El sistema mercantilista y/o capitalista y su impacto en la destrucción de la naturaleza

Resumen

Este trabajo pretende dar un enfoque crítico de las razones por las cuales se considera que el capitalismo está propenso a desaparecer. Se realiza un análisis de las causas que pueden llevar a la desaparición del mismo y de quienes serán sus principales protagonistas en esa lucha. Este documento se desarrolla a partir del análisis de elementos de los tiempos pasado y presente, visualizando el sistema social que se implantará. Se utilizarán conceptos tales como, capitalismo, transición, lucha de clases y crisis; el origen y desarrollo del sistema capitalista, la crisis que lo afecta actualmente y sus características; asimismo, se pretende con este documento, contribuir a buscar una salida al estado actual de cosas que son consecuencias de la implantación del capitalismo en los países en vías de desarrollo, mejor conocidos como Países del Tercer Mundo.

Palabras clave: enfoque crítico, transición, capitalismo, clases, crisis.

Abstract

This work aims to provide a critical approach to the reasons for which it is considered that capitalism is prone to disappear. An analysis of the causes that may lead to the disappearance of the same and who will be its main protagonists in that fight is made. This document is developed based on the analysis of elements of times past and present, showing the social system that will be implemented. Use concepts such as capitalism, transition, struggle of classes and crisis; the origin and development of the capitalist system, the crisis currently affecting it and its characteristics; In addition, intends with this document, contribute to find a solution to the current state of things that are consequences of the introduction of capitalism in developing countries, better known as third world countries.

Key words: focus critic, transition, capitalism, classes, crises.

La dicotomía de la sobrevivencia del hombre y la acumulación de riqueza ha traído consigo problemas de tipo ambiental, ya que el hombre formado bajo el enfoque mercantilista, no entiende la gestión ambiental, sino el camino para la acumulación de bienes, con el consecuente olvido de la consideración ética de la naturaleza para con la vida tras las decisiones tomadas respecto al uso desmedido de los recursos, lo cual ha ocasionado degradación en los ecosistemas, especialmente en los países en vías de desarrollo.

Ese enfoque mercantilista propende la destrucción y degradación del nicho donde mora el hombre por la consecución de un beneficio económico a corto plazo, sin importar las consecuencias que se deriven en perjuicio del capital natural. Asimismo, se alimenta la generación de nuevas necesidades, descubriendo y creando nuevos usos a partir de los escasos recursos con que cuenta el ser humano. Es el vicio que ha dejado en la sociedad de consumo occidental: el úselo y tírelo.

Este modo de vida ofrece fugacidades; cosas etiquetadas como durables que mueren al nacer, por lo que se puede decir que es una crisis generacional, que se desprende de la noción "impuesta por el Occidente capitalista e industrial, basado en un modelo ilimitado de expansión y acumulación del capital, de individualismo y competencia, y de sobre-explotación del trabajo y de la naturaleza, con la consecuente destrucción irreparable del medio ambiente". (Chiffel y Damasso, 2007, p. 3). De aquí parten varias significaciones aun no terminadas de comprender tales como, los intereses del Capital del Estado y/o Capital Privado, que son muy diferentes a la concepción del trabajo de la industrialización y/o socialización o descapitalización empresarial.

Es lo perecedero que se desprende de lo volátil, del engaño publicitario, del marketing; donde todo se convierte en chatarra para que la demanda aumente, las ganancias se incrementen y los escasos bienes naturales disponibles, no soporten el delirio universal del consumismo enquistado en un mundo globalizado por el dinero y, la presencia de un supuesto rejuvenecimiento financiero que garantizaría el equilibrio económico mundial, pero aislando al del ser humano de su entorno natural. En consecuencia, en tales circunstancias, hablar de la naturaleza es hablar de la degradación ambiental, de crisis económica y de producción; cuya falta de planeación es la responsable de la generación de desperdicios provocados por la oferta y la demanda, e implica observar la corrupción como medio de gestión capitalista del gobierno.

