Fabricio Ojeda: por la Patria y por el Pueblo

Un 21 de junio del año 1966, el maestro, periodista y guerrillero, Fabricio Ojeda murió asesinado en Caracas en los calabozos del entonces Servicio de Inteligencia (SIFA). Por supuesto no lo admitieron y dijeron que se había "suicidado". Esto ocurrió durante el gobierno adeco Raúl Leoni (1964-1969) cuando supuestamente "se vivía mejor" como nos dicen ahora los dirigentes de la golpista y terrorista derecha venezolana.

En la historia de Venezuela y en la de otros países, se conocen muchos casos de militantes políticos que habiendo participado de la lucha armada se convirtieron después en parlamentarios o dirigentes políticos destacados una vez que se incorporaron a la lucha política institucional. Fabricio Ojeda es tal vez el único caso en la historia que tomo el camino inverso.

Este trujillano nacido en Boconó el 6 de febrero de 1929 fue uno de esos aguerridos jóvenes venezolanos que imbuidos de un genuino espíritu bolivariano participó activamente en 1958 en la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez. Se afilió a sus 17 años al partido Unión Republicana Democrática (URD) después de escuchar un discurso que lo impresionó dado por su máximo dirigente y fundador, el margariteño Jóvito Villalba. Fabricio lo admiraba por su historia de lucha democrática contra Juan Vicente Gómez, ejerciendo sobre él una gran influencia al introducirlo en la lectura y el aprendizaje de la política. Dijo Fabricio: "Sus opiniones eran como un dogma que yo aceptaba deslumbrado." Sin embargo esto cambiaría más adelante en un ejemplo aleccionador para los jóvenes de hoy que deben aprender a forjar un pensamiento crítico e independiente. Fabricio confiesa que no pudo abandonar el fatalismo reformista de sus maestros políticos en favor de un optimismo revolucionario "… mientras no traté de buscar la verdad por mis propios medios, y romper las amarras intelectuales." Y vaya si las rompió.

Cuando cae Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958, Fabricio hace su primer discurso público al país como Presidente de la Junta Patriótica, movimiento suprapartidario que había sido responsable por la caída del dictador. Luego en las elecciones que se realizaron ese mismo año y que llevaron a Rómulo Betancourt a la presidencia, Fabricio resultó electo diputado por Caracas por el partido URD. Recibió la votación más alta que haya recibido un diputado en Venezuela, pero lamentablemente a esa altura el movimiento popular que fue a las calles pidiendo la salida de Pérez Jiménez había sido traicionado en el llamado Pacto de Punto Fijo; firmado días antes que cayera el dictador por Betancourt (AD), Caldera (COPEY) y Villalba (URD). La no respuesta a las demandas populares y la represión desatada contra el pueblo por el gobierno adeco de Betancourt no dejaban ninguna duda de lo que le esperaría al pueblo venezolano por varias décadas. Comenzaba así la triste historia del entreguismo "democrático" adeco-copeyano. Desarrollando un compromiso cada vez mayor por un verdadero cambio estructural en Venezuela, Fabricio se hizo al mismo tiempo un estudioso de José Martí y de la independencia de Cuba, convirtiéndose luego en simpatizante de la Revolución cubana. Este proceso contribuyó para que maduraran sus convicciones revolucionarias hasta que llegó aquel decisivo 30 de junio 1962 en la cámara de diputados, en la cual dio a conocer su famosa carta donde anunciaba, para sorpresa de Venezuela y del mundo, su renuncia como diputado para irse a la lucha armada.

En esa carta, como si estuviera preparando la Revolución Bolivariana que vendría después , Fabricio dice entre otras cosas, que "Venezuela –lo sabemos y los sentimos todos–, necesita un cambio a fondo para recobrar su perfil de nación soberana, recuperar los medios de riqueza hoy en manos del capital extranjero y convertirlos en instrumento de progreso colectivo."

Más adelante en su carta, presagiando también la unidad cívico-militar que hemos conquistado hoy, Fabricio vaticinaba: "… más temprano que tarde civiles y militares nos encontraremos juntos en un mismo propósito fraternal y patriótico."

Cuatro años después, en su libro "La Guerra del pueblo", escrito pocos meses antes de que fuese asesinado, Fabricio trata de definir "las características y posibilidades de una revolución verdadera" en Venezuela al tener que enfrentarse "… a un enemigo relativamente poderoso" como lo era y sigue siendo el imperialismo estadounidense.

En esas reflexiones Fabricio rescata un discurso pronunciado en 1952 por su coterráneo trujillano, Mario Briceño Iragorry, considerado uno de los mejores ensayistas venezolanos del siglo XX. Iragorry identifica en su análisis esa constante negativa del antipatriotismo que 60 años después sigue marcando la lucha política revolucionaria en nuestro país: "No es por ello obra de resentidos, ni ridícula labor de majaderos levantar la voz contra el peligro que nos viene de afuera y contra el extremo peligro que representa en lo interior la conducta antipatriótica de los pitiyanquis. Necesario es vocearlo y repetirlo: el nuevo invasor no penetra donde tropieza con voluntades recias que le cierran las puertas de las ciudades. El imperialismo empieza por corromper a los hombres de adentro. A unos, por unirlos a su comparsa de beneficios, a otros, por borrarles la imagen de la propia nacionalidad. Para eso están el cine, las revistas, los diarios, los libros, las modas y aún las tiras cómicas." Basta con agreguemos hoy las redes mediáticas y el resultado será de una increíble actualidad. El imperialismo sigue corrompiendo hoy como ayer el espíritu de nuestra verdadera nacionalidad. Por eso no es ninguna casualidad que entre en los nueve temas propuestos por el Presidente Nicolás Maduro para el debate de la Constituyente, se encuentre el rescate de nuestra identidad cultural. Se trata de un desafío y un compromiso que debemos asumir todas y todos para construir la nueva venezolanidad, patriótica y pluricultural. Por lo tanto, una de las mejores formas de recordar y homenajear hoy a Fabricio Ojeda es haciendo de su amor por Venezuela nuestro más profundo y genuino sentimiento. Se trata del mismo sentimiento que le permitió a nuestro Comandante Hugo Chávez enfrentar y superar todos los obstáculos que la vida interpuso en su camino. Por eso como dijo Fabricio cuando renunció como diputado para irse a las montañas, vamos ¡Por la Patria y por el Pueblo! ¡Viva la Revolución!



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Anisio Pires

Sociólogo venezolano (UFRGS/Brasil), profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV)

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