En el trampolín de la "política" aún el cesarismo regocija de exención; nuevos césares no de aquella Roma, sino del bandarios emperador que se apodera e impera cual Cayo Julio César y demás: Cornelia/Cleopatra más sus adicionadas cuatro dictaduras, que casi incendian la revolución, el patriarcado ideológico desimana "pureza" de roja contrapuesta. Arde en llamas la ciudad del pensar, lo despótico se hace ver como sublime, Césares de cooptación dan de espada a la unión, hieren de muerte a la diversidad, trasiegan sin librar de impurezas al desarrollo del ideal, promulgan el libertinaje para la confusión, rompen con la estructura para que les derive más del oportunismo que alimenta cada vez error, y mientras más error, más campo de aprovechamiento negativo político.
Toman posesiones "neutrales" muy al pendiente de la víspera del fracaso para retomarse en impropias filas donde coagule el porfiado desorden ideológico como instrumento de ascensión al ilimitado poder, donde el bochinche relaje al patriotismo y éste sea objeto del menoscabo de la conducta civil y donde el castrense coopere con fuerza de pelotón al subyugue de la voluntad popular.
La metodología es zigzagueante, acude a altos y bajos en sus procedimientos a fin de que la polisemia-anfibología capte de sus incautos y éstos/as le sirvan como puente de plata, como fijo pasadizo a la ruptura; despotismo y cesarismo ligan del chascarrillo ideológico para conchabar contra la novedosa República que se establece. Apunta al desequilibrio que haga caries en el reconocimiento histórico de lucha, que dé dolor al nervio de la unificada clase en sustento por transformaciones y cambios radicales de viciadas estructuras ya insostenibles.
Erradicar esta figura que soslaya la esencia de un pueblo en armas de libertad es labor ineludible del que se diga ser revolucionario, bolivariano y chavizta.-