Desarrollo del problema

La naturaleza es un abanico de posibilidades dirigida hacia rumbos de transformación infinita en la tierra, en la búsqueda de la materia prima para complacer el surgimiento de nuevas necesidades humanas. Es el modelo que Occidente ha impuesto a sangre y fuego en función de sus políticas de desarrollo y, de donde surge la siguiente interrogante: ¿hacia dónde apunta el fenómeno social?, la respuesta inmediata es en una primera instancia; hacia la desmedida ruptura del hilo ecológico por las ganancias…, lo cual es una conducta subrepticia de este fenómeno que la sociedad instauró, o en segundo lugar, hacia la desidia y falta de responsabilidad interdependiente, por lo cual, cada uno debe hacerse cargo responsablemente de la parcela mundo que le tocó vivir.

Todo ello resulta evidente al observar en un mundo globalizado el claro deterioro socio-ecológico de la comunidades, reflejado en la exagerada producción y acumulación de bienes y servicios que se muestran ausentes de sistemas permanentes de contraloría ecológica, lo cual se ve agudizado por la abulia de la población, la falta de participación ciudadana y la indiferencia sobre la materia, por parte de los entes gubernamentales competentes.

En este orden de ideas, Eduardo Galeano define al Capitalismo como "…un sistema de vida que se ofrece como paraíso, fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo". (Diario de Guayana, 19 de julio de 2009).

En consecuencia, las sociedades apoyadas en el desarrollo científico y tecnológico han experimentado una metamorfosis, pasando de ser sociedades apropiadoras, a sociedades transformadoras de las especies animales y vegetales que la naturaleza generosamente engendra; dado que la expansión imperialista viene acompañada de un ritmo acelerado de destrucción de los paisajes naturales, derivado de la construcción de infraestructuras y de un urbanismo que ronda en lo caótico, el cual se debe repensar "tanto para los ciudadanos implicados en su creación, como para los elegidos políticos y los servicios de la ciudad". (Torres, A., Nadot, S., y Prévot, A, 2016, p. 11) bajo la premisa de normas de seguridad, limiten la interacción entre los actores y la naturaleza, una estética agradable y de protección a la naturaleza.

Este proceder viene marcado por una drástica reducción de la biodiversidad en todo lo ancho y extenso del planeta tierra; perdiéndose de esta manera, la calidad de vida necesaria para el buen vivir, colocando al mismo tiempo en peligro la supervivencia misma de la especie humana; contradiciendo el Objetivo 5 del Plan de la Patria 2013-2017 (Asamblea Nacional [AN], 2013), que plantea la preservación de la vida en el planeta; por lo tanto, "Nos encontramos frente a una gran crisis económica y ecológica que, si bien se manifiesta de una forma particular, en realidad responde a una cuestión histórico-estructural mucho más general". (Chiffel y Damasso, 2007, p. 3) lo cual ha puesto en peligro de extinción la vida humana.

Este pensamiento en la lógica del sistema capitalista, indica que se busca afanosamente una alta rentabilidad catapultada sobre la producción de mercancías a escala industrial, con el consiguiente daño a la naturaleza mediante el empobrecimiento de los suelos y la destrucción de los ecosistemas que tantos años le costó a la naturaleza producir y mantener. Hoy día se han convertido en pasivos ecológicos que constituyen una onerosa carga para la humanidad. Según la visión de esta forma de desarrollo, para que este beneficio tenga un felíz desenlace, los costos deben ser competitivos con respecto a un juego económico desleal y, en esta ruta, la recurrencia a combustibles de origen fósil es imperiosa. Es así, que la combustión de estos combustibles emiten a la atmósfera grandes cantidades de gases tóxicos que alteran el ambiente, acrecentando el efecto invernadero, el calentamiento global del clima y el debilitamiento de la capa de ozono, "fenómenos que se vienen considerando desde finales del siglo XIX". (Aguilar, 2016a, parr. 1). En esta perspectiva, también deben mencionarse que los cambios y transformaciones en el ambiente se vinculan con el movimiento de los capitales, las bolsas de valores y con las crisis económicas. (Foladori, 2007)

