Con las mafias del efectivo que no nos metan gato por liebre

La carencia de efectivo se ha convertido en un problema tan grave como la escasez y el alto precio de los alimentos y las medicinas, cuando tenemos la suerte de conseguirlas.

La irregularidad se inició de una manera que parecía hasta franca, bueno quizás comenzó con algo de candidez y las mafias se percataron del filón que había en el delictivo negocio, que terminó afectando al pueblo como la mayoría de las situaciones que se plantean en este país.

Uno llegaba a cualquier establecimiento comercial y pagaba un cuatro por ciento –incluso gustoso, con agradecimiento- para que le rasparan la tarjeta y no tener que calarse una cola de un cajero automático, que entrega una cantidad irrisoria de efectivo por persona.

Pero como siempre, a los comerciantes inescrupulosos se les abrieron las agallas y lo que parecía una buena alternativa para la gente, se convirtió en un atraco a mano armada. Comenzaron a incrementar el cambio a cinco, seis, siete, diez, veinte por ciento y el porcentaje se hizo impagable.

La situación llevó a que no se encontrara dinero en los bancos, todo estaba en manos de los raspadores de tarjetas; de modo, que no se necesita ser detective, investigador de la Policía Nacional, del Sebin, CICPC, la GNB –y menos en Venezuela-, para darnos cuenta de que entorno del afectivo se había desarrollado una poderosa mafia enraizada en el interior de las entidades bancarias.

Adicionalmente, eran muchos los rumores de clientes que llegaban a los bancos y escuchaban que cualquiera del personal de lo más natural con el teléfono en el oído pronunciara expresiones como: "te puedes venir ¡ya! que aquí te tengo unos milloncitos". Era obvio que algunos empleados tenían o tienen sus contactos a quienes les vendían o les venden el papel moneda.

Los viejitos llegaban a los bancos y les cancelaban la pensión en billetes de diez y ¡ayyy! de quien se quejara, porque era víctima de la prepotencia del trabajador bancario, que seguramente estaba metido en el ilegal negocio. Y los ancianitos terminaban perdiendo el pago, porque luego salían a la calle y nadie les aceptaba la moneda de baja denominación. La de alta era exclusiva para los mafiosos.

La anomalía llegó a tales extremos que las autoridades tuvieron que actuar, y me disculpan, pero yo lo que he visto son más irregularidades. Veo que los cuerpos de seguridad empezaron a enfrentar la situación al revés, o por los últimos de la cadena hamponil.

Comenzaron atacando a los raspadores de tarjetas en la calle, cuando "la salsa" debe estar en el interior de las entidades bancarias, de allí es donde sale el dinero, si no se atacan ahí, seguirá la venta del efectivo con un porcentaje más caro, como ocurre con los alimentos y las medicinas: a pesar de las operaciones policiales, todavía existen los "bachaqueros" y en más cantidad cobrando lo que les da la gana por sus productos en las narices de todo el mundo.

No nos podemos dejar meter gato por liebre en la investigación y el proceso que los cuerpos de seguridad le hacen a estos nuevos delincuentes raspadores de tarjeta, de lo contrario, la situación seguirá empeorando en detrimento de la gente que desde cuando perdió su capacidad adquisitiva.

En Venezuela hay una muy mala costumbre –por no decir impunidad- de combatir el delito a punta de informaciones de prensa, cuando en realidad nadie ha hecho nada y el problema sigue signado por la complicidad. Lo vemos con frecuencia en los grandes decomisos de alimentos de la cesta básica publicados por los medios de comunicación ¿y el acaparamiento y la especulación se han terminado? Puros potes de humo.



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Alberto Morán


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