Nuestra percepción sobre el manual de las guarimbas o revoluciones de colores

Del manual de las guarimbas o mejor de las revoluciones de colores se ha hablado en abundancia y hasta han nacido unos cuantos para explicárnoslo desde una perspectiva crítica y contraria. Como uno suele, lo que nunca dejará de ser un sueño, dársela de no pendejo o de "no más pendejo que nadie", también vamos a "meternos en el corte" e intentar exponer cosas relacionadas con el mismo. Claro, uno corre el riesgo de también de manualizarse y hablar de un mundo que ayer pasó y de vaina nos dejó unas marcas. Porque es verdad que los manuales, esto lo dijo alguien muy importante, son como una fotografía. Recogen, atrapan, un instante, sólo eso y por tanto no sirven para interpretar la totalidad del movimiento. Pues los manuales generalmente se elaboran partiendo de experiencias anteriores, de personas, acontecimientos y espacios específicos.

Cuando Lech Walesa, el líder de los trabajadores portuarios, el mismo que condujo aquel movimiento que sacó del poder al Partido Comunista Polaco, llegó por primera vez a Venezuela, en tiempos de la IV República, al ser entrevistado por la prensa, mostró su asombro por el nivel de desigualdad que reflejaba nuestro paisaje. Los barrios caraqueños, llenos de casas de tabla y cinc que se miraban y todavía miran a simple vista, le dieron una visión espantosa de miseria que no había visto en su país, pese al descontento por él liderado contra los viejos dirigentes estalinistas polacos. Se sintió como avergonzado que quien había conducido un movimiento de obreros inconformes, sobre todo por las privaciones económicas de su clase, estuviese en ese momento de visita cordial en un país petrolero, invitado por el gobierno, donde las condiciones de vida de la gente y especialmente de los trabajadores eran infamantes, sobre todo al compararlas con las de sus compatriotas. Y pensar que aquí vino a darle un espaldarazo al gobierno de turno contra las ideas y planes de la izquierda que nada tenía que ver con los extremistas y ortodoxos que habían gobernado Polonia. Posiblemente, de Walesa haberse quedado en Venezuela se hubiese incorporado a las luchas contra toda aquella miseria. Porque lo determinante es la realidad y no los manuales. El polaco no pudo presenciar el Caracazo.

El plan manejado en Polonia, consistió en desatar las inconformidades justificadas del pueblo y sobre todo de sus trabajadores contra su gobierno, el cual se caracterizó por constantes paralizaciones en fábricas y sobre todo en las áreas portuarias, donde Walesa eran el gran líder, terminó por derrotar al gobierno y reponer las relaciones capitalistas clásicas. Los obreros, parece como cosa chistosa o irónica, contradiciendo el viejo y sustancial discurso marxista, derrocaron lo que presuntamente era un gobierno de ellos y lo devolvieron al capital. Recuerdo cuando eso sucedió, en una conversación personal con mi viejo amigo Moisés Moleiro, dentro de lo que llamamos "un pozo de risa", le pregunte de manera irónica ¿cómo es esa vaina que los obreros se han alzado por largos días para combatir lo que se supone es un gobierno de ellos y abrirle paso al capital, su enemigo? ¿No es algo así como los obreros se hubiesen derrocados así mismos? Mi amigo me abrazó y con su voz ronca, hizo uno de sus habituales jocosos comentarios, mientras me abrazaba a manera de mostrar su conformidad conmigo, para luego invitarme a seguir en lo que allí estábamos. Aquello de Polonia, visto desde la ortodoxia del manualismo marxista, parecía un desmadre o una carreta corriendo delante de los caballos. Eran momentos cuando ya formábamos parte de esos grupos, cada vez más numerosos, alzados contra la ortodoxia y el manualismo.

Ese manual de las revoluciones de colores no es tan eficiente. Si comenzamos a medir desde los primeros momentos que hicieron sus apariciones "las manitas blancas" hasta hoy, ha pasado como demasiado tiempo y, como dirían un maracucho, unos cuantos cobres se han gastado. Aparte del bastante elevado número de muertos que hemos lamentado.