Sin embargo, existe un tipo de desarrollo distinto a la visión destructora de la naturaleza que se orienta a la redistribución de la riqueza con sentido de justicia, lo que permite estimular un nuevo tipo de relación hombre-naturaleza, soportado sobre valores humanos de bienestar y salud y, no en un enfoque mercantilista o puramente económico. (García Q., 2010). Se está hablando del uso de energías alternativas conocidas también como energías renovables o energías verdes; es decir, energías que son amigables con el ambiente. En esta vertiente, la ciencia ha avanzado hacia la transformación del dióxido de carbono en metanol, el cual es un bio-combustible que luce como el que determinará el futuro del nuevo paradigma emergente energético mundial, entonces "estamos en el umbral de un nuevo paradigma de la racionalidad". (Martínez M., p. 215, 2007).

La importancia de este descubrimiento se constituye en un beneficio que se le brinda al ser humano y al ambiente, al ofrecer una alternativa para disminuir la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera y con ello, aplacar los efectos engendrados por el cambio climático, lo cual abrirá nuevos y estimulantes debates sobre el aprovechamiento de esta materia prima, la cual puede ser aprovechada por muchos países al adoptarla como una energía renovable y limpia, al mismo tiempo que se le considera, como la nueva divisa del futuro industrial y académico. (Aguilar, 2016b). Asimismo, se recomienda el aprovechamiento de la energía solar en sus diversas manifestaciones secundarias como la eólica, geotérmica, mareomotriz, celdas de combustibles, etc. De esta manera, al hacer uso de fuentes alternas de energías, se está disminuyendo la dependencia del combustible fósil y por lógica, se aumenta la seguridad energética, que al ser compatibilizada con la seguridad alimentaria, permitirá tener menos dependencia de la volubilidad de los precios y las importaciones provenientes de países políticamente inestables (Balza, 2004). Asimismo, el daño al ambiente se reduciría al disminuir la emisión a la atmósfera de los contaminantes y sus derivados.

A este respecto, cabe decir que cerca del 97% de la energía que se utiliza en el mundo proviene de combustibles fósiles: 38% del carbón, 40% del petróleo y 19% de gas natural. (Macías, 2009), y su comercialización es inevitable debido a que generan las divisas y aportes fiscales para aquellos gobiernos que dependen económicamente de este bien natural. La quema del carbón, barato y abundante, se ha convertido en el combustible preferido por su alto poder calórico para la generación de energía y para la industria en buena parte del mundo; lo que ha empujado la prosperidad económica de China y, más recientemente de la India, siendo este uno de los acontecimientos sobresalientes de finales de siglo XX y principio del XXI, que de prolongarse en el tiempo, cambiaria sustancialmente el mapa económico del planeta.

En esta perspectiva, de mantenerse el desarrollo económico mundial y con ello el crecimiento de la población, el consumo energético basado en los combustibles se incrementará, "… antes del año 2050 las concentraciones de dióxido de carbono se habrán duplicado con respecto a las que había antes de la Revolución Industrial". (Frers, s/f, parr. 9). Con lo cual la demanda deberá aumentar para el año 2030 aproximadamente en un 60%, es decir, unas 6.900 millones de toneladas al año, las cuales en su mayoría serán destinadas a plantas generadoras de electricidad.

Tomando en cuenta esos números y, de acuerdo, a la U.S. Energy Information Agency (2014), las centrales eléctricas emitirían a la atmósfera unos 12.627 millones de dióxido de carbono que inundaría la superficie terrestre modificando sustancialmente la estructura atmosférica, agravando el problema del calentamiento global que empeoraría los problemas ambientales y de salud, así como el equilibrio adquirido después de millones de años de transformación de la naturaleza. Es evidente entonces, según Dan Jaffe, científico atmosférico en la Universidad de Washington, que " (…) el carbón es el contaminante más sucio" y "Bajo todos los parámetros, se trata de un combustible muy malo".

