Los hijos de Páez

Los hijos de Páez están disputándose el poder desde que el mismo taita existiera. Diestro en la guerra lo fue también en el ascenso al poder. Preclara la definición ofrecida por Mario Briceño Iragorry: "Bolívar se fue, y la Colonia que había sobrevivido desde el año 14 hasta el 21, la Colonia que había llorado la muerte de Boves y que en "La Guía" celebró a Morillo y con Moxó levantó empréstitos para ahogar la Revolución, reaparece con nuevos vestidos para rodear a Páez. El Centauro invencible en la llanura ya tiene quien lo dome. En torno suyo, como círculo de hierro llamado a perpetuarse en nuestra vida política, se reúnen los hombres "honrados" que apenas se habían atrevido a ver desde las puertas entreabiertas la marcha de la Revolución. Son los hombres del absolutismo fernandino, con las lenguas curtidas de calificar de locos e impostores a los Padres de la Patria. Y Caracas, la cuna de la libertad, se torna abierta en centro contrarevolucionario." (El caballo de Ledesma, 1942).

Germán Carrera Damas por su parte, en el Prólogo al libro "La Gran Colombia Una Ilusión Ilustrada" de Luis Castro Leiva (Monte Ávila Editores, 1984) define la asignación de los papeles históricos: "Simón Bolívar fue el creador de la independencia, José Antonio Páez el de la nacionalidad". No es tremendista afirmar que la cultura paecista ha vencido a la cultura bolivariana. La cultura del poder a la cultura de la libertad. Un "círculo de hierro" se ha perpetuado en la nacionalidad y la marca de la traición de los ideales se repite incesantemente. La república se repite una y otra vez incapaz de superar a la colonia. Por esa república cíclica se pelean los hijos de Páez, disputándose las haciendas y el poder del taita bravucón. Los hijos putativos de ese poder se apuñalean entre sí mientras la soldadesca incendia las calles en nombre de Bolívar. Constituyentes y huelgas generales han conducido siempre a lo mismo. El eterno retorno de lo venezolano, mientras los grandes ideales siguen siendo letra muerta.

Se necesita de un espíritu de libertad para vivir y trabajar, para erigir y practicar la cultura de Simón Bolívar, el Libertador y el Libertario. Se necesita de la creatividad, de la poiesis de ese ideal para la práctica de ese ideal. Pero, las virtudes se convierten rápidamente en máscaras y en histrionismos reduccionistas, y la escena de lo bolivariano, breve en el talante, se esfuma como ilusión y delirio para darle paso a una práctica repugnante del poder que ha convertido al pueblo en instrumento ciego para destruirse a sí mismo "en nombre de la libertad". La cultura de Páez desplaza a Bolívar y lo coloca en la dimensión de lo imposible. Esa es nuestra historia, está en nuestra historia. Instrumento ciego para destruirse a sí mismo. Qué piensan los políticos, los dirigentes, los movimientos, los gremios, las iglesias, los militares, los diputados, los comuneros. En cada palabra y en cada acto, en cada prédica, idea o acción, en cada marcha o contramarcha la mayoría demuestra ser habitante de ese "circulo de hierro" de la nacionalidad paeciana.

La escuela de odios plurales nos ha vuelto fragmentos incomunicados. El vaciamiento de la ejemplaridad bolivariana y la falta de ejemplos se combinan con la vieja estrategia de "dividir para reinar", hoy experimentada en Venezuela con nuevas tácticas satelizadas. La violencia en todos los órdenes y desórdenes contribuye a la incomunicación de una sociedad dividida, sociedad presa de una audaz castración de los sueños anunciados por Bolívar en la "Carta de Jamaica". Pero, el enorme soñante de la utopía americana, preveía ya en 1812, en su "Manifiesto de Cartagena" aquello de que es nuestra división interna y no las armas enemigas lo que nos derrota.

Los venezolanos, hijos de los mejores sueños, debemos trabajar por la comunicación del pueblo para su juntura histórica. Las técnicas de las distintas élites que se disputan el poder nos llevan cada vez a esa escuela de odios. El pueblo debe emerger desde sus expresiones constituyentes más hondas y poner en escena su capacidad para crear numerosos "puntos de reunión" capaces de reducir la estrategia de los divisionistas de ayer y de hoy. No se trata de defender a una institucionalidad injusta y a un gobierno incapacitado para la autocrítica. Tampoco se trata de aupar a una oposición también incapaz de detener a un monstruo estimulante de la muerte y el caos como única forma de acceder al poder. Son los hijos de Páez, capaces de sacrificarnos por sus intereses confusos en este enorme bosque de odios.

En cualquier parte debemos decirnos las verdades. Es el único método a seguir por quienes somos "los hijos de Bolívar".

inyoinyo@gmail.com



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