El lenguaje de las ratas

Las ratas se reunieron en concilio para planificar su acción de gobierno. Después de mucho deliberar, llegaron a dos principios rectores fundamentales: uno, por nada en el mundo entregarían el gobierno que les cayó del cielo; el otro, el pragmatismo sería el eje central de la política.

Y así las ratas empezaron a ejercer su gobierno. Pasaron los años y los roedores fueron adquiriendo experiencia, destrezas para evadir escollos y agilidad para superar obstáculos. Tal fue su superación en el arte de gobernar, tal el perfeccionamiento de la infamia, que rompieron la sagrada conexión entre lenguaje y contenido, entre palabra y significante.

En ellas, las ratas, las palabras podían significar cualquier cosa. Había palabras desterradas del lenguaje. Por ejemplo, derrota no existió más, fue sustituida por "dificultades circunstanciales", la palabra crítica fue desterrada, sustituida por "ataque indigno"; desacuerdo, la suplantó "traidor"; la palabra hambre pasó al olvido, así se solucionó el problema, quien hurgara en la basura era "agente del imperio pagados por la mud"; los que protestaban eran "terroristas", los disidentes, "traidores"; los obligados a marchar, "pueblo rebelde"; la entrega de la riqueza nacional, "soberanía"; los presos, "privados de libertad"; los políticos de la derecha externa, "delincuentes"; el monstruo, enfermo humanitario; escarrá, "jurisconsulto"; nos equivocamos fue sustituido por "guerra económica" y elecciones por "grosería"; las calles vacías, "maniobra de televisión"; no hay medicamentos por "mentira internacional".

Y así, las ratas siguieron gobernando y el lenguaje se fue pervirtiendo. Al perder el lenguaje, la coherencia, su utilidad, la sociedad sufrió una disociación aguda, que es una enfermedad mental colectiva. Las baja pasiones que estaban confinadas en lo profundo de la psiquis, encadenadas por siglos de cultura, de humanización, se liberaron de la censura que se fue junto a la coherencia del lenguaje. El fanatismo sustituyó a los argumentos, la inteligencia fue pecado, afloraron las bestias antes domadas, y acompañadas del miedo se vieron horrores, se quemaron a los disidentes, se apedrearon a los diferentes, se reprimió con bombas y patadas, volvieron los días del progromo, del bigotico corto bajo la nariz y el discurso amenazante.

Sin lenguaje, la masa se guió por las emociones, por la pasión alimentada por el odio, se perdió el discurso, no había palabras, sólo la acción de la bestia, los abismos tomaron el control.

Pronto surgió un objeto culpable de todos los males, depositario de la rabia, una causa para odiar. Al principio fueron los delincuentes con nombre de animales, "no eran humanos", se podían asesinar, no tenían dolientes, nadie los defendió. Las razzias en los barrios fueron trofeos de justicia. Luego cada banda decretó la eliminación del contrario: todo diferente podía contar con la muerte. Surgieron líderes que condujeron la danza macabra.

Al final la cordura prevaleció, después de mucho horror la sociedad regresó a la convivencia. La realidad recuperó el lenguaje, las ratas fueron desalojadas del poder, y ahora aquella sociedad lucha por recobrar la coherencia en el lenguaje, la salud mental.

Pasaron años para curar las heridas de las ratas de la cruz gamada, aún hoy el mundo sufre los coletazos de aquella conducta. Cualquier coincidencia con la hora actual y rumbo al futuro es preocupante, es la confirmación de que las ratas resurgen cuando los gobernantes, los conductores de las sociedades se rinden a las comodidades del oportunismo, del pragmatismo.

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Toby Valderrama Antonio Aponte

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