Hay políticas de políticas; les hay demagogas, les hay de mentiritas, les hay de excelsa verborrea, y de cuanta ocurrente ilusa imaginación se pueda valer un "político". Es cónclave entre pueblos y dirigentes; líderes con propiedades de acronía, diestros parlanchines que embaucan sojuzgando el ignorar de aquel que le oye su impulsiva palabra electoralista que luego se convierte después del "triunfo" en el negar con avilantez, con defraude, con mixtificar, en torear promesas, preconcebidas para la masa domesticada y galeote del discurso.
Comprometen de hecho su apócrifa palabra, mas, nunca lo más próximo del hecho futuro, crea discordia entre el dicho político y el hecho que invisibilizan el trecho, se difumina en el tiempo lo dicho junto a la seltz palabra, se atomiza, vulnera la idea del mensaje genuino, confunde dividiendo criterios esenciales de lo sustantivo del hecho, es materialidad que juega a la politiquería profusa de la mediatización envuelta en psiquis grupal (truco-engaño-fraude-mental), lo que con énfasis del argot estilan mentar a la pérfida "campaña electoral".
Se juzga al hábil portavoz como baratija presta del mercadeo político, y en ello juega un importantísimo culpable papel: "El Partido" (Capsula de adalides), inquisidor de normas y reglas vistas desde un punto socializador, como ha de ser su función, fuera de contexto, privatizador, elitista, chanchullero, confunde la gimnasia con la magnesia.
Lo expuesto generaliza; no hay diferencias entre ideas, (derecha-izquierda), luego, sí hay en ambas quienes juzguen practicar el equilibrio con respeto a la masa ideológica, quienes interpreten la naturaleza de la polis, quienes con pundonor hacen, diseminan e imparten sana política, pero avasallados por la desnaturalizada "fuerza" de los caudillos bajo la descontextualización política.-
