El vecino y los vacíos

Desde temprano el vecino empezó a mover unos vacíos que tiene en el patio, eso los movía para allá y para acá, yo lo oí desde la casa. Las botellas repiqueteaban, y se le hacía la boca agua a uno. —Lo mínimo que el vecino se compra son tres cajitas hoy, para celebrar la llegada del año nuevo, lo pensé.

Como pasadas unas tres horas o más el vecino seguía con el mismo trajinar; movía esos vacíos cada vez con más desesperación. —¿Será qué no han abierto la licorería? Imaginé. Seguí haciendo lo que estaba haciendo sin prestarle atención al vecino. Salí un rato, fui a preguntar si había requesón, pero nada. El queso para rallar a 220 mil me dijeron sin yo haber preguntado, pero este queso últimamente no me gusta mucho.

Cuando regresé más allá de mediodía, el vecino seguía mueve que mueve esos vacios. —¿Qué le pasa vecino tiene ratones en el patio? Que lo oigo mover esas cajas. —Para nada, me respondió. —Qué agite tiene entonces, que desde esta mañana lo oigo trajinar con esas cajas. ¿Está desocupando el patio acaso?

—No vale, es que amanecí con ganas de tomarme unas frías, para celebrar el año nuevo. —Ah! bueno, aquí yo tengo una carrucha, se la presto para vaya a buscar esas frías, y hasta puedo acompañarlo para que no haga mucha fuerza. —Que va, me dijo. Si me puse a mover los vacios para tener la esperanza, que es lo último que se pierde. Para no perder la ilusión, pero no llego ni para la botella de canelita. Y por ahí se fue el vecino, como si le hubiesen dado cuerda. Y estuvo el resto del día y año nuevo que se lamentaba y se lamentó.



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Obed Delfín


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