Si algo ha favorecido la oposición, es que su rival ha sido por demás incompetente para implementar una política económica a fin de contrarrestar lo que este ha definido como guerra económica. Evitar la brutal fuga de divisas por distintas vías, siendo una de ellas la corrupción por parte de gente de alguna manera ligada al gobierno, empresarios venales que comulgan como opositores, la práctica de un consumismo desmedido, la persistencia de la dádiva y un populismo sin precedente alguno. A lo que deberíamos agregar, como efecto de lo antes dicho, incompetencia para impulsar la producción en todos los órdenes. Si no fuese por ese cuadro, el manual no hubiese servido absolutamente para nada. Tanto, que la mejor salida que la oposición tiene, pero no le interesa, es la electoral, la que en aquel no se privilegia para nada.

La clase obrera, los campesinos y todas las expresiones del movimiento que conforman parte de aquel cuadro que asombró a Lech Walesa, no entran en ese manual; sencillamente porque quienes le concibieron no quieren que esos sectores entren en la lucha para no contraer compromisos por conquistas que, por el contario, quieren desaparecer. Pues el grado de desigualdad nuestro, pese todo lo que se diga, todavía sigue siendo tan crítico como aquel que estremeció a Walesa. Y al no ser tomados en cuenta esos sectores empobrecidos y explotados, tanto que la oposición en sus protestas aquello ignora, no se incorporan a luchar contra lo establecido o constituido, para decirlo con palabra de nuevo de moda. Pese que sueña el sector opositor con un estallido social, como sucedió en Europa, especialmente en Ucrania, lo que viene promoviendo desde años a atrás, no se le da. Porque manual, es sólo eso, un manual.

La política opositora, fundamentada en el célebre manual, ha encontrado un serio escollo en la realidad y esto es propio de los manuales. Se ha pretendido, y eso es de demasiado notorio ahora, provocar una escisión o fractura en el ejército que conduzca al derrocamiento del gobierno. Las más recientes acciones, las iniciadas el 19 de abril pasado, por tomar una referencia temporal, tiene también ese propósito. Y hasta ahora eso ha resultado como demasiado infructuoso.

Al margen de lo que cada quien le ocurra pensar, y eso es derecho de todas, como hasta el de expresarlo, si algún sector ha respaldado al gobierno es el castrense, sin pasar por alto el significativo apoyo popular con que cuenta, evidenciado en las frecuentes multitudinarias concentraciones y marchas en todo el país.

El manual, al parecer, quizás por el defecto de ser un manual, no ha sido capaz de evaluar o medir esos fenómenos con equilibrio y certeza. Por eso, repite aquí lo que antes hizo en otro sitio. Pasan los días y hasta años, ya llevan casi doce o catorce de estos últimos en eso, han invertido cifras increíbles y no se producen los efectos que espera. Lo que si sucede, que no está en el manual, porque no es creíble que se fundamente en la incompetencia del gobierno para actuar, menos en la caída de los precios del petróleo y tampoco en la soberbia y sectarismo de los gobernantes, es que aquél se desgasta por los avatares económicos que padece la población toda y de los cuales es inocultable responsable, tanto como el empresariado y factores internacionales que conspiran.

No es descartable, de acuerdo como marchan las cosas, que en Venezuela, a corto plazo, se produzca un desenlace, sobre todo por esas dificultades económicas de las cuales hemos hablado, la manifiesta incompetencia del sector gubernamental que no logra que sus motores arranquen y se limita a lamentarse, la imposibilidad que el ingreso petrolero vuelva a los niveles anteriores, lo que no llena las aspiraciones de la gente. Pero no sería por los efectos del manual. Porque parece comprobarse de nuevo, en la experiencia venezolana, que los manuales no sirven para todo y nunca "uno puede bañarse dos veces en el mismo río", como dijese Heráclito de Efeso.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

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