Lenin y Marx, no es chicha con limonada

Bien lo dijo Lenin: "ninguna clase social se suicida". Por eso hay que definirse, y eso implica asumir una serie de posturas, argumentos, principios, valores, desarrollar categorías, apelar a un tipo de ideología, para construir un aparato categorial en función de concretar esa serie de principios, en una estrategia. Esa estrategia debe surgir de un sujeto revolucionario, que en cualquier caso estará determinado por la situación concreta. En Venezuela, fue Chávez quién postuló una revolución socialista, al tiempo que reivindicó el papel de la política, dejando elaborado un plan en función de construir nuestro socialismo, quedando claro que era pensamiento y acción. Pero, una limitación a los resultados de los movimientos de rebeldía, es la carencia en la vanguardia revolucionaria de ofrecer mecanismos bien definidos, no solo para elaborar, sino para ejecutar la organización y la planificación (revolucionaria). Para la organización es preciso ordenar las ideas, y para ordenar las ideas hay que estudiar mucho.

Marx, en el Capital, no elabora (sólo) un libro de economía, plantea el movimiento y desarrollo del capital, y la fuerza de la clase obrera como sujeto revolucionario. La revolución no es sólo una rebelión, es un proceso de transformaciones radicales, con causales que le dan sentido, donde intervienen procesos cognitivos complejos, hay un método (dialéctica), y hay una postura científica, la más seria y robusta hasta hoy (el marxismo), que propone un sistema económico-político-social-cultural (socialismo) que precisa de un alto grado de conciencia del sujeto revolucionario que, considerando las corrientes contrarrevolucionarias que surgen de su seno (los dogmáticos y los reformistas), elabore un plan.

La categoría de praxis es, en efecto, un problema filosófico fundamental, sobre todo, para el marxismo, como lo es también, el conocimiento, no advertido en correcta dimensión en guías o manuales de mesita de noche; una vez superado este obstáculo, se puede ver su enorme riqueza conjugada con otra categoría fecunda: la dialéctica (método que plantea al pensamiento complejo y la praxis como piezas del mismo tablero).

Para que la praxis revolucionaria se entienda debe estar precedida de la teoría, es famosa la frase de Lenin, no hay práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria, y Lenin no era un caprichoso, sus frases eran producto de profundas reflexiones y estudio. La sentencia de Marx de que "los filósofos debían transformar la realidad", no negaba el trabajo intelectual, lo elevaba (de la mano con la idea del sujeto). Y la idea de sujeto revolucionario tampoco se puede entender sin tomar en cuenta el tema del poder, así pues, el poder no es propio de un objeto ni de un sujeto en sí, sólo existe en relación con lo que está fuera de él: circunstancias históricas, condiciones sociales, determinadas estructuras, etcétera. El poder no es inmanente, algo exterior a él lo hace posible, no entre los hombres y las cosas, aunque el dominio de aquellos sobre éstas, sobre la naturaleza, determina ciertas relaciones de poder entre los hombres. El poder es una peculiar relación entre los hombres (individuos, grupos, clases sociales o naciones) en la que los términos de ella ocupan una posición desigual. Son relaciones en las que unos dominan, y otros son dominados. En las relaciones de poder, el poder de unos es el no poder de otros. La aceptación o el rechazo de la dominación, la desobediencia o la resistencia a ella, caracterizan modos de asumir las relaciones de poder, pero ni en un caso ni en otro se escapa a su inserción en ellas, o a sus efectos asimétricos. Las relaciones de poder no sólo se dan en una esfera exclusiva de la realidad humana (económica, política e ideológica) ni se localizan o centralizan en un solo punto (el Estado), sino, que se diseminan por todo el tejido social. Y tanto sus efectos y consecuencias están determinadas por estas relaciones, me arriesgo a decir, sabiendo lo atrevido que parece, que la generación de ideas son la praxis de un intelectual. Podría ser un exceso en el campo de la filosofía, pero en ese marco de relaciones, no es equivalente el poder de un intelectual, que el de un político. Bien lo dijo Maquiavelo, si yo fuera el príncipe, no tendría que influir sobre él. Fidel Castro se definió más como un activista que un pensador (seguramente pensando en José Martí), a pesar de que un marxista sabe que un líder revolucionario, debe ser un generador de ideas revolucionarias. De acuerdo con esta concepción general del poder, el poder político, tiene elementos definibles en función de su contexto, y es este tipo de poder para nosotros, ahora, la pieza que hay que jugarse.

eudinramos@gmail.com



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