Se observa claramente, que "a medida que el clima mundial continúa cambiando, se acrecientan los costos y los daños derivados del aumento de los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el calentamiento del planeta". (Banco Mundial, 2013, parr. 1). No obstante, Rachel Kyte, Vicepresidenta de Desarrollo Sostenible del Banco Mundial, manifiesta que no existe probabilidad de establecer un vínculo entre los fenómenos meteorológicos individuales y el cambio climático, pero posiblemente la intensidad de los fenómenos extremos irá en aumento, si no se pone freno al cambio climático.

Resulta claro, que es fundamental encarar este contratiempo ambiental sin titubeo, dado que hoy se está en un momento donde los datos y los hechos ya no permiten ni negar, ni mentir, ni barrer el problema hacia bajo la alfombra. (Cambio Climático Global, s/f). Aunque todos los países se ven afectados, las naciones en desarrollo sufren la mayor parte de las pérdidas de vidas y medios de subsistencia ocasionados por inundaciones, sequías y tormentas cada vez más intensas. Es por eso, que, de continuar la humanidad transitando por este sendero, la superficie de la tierra sufrirá una metamorfosis mayor que la vivida en los 300 millones de años pasados. Siendo las cosas así, de seguir el ritmo acelerado de la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera por las diferentes fuentes, la magnitud que pudiera alcanzar esta problemática ambiental, colocaría la concentración de estos gases de efecto invernadero sobre la ocurrida en los 10.000 años que precedieron la era industrial. (Pérez, 2016). En este mismo orden y dirección, los gobiernos nacionales y la comunidad internacional deben trabajar de forma mancomunada con todas las ciencias y sectores conexos, para establecer una resiliencia perdurable, disminuir el riesgo de desastres y evitar costos que en el futuro no podrán afrontarse.

Por lo tanto, es necesario pensar globalmente, actuar de forma local y, anotar en primera instancia, lo que pasa en la ciudad y después hablar del planeta, de esta forma el objetivo queda más cerca y la implicación puede ser mayor. Emergen problemas relacionados con el cambio de la morfología externa de la faz de la tierra, como producto de la degradación y la generación de contaminantes y residuos de diversa índole. Además, cabe agregar, la urgente búsqueda de un equilibrio ideal, debido a que el ser humano vive mejor gracias a las cosas que la contaminan, donde unas se pueden mejorar y otras no están justificadas, por tanto, es mejor razonar y crear conciencia ecológica. Sucede pues, que "Tanto la naturaleza como la sociedad se estructuran en base a procesos de cambio y transformación, dinámicas que involucran generar variadas formas de organización". (Lugo-Morín, D., Frolich, L. y Magal-Royo, T., 2015, p. 4).

En esa lógica de la relación hombre-naturaleza, el primero toma los elementos de la segunda y los transforma para satisfacer sus necesidades según el devenir de la sociedad. Para este fin es importante desarrollar herramientas teórico-metodológicas que permitan interpretar las interacciones de este vínculo para su comprensión y, que sean capaces de servir de marco común ante los retos de una economía globalizada, que implica un considerable aumento de la tecnología, incremento de asentamientos humanos y el modo de producción capitalista. (Ibídem).

Basándose en las consideraciones anteriores, se puede decir que el cambio climático afecta a la humanidad por igual desmejorando la calidad de vida, y que no actuar en su debida oportunidad sería un desatino, sabiendo que los perjudicados son los seres vivos que habitan la superficie terrestre; el nicho donde mora la humanidad. Esto es, que la humanidad asuma un pensamiento ecológico que conceda máxima prioridad a la protección del planeta, al ambiente, a la preservación de los sistemas ecológicos y a las especies en peligro de extinción, dado que todos los seres vivos tienen el mismo valor y se debe luchar por la preservación del planeta forzando las leyes hacia a la búsqueda de postulados que limiten el giro hacia una postura biocéntrica, donde se deberá desplazar a los seres humanos como centro de la creación-producción, y considerar a otras especies de la naturaleza, en vista de su intervención por la acción del hombre. Es necesario compensar el florecimiento de otras especies para empezar a buscar un equilibrio ecológico ideal.

