacer a todo individuo productivo

Supongo, porque la nota nada explica, que al hablar de aumento se refirió al 40 % de salario que anunció Maduro, porque de producción, de lo que debío hablar no es. Para Castro Soteldo ese aumento, como los anteriores, determinan o aseguran la paz en Venezuela. Cualquier venezolano que anda en la calle y compra algo, sabe de lo insignificante del salario; tanto que hay organismos que calculan la cesta básica en 14 millones de bolívares, que si le compara, no con el salario mínimo, para que esto no parezca un chiste, sino con el ingreso de un profesional, se hallará una diferencia descomunal. Y lo que es peor, pocos minutos después del casi «celebrado aumento de salario» por Castro Soteldo, los precios dieron un brinco que hicieron trizas el aumento y los sueños de paz del ministro de la economía.

Mientras uno escucha y lee esos poemas tristes, que nada ofrecen, menos estimulan al combate, sino llaman a la entrega y la conformidad, como si estuviésemos en una iglesia de estoicos, preparándonos para seguir tras el sueño de unos ilusos y perdidos, sólo que marchan con el talego lleno, por otro lado suenan voces estentóreas que llaman a la guera y convocan a ejércitos mercenarios, «contratistas», les llaman eufemísticamente los gringos, para cubrir de dignidad a los infames.

Un exministro de CAP, como una estudiada propuesta, justamente opuesta a la anterior, pide para nosotros, ya metidos en una guerra de hambre, angustia, diaria búsqueda de lo elemental para subsistir, pasarse todo el día intentando hallar las medicinas más urgentes y todo un cúmulo de calamidades difíciles de narrar, se nos envíen ejércitos invasores. Esos que no tienen banderas, ni causa, concepto de justicia y menos libertad, sino que entran a tomar posesión de un territorio sin importar los costos y nuevos sacrificios para la población invadida, porque para ellos sólo sn trata de cumplir una tarea para la cual le han pagado. Poco les importa lo que deban llevarse por delante y a quienes asesinar y hasta en masa. Ese exministro, que pudiera estar pensando hasta volver a serlo, porque tendría sus ventajas, propone que la Asmblea Nacional, por cierto presidida ahora por Omar Barboza, opte por formar un gobierno en sustitución del actual que solicite, me imagino a la OTAN, algo así como la «Cueva de Alí Babá», una invasión militar a Venezuela. No es nada difícil imaginar lo que eso significaría que, para decirlo en lenguaje coloquial, sería «peor como remedio que la enfermedad». Destruirían el pais, intensificarían los largos plazos del hambre, generarían más dificultades de las que ahora padecemos y todo ello sobre una montaña de cadáveres y peor ruina.

Según él, de hacerlo la Asamblea Nacional o mejor el gobierno gestado por esta, la opción sería legal. En el Consejo de Seguridad de la ONU China y Rusía vetarían la propuesta y quedaría sin efecto, pero si lo solicita un «gobierno legítimo», para él lo sería el nacido del parto de la Asamblea Nacional, los gringos y la Otan podrían entrar como perro por su casa. Tan bien cuadrado tiene el exministro de CAP su «muy original plan», que «sería semejante a aquel» que llama por la liberación de Panamá en 1989 que dejó miles de muertos. Tan vergonzoso fue aquello que pocos tiempo atrás, el gobierno de EEUU se vio obligado a pedir públicas disculpas. Porque lo que el exministro pide es los mercenarios o contratistas entren a nuestras principales ciudades a bombazos y metrallas, maten a cuanto ser vivo se atraviese y destruyan para luego, más tarde, reconstruir a cargo del ingreso nacional y la riqueza minera con enormes ganancias para los constructores, posiblemente incluyéndole. Sin olvidar por supuesto, que el país quedaría maniatado, con un gobierno genuflexo que se entregue cual prostituta de burdel barato.

Uno y otro, desde Castro Soteldo, que como diría Simón Díaz, intenta embasbascarnos, con esa prédica como piadosa y por demás «angelical» hasta el exministro de CAP, buscan que nuestra hambre se prolongue y terminemos siendo almas en pena, unos «pueblos tristes», sin derecho, ni voz para el reclamo, como cantó Otilio Galindez y Juan Rulfo en «Pedro Páramo».

No obstante, al margen de lo que ellos digan, un enorme potencial estallido parece irse confabulando estimulado por la carrera entre precios y salarios donde aquellos toman ventaja descomunal y el balón tanto parece estirarse que ya comienzan a manifestarse las espitas. Los perniles de pronto aparecieron como puntitos de luz con una carga de presagios.

*Mariquita, moneda de 25 céntimos de bolívar, cuando el dólar sólo valía Bs, 3.35. También se le conocía como medio por lo de medio real, siendo el real, la mitad de un bolívar o lo que es lo mismo 50 céntimos. Se acostumbraba que el padrino, al salir de la iglesia, lanzaba a la gente, sobre todo niños, monedas de esas, a manera de celebración y deseo de felicidad y bonanza futuras al bautizado.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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