Por otra polarización

Los historiadores hablan de "crisis históricas". Manuel Caballero pone como ejemplo 1903, cuando Castro y su compadre, Gómez, logran derrotar la última guerra de caudillos del país, cerrando así un largo siglo de guerras civiles. Puede parecer curioso que justo el fin de un tipo de confrontación dispersa en el territorio, sea indicador de una crisis, cuando esta palabra lo que nos sugiere es conflicto, revuelta, enredo, situación decisiva, problemática. Pero es que lo principal de las "crisis histórica" es que es un cierre, un desenlace transformador, el final de una normalidad y la apertura de otra. Ya con la victoria de Castro se cierra el capítulo en que las oposiciones de la política venezolana se organizaban de acuerdo a la polaridad liberales-conservadores, caudillo contra caudillo. Vendrían otros códigos, otras significaciones, otras polarizaciones. Habría entonces adecos y perezjimenistas, copeyanos y comunistas, etc. Hasta llegar a la actual polarización chavistas y escuálidos. Pero hay que tener presente que todas esas oposiciones son históricas, tuvieron su razón de ser, y la tendrán para desaparecer.

He repetido cientos de veces que la polarización es un mecanismo simplificador. Llega el momento en que, utilizado más de la cuenta por parte de algunos flojos del pensamiento, para no decir oligofrénicos inducidos (abundan lamentablemente; especialmente en esta época cuando sólo se quiere ver maduristas y escuálidos). Ahora bien, es propio de todo sistema de significaciones o de saberes, el que reduzca la complejidad del mundo, que es demasiado grande como para poder captarlo del todo. Reducir, por ejemplo, a una sola binaridad, el Bien contra el Mal, el infinito de los matices del mundo moral, es la gran proeza de Mani y Zoroastro, los grandes filósofos de la antigüedad, creadores del maniqueísmo. En el pensamiento político, los nazis usaron la polarización hasta el abuso en su propaganda, hasta concentrar todo el Mal en los judíos y los comunistas, y todo el Bien en Hitler (se parece a lo que ocurre hoy ¿verdad?); y antes, Marx, basado en un pronóstico que no se cumplió, que el capitalismo terminaría reduciéndose a dos clases solamente, la burguesía y el proletariado, planteó también una polaridad; aunque si leemos las obras de este gigante del pensamiento, veremos una variedad inmensa de matices, conceptos, complicaciones, con los cuales captaba la realidad en sus explicaciones. Otro factor que hace que las mentes tiendan a simplificar en dos el infinito, es lo que descubrió la lingüística contemporánea: que los significados de las palabras no son contenidos de un envase, sino el efecto de las diferencias y oposiciones entre los elementos de la lengua, los signos.

El punto es que varios factores nos están indicando que la presente crisis histórica, va a cerrarse, con una nueva polaridad simbólica, es decir, política. Varios hechos lo sugieren: la aparición valiente de una postura institucional, constitucionalista, de la Fiscal; la cada vez mayor preocupación por conseguir una solución pacífica al desastre; un rumor que sube y sube de volumen entre los afectados de lado y lado, que igual condenan el vandalismo y los crímenes de los encapuchados foquistas de la oposición y los abusos de la represión y la violación del debido proceso.

Hemos vislumbrado en otros artículos que la confrontación venezolana, de acuerdo a su retroalimentación, sus círculos viciosos y los mecanismos preferidos de manipulación política y propagandística, usados simétricamente por el gobierno y la MUD, nos pueden llevar a tres escenarios terribles: una matanza mutua entre pobladores mediante linchamientos incontrolables, como ocurrió en Ruanda; una guerra civil como la de Siria, con un componente internacional inevitable, y un gobierno autoritario, una suerte de dictadura burocrática militar, resultado de las necesidades de mantener en el poder una oligarquía con cada vez menor legitimidad. Esto lo puede ver cualquiera, y ha determinado una tendencia que puede, tal vez y ojalá, evitar el avance veloz hacia el precipicio. Se insinúa una nueva polaridad: entre la guerra y paz, entre el abuso de poder y el caos frente a la institucionalidad y las reglas de convivencia ciudadana.

No caeremos en la oposición positivista de civilización/barbarie, porque sabemos muy bien que la supuesta civilización occidental, portadora de los grandes valores de la igualdad, la libertad y la solidaridad, se impuso mediante la barbarie de la colonización. Pero sí esperamos (porque más allá del desengaño, queda la esperanza y el optimismo irracional) que al menos ese instinto de resguardo de los hijos, que está decidiendo a muchos humildes, ingenuos y hasta fanáticos seguidores del gobierno, a buscar sacar a sus hijos del país (no estoy hablando de los famosos "enchufados"; esos hace tiempo que los tienen en los países del Primer Mundo; ni los escuálidos que se han estado yendo desde hace también mucho rato), porque intuyen que de seguir este curso de los acontecimientos les espera a sus vástagos la guerra y la violencia descontrolada, pueda alimentar una nueva forma de ver las cosas, organizada de acuerdo a esta nueva polaridad: la paz frente a la guerra, las instituciones y las reglas claras frente al abuso de poder, las leyes frente a las arbitrariedades de un poder armado y sin contrapesos.

Nos aproximamos al cierre de esta época lamentable. ¿Quiénes quieren la paz, la Constitución, la Ley?



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Jesús Puerta


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