De los anteriores planteamientos se deduce, que en el planeta no hay un lugar donde no haya intervenido la mano del hombre. El cambio climático y el efecto invernadero, por ejemplo, son fenómenos a escala mundial que afectan a la humanidad en su totalidad; problemas derivados del uso irracional de los combustibles fósiles como energía para la movilización de los vehículos de transporte y cargas, la producción de vapor de agua para la industria farmacéutica, energética y de la salud, sólo por nombrar algunos casos. Vista esta problemática ambiental, es indispensable ahorrar los bienes naturales con los que cuenta la humanidad e iniciar el camino hacia la eco-austeridad.

En esta perspectiva, se puede decir que la visión por parte de los gobiernos y de las empresas privadas acerca del capitalismo, y de las secuelas no compatibles con la perdurabilidad de la vida servida de la naturaleza, empobrece a las regiones, margina al ser humano de vivir en un ambiente sano y de calidad; cuyas consecuencias se pueden ver en el aire que se respira, en el agua que se ingiere y en los alimentos que se comen, los cuales se encuentran contaminados y acusados de ser agentes causantes de muchas enfermedades que padece la especie humana. En este orden de ideas, García Q. (2010) sostiene que estos bienes naturales deben ser protegidos como bienes comunes de la humanidad.

En definitiva, este modelo económico considera a la naturaleza como una mercancía que puede ser expropiada y explotada a discreción. De esto se desprende que, la misma debe ser domada para arrancarle y saquearles sus bienes naturales; sufriendo la especie humana las consecuencias de un egoísmo que no deja observar el daño que se le está ocasionando a la pacha mama. Con esta acción destructora por parte la especie más inteligente que mora en la tierra, se está profundizando en un proceso acumulativo, mediante la conformación de un modelo extractivo de bienes naturales que produce alteraciones desfavorables en el ambiente o en algunos de sus componentes, eludiendo de toda responsabilidad a las empresas que realizan estas actividades en los países menos desarrollados; labor que no pueden ejercer en los países que les sirven de mecenas, acogiendo la idea de los autores Chiffel y Dalmasso (2007), quienes afirman que el "actual sistema de producción capitalista tiene una profunda y directa relación con el medio ambiente (. ..), está destruyendo a pasos agigantados las condiciones de vida del mundo que nos rodea".(p. 30). Asimismo, sostienen que este fenómeno social ha utilizado a la naturaleza como factor de producción y lo ha enquistado en el lazo productivo, para obtener plusvalía por la venta de los bienes naturales manufacturados a la población por lo que posee características intrínsecas claramente antiecológicas. Es decir, la protección ecológica pierde terreno frente a la irracionalidad económica del sistema capitalista y/o mercantilista que maneja el capital de la nación, siendo esta última una variable de ajuste que permite mejorar, no la competencia, sino el monopolio. No obstante, debe tenerse presente que la naturaleza y la sociedad conforman un sistema único inseparable y, que los recursos ambientales han sido explotados por el ser humano bajo el imperativo del beneficio económico inmediato, sin una contraloría y conciencia ecológica acerca de las consecuencias ambientales y humanas de ese comportamiento. (Chiffel y Dalmasso, 2007)

