Crónica de un golpe anunciado

La irresponsabilidad de las dos cúpulas de la polarización suicida, oficialismo y MUD, construyen juntas una misma suerte macabra para todos: el golpe de Estado. La MUD no logra ocultar sus deseos de una intervención extranjera, invocando la invasión norteamericana, y encienden el espíritu nacionalista de los militares. Sin embargo, más allá de medidas económicas, es muy dudosa la invasión, porque los intereses chinos ya lo impiden, y los Estados Unidos no se aventurarán a la primera batalla de una nueva Guerra Fría en su patio trasero. La enorme entrega antinacional que ha hecho el gobierno a empresas del nuevo imperio son tales que el viejo imperio no hará mucho más que amenazas, porque su impotencia quedaría al desnudo. El monstruo oriental ha hundido sus garras en los recursos venezolanos. Los gemelos apátridas sueñan sueños equivocados, en idiomas equivocados. 

El gobierno, Midas en reverso, desinistitucionaliza todo lo que toca, en particular si se derrama de su control. Nicolás Maduro premia al coronel Lugo por su irrespeto al presidente de la Asamblea Nacional, que no es meramente insultar al anodino Julio Borges. Torpe, promueve el mismo empujón que podría caer sobre sus espaldas, tan débiles para asumir la herencia de Hugo Chávez, quien sabiendo las ansias de los militares, lo dejó en el cargo. La soberbia le impide asumir que no fue por mérito propio, y ríe y baila su mientras tanto.

Los militares no son para la política, pero sin ellos, no hay cambio posible que pueda sostenerse. Trágica paradoja latinoamericana. Su profesión es las armas, su formación en la obediencia incapacita para la comprensión, la fuerza es su práctica cotidiana. La política implica ceder no sólo ante poderes similares, sino ampliar los espacios de encuentro para todos, aunque sean siempre movedizos. La falta de reconocimiento del otro –hacia Chávez y desde Chávez– hizo que estos años fueran socavando lo político. Por eso se igualaron las consignas del “ni un paso atrás” y el “no volverán”. Tan iguales los resultados de la negación a participar como la imposición de una fidelidad ciega a la ética. Tan nefasto, como hoy disparar la bomba lacrimógena al pecho del manifestante, o la molotov a los pies del soldado. Dos violencias no son un bien en ningún sentido, hubiera cantado Cabral. Es falso que vivamos la política por otros medios, en realidad, el monopolio de las armas sin ideología convierte el hambre en masacre de los más débiles. Cien muertos siguen siendo pocos en el camino al infierno.

La MUD y sus seguidores han repetido a gritos que el gobierno de Maduro (como antes el de Chávez) es una dictadura, sin libertad de expresión, democracia, etc., etc. Más allá de los sueños de poder absoluto de sus jerarcas, esto no ha sido así, todavía. Más bien, han confundido a una camada de repetidores engatillados de mensajitos. Un gobierno militar cumpliría los deseos latentes, porque les daría la razón. Tarde se sopesará el desperdicio de esa libertad que ha reinado estos años de manera anárquica. Una confrontación que nos ha sumido en el abismo, producto de una corrupción desmedida y falsamente ideologizada, y de una MUD saboteadora y apátrida, que sueña con poderse levantar de las cenizas del país entero.

El discurso de la guerra civil también sirve de argumentación para el golpe, como salvación previa de la destrucción de todos contra todos. Pero no habrá guerra fraticida. Esta implicaría la disposición de los dos grandes bandos, que ya no forman mayoría. Y estamos lejos de un pueblo sin armas contra un ejército fascistizado (faltan Pasionaria, Campesino, Durruti, jefes sindicales, movimiento obrero y agrario). Las cúpulas no tomarán las armas, demasiado paltó y reloj pulsera. Y, obviamente, las dos “vanguardias” delincuenciales no se enfrentarán. Los colectivos armados intimidan a los habitantes de las zonas más depauperadas, asumiéndose representantes de una revolución que levanta banderas rojas mientras firma multimillonarios contratos de entrega de la nación a empresas internacionales, por nuevos empréstitos. Por su lado, los “héroes y combatientes de la resistencia” toman las calles del Este, para enfrentarse a las fuerzas represivas, interpelando con terror al transeúnte, apelando a la mendicidad, promoviendo la lucha por una “patria” que ellos mismos son los primeros en transgredir. Es más probable que colectivos y resistencia terminen unidos en las filas del narcotráfico, la delincuencia organizada, implantando un terror similar al que asoló Colombia, tantos años. Son las relaciones peligrosas de un gobierno con sus propios destructores potenciales, y de una MUD que sostiene con mendrugos la miseria agresiva, en una luchan aberrada al frente de los más ricos y que, por instantes, creen sus iguales.  

 La MUD, desconocedora de la historia, sumida en el extremismo de la “aristocracia caraqueña” –como señalaba Enrique Ochoa Antich–, obvia el recuerdo de la democracia cristiana que propició y acompañó la traición a Allende. Son golpes como del odio de Trump. Los muertos, los torturados, una sociedad que persiste lastimada, implementó el experimento neoliberal en el mundo, bajando los sueldos y aumentando los desaparecidos. Prepotentes, creen poder coquetear con fuego creyéndose inmunes a sus propias llagas, sin recordar tampoco la traición de 1948, cuando los adecos no aplicaban todavía la esquizopolítica de Ramos Allup.

Ninguna dictadura es mejor que el peor de los gobiernos que se asuma democrático, porque al menos tienen que confrontar sus contradicciones. Decirse chavistas destruyendo la constitución propiciada por Chávez. Decirse socialistas negociando con el capitalismo más radical. Decirse demócratas atropellando a las mayorías. El golpe sería el triunfo final de las fuerzas reaccionarias despertadas en los dos bandos, que fusila las ideas con sus rabias. Maduro pondrá el hombro que empujarán por su incapacidad de ser él mismo, tarde ya para intentarlo. Los líderes de la MUD quizás nunca se arrepientan de haber apurado todo para llegar a nada. Podría ser el golpe del chavismo militar que se diga traicionado por civiles incapaces de gobernar y poner orden, o el golpe de las fuerzas neoliberales y de la libre empresa que quieren seguir viviendo del petróleo, cómplices de la corrupción metastásica que ha dejado impune a los mismos militares. El golpe sólo se verá en el morado en sus caras.

Mientras los adelantados caen en las alcantarillas sin tapas o bajo las ruedas de las tanquetas, las cúpulas negocian en secreto. ¿Qué se dio a cambio de la ilegal liberación de López, mientras permanecen en prisión tantos otros injustamente, algunos por sólo expresarse en contra de la violencia? Quizás el salvoconducto, la impunidad, la supervivencia del latrocinio compartido. Plebiscito y Constituyente se han expresado como la misma farsa, y obligan a poner la vida en remojo. Es hora de ofrecer un proyecto que enfrente a cúpulas y golpe de Estado. Unir fuerzas, darle nombre y asumir el riesgo que es siempre una alternativa distinta. El país espera. Avanzar para consolidar un futuro. Ya, o quizás nunca sea.   



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Alejandro Bruzual

Alejandro Bruzual es PhD en Literaturas Latinoamericanas. Cuenta con más de veinte publicaciones, algunas traducidas a otros idiomas, entre ellas varios libros de poemas, biografías y crítica literaria y cultural. Se interesa, en particular, en las relaciones entre literatura y sociedad, vanguardias históricas, y aborda paralelamente problemas musicales, como el nacionalismo y la guitarra continental.


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