Quien a buen Samán se arrima…



A pesar de que los candidatos del Municipio Libertador sufren las manipulaciones de la polarización, hoy reducida a “oficialismo o no oficialismo”, Eduardo Samán es la única alternativa del país. Si la política es la discusión de lo público, de lo común, la búsqueda de un destino compartido, entonces no existe entre nosotros, reducidos a una suerte de combate con una inflación y una escasez que construye un paraíso para especuladores, corruptos y asesinos culposos (¡los miembros todos del gobierno). No hay propuestas, no hay líderes, no hay salida. Sólo un Samán se atraviesa en el camino de la destrucción y de un continuismo suicida.

En Libertador se abre la posibilidad del debate. Tres candidatos se salen de los pliegues de las manipulaciones y el cerco de quienes quieren aferrarse al poder, aunque nos hundan en su propio estiércol, y quienes quieren alcanzarlo por cualquier medio, incluso la destrucción colectiva (creyendo poder recuperarse después, con obvia psicología monopolista). Eduardo Samán, Manuel Isidro Molina y Nicmar Evans no pueden ser acusados de corruptos, de cobardes, de manipuladores. Pero no son lo mismo. A pesar de toda la resistencia que ha tenido, el paso brillante y efímero por la administración pública, su acción contra las mafias (como tanto las califica) dentro y fuera del gobierno, Samán expresa sus relaciones con el oficialismo (ideología, referencialidad, amistad…), pero significa en sí mismo su negación. Por eso se le enfrentan, pues se opone a las decisiones estalinistas de Cabello y el PSUV. Pero esto durará poco. La nomeklatura no acepta disidencia, no acepta democracia, no acepta la existencia de las bases, del pueblo que tanto ha vilipendiado y usado como excusa. O Samán impone su ética y sus valores, asume su liderazgo e impone su posición de intelectual orgánico, en los términos de Gramsci, o será destruido. Si como estrategia sincera ofrece una renovación del chavismo, en versión revolucionaria y popular (y no neoliberal, liberadora de precios y en las faldas del poder imperialista mundial), es ya combatido por los falsos “hijos de la revolución”, para venderlo como un traidor más. Pero esta vez no será tan fácil, va con muchos, será muchos, sembrando ya las semillas de un bosque frondoso.

Una vez fuera de Marea Socialista, desde donde voceaba las tareas fundamentales que debía asumir la lucha política: corrupción generalizada (auditoría), deuda pública de dudosa procedencia y destino (auditoría), la entrega vil del Arco minero y faja petrolífera del Orinoco (crítica al extractivismo), Evans se ha desinflado. Buscó vínculos con la MUD, intentando ampliar el frente opositor, y apareció como invitado de piedra en un evento de la UCAB. Desde entonces desapareció como referencia. Molina, valiente y claro en sus propuestas, no tiene verdadera presencia ni se la permite la polarización. Intenta la complicada alternativa de enfrentarse a la vez a ambos extremos, MUD-gobierno, sin verdadero piso político. La misma Marea, que lo apoya, entre otros, no termina de avanzar para consolidarse, ni se consolida para avanzar.

Cuánto mal nos ha hecho el votar por el “menos malo”, el que “no llegue la derecha” o “quien sea para sacar a un gobierno corrupto e ineficiente”. ¿Cuántas veces más el voto nulo por desesperación? Samán es la posibilidad de apoyar a alguien en quien se crea, a quien se admire. La honestidad no sirve de ataque contra él, sino que es el principal argumento que levanta su defensa. La corrupción es la raíz torcida del árbol podrido del gobierno. No hay excusa ideológica, ni guerra que la justifique: la corrupción es la guerra misma. Los más graves temas del país, quizás no pasen por Libertador, pero desde ahí pueden ser propuestos a la nación.

Samán tiene dos debilidades. No ha tocado el tema cultural. No es algo menor, sino neurálgico; es unión, profundización, valores. En sus manos quedará una Fundarte que fue instrumentalizada para el espectáculo de un alcalde ensoberbecido (“Suena Caracas” es lo más vergonzoso, pero no lo único). La centenaria Escuela de Música de Santa Capilla está destruida y sus profesores arrumados en los sótanos de la Biblioteca Nacional. Los Premios Municipales parece que están eliminados. Y lo otro que Samán debe explicar abiertamente es por qué defiende el Arco Minero del Orinoco, ese 12% del territorio que va en manos del gran capital internacional (Gustavo Cisneros, entre otros de la misma calaña).

Samán es el único que ha demostrado disposición y capacidad para oponerse a los grandes poderes, enquistados también en el gobierno. Su experiencia previa fue, precisamente, en el ámbito de las dos más graves urgencias que sufrimos: salud, contra las mafias farmacéuticas… (¿quiénes lo sacaron y qué relación tienen con Ramírez?, por cierto) y alimentación, contra las mafias comerciales, de importación, distribución y venta, que hoy se enriquecen de manera vil y despiadada. Samán es la única figura de la política nacional, la única, que se muestra sobrecalificado para ser alcalde, sino que es presidenciable, pensando en las elecciones del año próximo, si no hay nuevas marramucias del CNE.

A esta altura, ya parece evidente que Evans y Molina no tienen posibilidad de ganar, y, en cambio, pueden debilitar a Samán para derrotar la maquinaria del gobierno, que es sólo eso, manipulación, chantaje y ventajismo. Erika Farías no tiene propuesta alguna, voz, presencia, ni nada que la destaque, porque las “administraciones” anteriores que la producen son ejemplo de lo peor del mismo gobierno. Sumarse a Samán sería lo único coherente, lo único políticamente acertado para Evans y Molina, la única posibilidad de contribuir a la reconstrucción de una esperanza, sin la cual, todo estará perdido, y quién sabe por cuánto tiempo. Es más, Samán sería un acto coherente con lo que han dicho querer: pensar en Venezuela primero, y no en ellos mismos.


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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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