Dentro de este contexto, Chiffel y Damasso (Op. Cit.) manifiestan "que el enorme desarrollo productivo e industrial que han llevado a cabo Estados Unidos y la Unión Europea, se ha producido a costa de los países y poblaciones más pobres y de la más preciada naturaleza". (p. 4). Situación instaurada con el explícito objetivo de implantar un nuevo orden mundial atendiendo a intereses de determinados grupos empresariales, en sintonía con el estilo de vida de los países desarrollados. "De esta forma el desarrollo se convierte en la perpetuidad de una búsqueda hacia el futuro". (Mas H., 2005, p. 51); donde el poder, se utiliza como la capacidad de remontar hacia estadios perfectos para llegar a la cima de lo esencial, como lo es la dominación y acción transformadora de la naturaleza. Por lo tanto, estas cofradías mundiales no asumen sus responsabilidades sino que se la endilgan a los países en vías de desarrollo, los cuales vienen a hacer el papel de tonto útil, debido a que son utilizados como zonas para el depósito de desechos tóxicos y sustancias radiactivas, además de fuentes de suministro de bienes naturales para ser procesados que luego le son vendidos a precios internacionales en detrimento del mercado local.

En este sentido, esta ausencia de responsabilidades es definida por muchos investigadores y científicos como ¡la Deuda ecológica del Norte hacia el Sur !, la cual es en esencia, la responsabilidad que tienen los países industrializados del Norte, de su excesiva producción de gases de efectos invernaderos acusados de ser los culpables del calentamiento global al irse posesionando de forma progresiva del control de los recursos naturales, así como de la destrucción del planeta causada por sus patrones de consumo, producción y la generación exhaustiva de residuos, que afecta a la sostenibilidad local y el futura de la humanidad. Entonces, la Gaia, la diosa griega de la Tierra (Gaia, Gea o Gaya) es la verdadera acreedora de este pasivo ambiental y el gran deudor el Norte; los países más ricos. Asimismo, motivado a la ausencia de un cordón umbical que los sensibilice con la tierra, viene a colación aquel famoso eslogan que el presidente cubano Fidel Castro Ruz expresó en la Cumbre de la Tierra (1992) celebrada en Río de Janeiro, Brasil; "páguese la deuda ecológica y no la deuda externa", como un gesto de cofradía y semejanzas "de auténticas relaciones de consanguinidad". (Browne, 2007, p. 85) para con los países pobres del Sur suscitado por el enérgico reclamo del pago de la deuda en dinero contante y sonante por parte de los países ricos del Norte, olvidándose estos últimos del enorme pasivo ambiental que dejaron y, del que todavía se ven secuelas en la pacha mama. Ese mismo procedimiento se ha sucedido en la actualidad con la destrucción, ambiental, de los suelos y subsuelos, siendo la triste realidad de la producción en Venezuela por los métodos aplicados, donde están presentes como explotadores Rusia, China, Canadá y, como los indios expulsadores del territorio nacional, el Gobierno Venezolano.

No obstante a esta llamada de pago, la condonación de este pasivo financiero fue tomando cuerpo como resultado de las presiones Internacionales y en la víspera del cambio del milenio que se materializó "apareciendo, en el caso presente, el Norte como el tío-rico, que magnánimo y solidario presta su ayuda a la parentela empobrecida y al borde del desahucio". (Laserna, 1992). En esta misma dirección, Yépez (2017, párr. 5) manifiesta que "Los países pobres no necesitan caridad. Lo que necesitan es justicia. Y la justicia no es difícil de otorgar". Con estas aseveraciones, lo que deseaba expresar este articulista, era que debía darse una justa indemnización a la diosa Gaia; siendo este acontecimiento la punta del iceberg del comienzo de la restitución del capital natural, que aportó durante décadas ante la mirada ausente de la humanidad. Es una justa recompensa, un pago oportuno por la obligación moral de saldar este pasivo ambiental para con la naturaleza, que alimentó por decenas de años el apetito insaciable de una humanidad se caracterizó por la acumulación de desechos sólidos, como una manifestación de holgura económica y espíritu de superación social.

Reflexiones finales

Resumiendo lo planteado, el capitalismo y la ecología son antagónicos, son polos opuestos, es un matrimonio sin patrimonio natural, por tal motivo se niegan frontalmente sin ninguna posibilidad de llegar a acuerdos o mediaciones. Es decir, no hay entendimiento posible entre estas vertientes, por lo tanto; donde domina el capitalismo como fenómeno social, la preocupación hacia lo ecológico se esfuma, se envía a un exilio forzado sin que exista una verdadera preocupación ecológica de pronto regreso. Dentro de este contexto, el capitalismo para sobrevivir y expandirse en un mundo de economía mundializada se sustenta en la acumulación de riquezas, sin importar los medios empleados para conseguirla, dado que se basa en la lógica del lucro, de lo insaciable, del derroche. Es evidente entonces, que para lograrla no se exceptúa a la naturaleza, que es considerada como una mercancía más que se amolda de acuerdo a las necesidades que se presentan día a día. Asimismo, este fenómeno de la sociedad moderna, a pesar de su fulgurante auge, no puede y jamás podrá ofrecer una solución real, que amortigüe las necesidades del ser humano, ya que las mismas con el devenir del tiempo sufrirán cambios y transformaciones, a cambio de una plusvalía, sin tomar en cuenta el daño que se pueda ocasionar al ambiente. Habida cuenta, el capitalismo es el desprecio por el orden del estado administrativo y, además es corrector y garante de la propiedad de cada uno.

En este sentido, el ser humano se encuentra en una crisis social, económica, política y ecológica debido al silogismo irradiado desde el Occidente mercantilista asentado en un modelo de acopio de la totalidad de la naturaleza, competencias desleales, egoísmo, individualismo, con el excesivo aprovechamiento de los bienes de la humanidad, con la consecuente destrucción de los ecosistemas y de la biodiversidad. Así, se deben conocer los aspectos que conducen a la protección y mejoramiento del ambiente, responsabilidad que debe ser ejercida por el ser más inteligente que mora en el nicho terrestre; el ser humano, dada su esencia antroposocial, quien como legado supremo a las generaciones venideras deberá garantizarles su permanencia y supervivencia, así como una relación armónica con la naturaleza

En este orden de ideas, puede inferirse que esta desconsideración hacia la naturaleza, por parte del sistema capitalista implica un matrimonio asimétrico entre el ambiente y el ser humano. Siendo este último el depredador que destruye el nicho donde mora. Se cree un dios; su hábitat es el monte del Olimpo y, hasta ahora no se vislumbra un retador que ponga en peligro su reinado. Mata para sobrevivir y está consciente de ello.

Finalmente, en la actualidad sería imperativo intensificar la lucha contra el gigantesco deterioro ambiental que bajo el fenómeno capitalista moderno irá en aumento, para lo cual es indispensable el surgimiento de una revolución ambiental que tome en cuenta este estado de deterioro y destrucción en que se encuentra el planeta y, que asuma la responsabilidad de cambiar los modelos no sustentables, para que el sistema económico no se derrumbe junto con la vida en el planeta. Es necesario asumir este reto dado que es la única oportunidad que se vislumbra en el mediano y largo plazo para conformar una sociedad con conciencia ecológica y un planeta sustentable, que cubra las necesidades de la generación presente sin comprometer las necesidades de las venideras generaciones.

Entonces, se presenta el siguiente dilema: si el capitalismo sale airoso, entonces la ecología tendera a desaparecer y la vida en el planeta estaría en suspenso; o la ecología se fortalece y el capitalismo se desvanece que se dificulta reconocerlo. Aquí no habrá excepciones, o se salvan todos, o perecen todos; así de sencillo. Por lo tanto, es un deber de las sociedades reconocer que la conservación de la naturaleza y la preocupación por los problemas ambientales es una responsabilidad que deben afrontar, dado que es el ser humano el principal depredador. En este contexto, se pudiera afirmar que el hombre fue el último ser vivo en aparecer en la faz de tierra y será el primero en desaparecer de no cambiar los hábitos de consumo y los patrones de producción. Es decir, será el causante de su autodestrucción por su manera de proceder hacia la madre naturaleza.

luis.viejo57@gmail.com

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